El podcast de Minid
Minid por fin se ha decidido. Ha producido su primer podcast.
Minid por fin se ha decidido. Ha producido su primer podcast.
Llevo como la mitad y, como era de esperar, me está encantando. Ferlosio tiene una rara habilidad para la fluidez. Usa un lenguaje muy preciso y que en ocasiones suena arcaizante, pero jamás parece forzado, todo lo contrario: la palabra desconocida u olvidada suena perfecta. Por el momento, me quedo con «Fragmento de una carta de Yndias», junto con su nota, donde se cuenta someramente las vicisitudes del correo con la América de la época. Dan ganas de leer las cartas supervivientes.
De la contraportada:
Los textos, fundamentalmente cuentos, que Sánchez Ferlosio reúne en El geco permiten apreciar en todos sus matices los diferentes registros de la prosa del autor. Todos ellos mantienen un severo equilibrio entre lo cotidiano y lo fabuloso, entre la ferocidad de la épica y la poesía del instante; todos permiten reflexionar sobre temas omnipresentes en la obra del autor: la delgada frontera entre la inocencia y la culpabilidad, la necesidad de liberarse del sentido tributario de la historia o la brutalidad del poder. Esto último aparece en «El escudo de Jotán» donde se narra la historia de un pueblo que, para hacer frente al ejército de un sangriento emperador, urde una farsa que tendrá inesperadas consecuencias. Frente a los desmanes de los hombres, los animales protagonizan relatos que muestran la fuerza de los prejuicios o el rostro de la violencia. En «El reincidente», un lobo se encamina al cielo para obtener el descanso eterno, pero no le será fácil… -Dientes, pólvora, febrero» describe una batida de caza que regresa triunfante, porque ha muerto una loba. El silencio del animal muerto contrasta con la charla de los cazadores. Otro animal, esta vez un enorme salmón que se libera del anzuelo, vaga por las líneas de «Plata y ónix»; el frustrado pescador podría pactar con el diablo para recuperar su pieza, pero tomará una decisión inesperada…
La abrumadora fuerza de la historia y la necesidad de relativizar su testimonio determinan relatos como «El peso de la historia», «Teatro Marcello», «La gran muralla- o «El pensil sobre el Yang Tsé…». «Y el corazón caliente», crónica de un accidente de carretera en un paisaje helado, es una subversión de la parábola del buen samaritano. «Los lectores del ayer» y «Los príncipes concordes» forman parte del material inédito de la Historia de las Guerras Barcialeas. A través de la disputa sobre el número de éstas o alrededor de las discrepancias entre Grágidos y Atánidas sobre cómo construir un puente, Sánchez Ferlosio nos ofrece una impresionante meditación acerca de la verdad y la historia o la conveniencia de sacrificar la calidad en nombre de la eficiencia.
Sánchez Ferlosio convierte, una vez más, la palabra en el último protagonista de su libro, una palabra que quiere ser vida, una vida que rehúye el compromiso con »la estrechez de lo fiadero la inapelabilidad de lo seguro, la rigidez de la misma certidumbre».
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De la introducción >Poetas chinos de la dinastía Tang (618-907):
Para lograr un puesto en la Administración, los exámenes eran muy rigurosos y competitivos y en ellos era de suma importancia la habilidad en la composición poética, que estaba considerada como una de las más sobresalientes virtudes entre los caballeros-escolares, incluso antes de que fuese considerada asignatura obligatoria, supliendo a los textos de Confucio. La compleja administración exigía una enorme burocracia, y las dificultades del lenguaje escrito chino implicaba que todos cuantos sabían leer y escribir tenían virtualmente asegurado un empleo público. Una burocracia de aquellas características tendía necesariamente a crear su propia élite y el patrón de la élite era necesariamente el patrón literario. Cuanto más difícil, refinado y filosófico era el idioma que se manejaba, más alto era el cargo al que se aspiraba. Con la decisión de hacer obligatoria la composición poética en los concursos para funcionarios públicos, la expansión y el florecimiento de la poesía fue espectacular y contribuyó de manera terminante en su resurgimiento. Los poemas que se requerían en estos exámenes se debían de ajustar a una fórmula elaborada durante años. La extensión de la línea debía de limitarse a un determinado número de caracteres, y la extensión del poema, a cierto número de líneas. El mantenimiento de la asonancia, el paralelismo de los caracteres y el equilibrio tonal, se consideraban esenciales.
¿Se imaginan en nuestro mundo de hoy pedirle a nuestros políticos y burócratas que supiesen escribir poesía para poder ocupar sus puestos? Tampoco creo que cambiase mucho las cosas, pero bien divertido que sería.
La civilización china es una de las más fascinantes creaciones del espíritu humano. Todo en ella es descomunal y da la impresión de que a largo de su historia los chinos han sido incapaces de hacer nada a pequeña escala. En China, todo es vasto, toda cifra tiende al infinito, todas las extensiones son enormes, ya sea en el espacio o en el tiempo.
Por ejemplo, en la introducción de este libro se habla de la capital del imperio durante la dinastía Tang:
La capital del Imperio, Chang’an, albergaba a más de un millón de habitantes y fue, sin duda, la ciudad mayor de la época. Las oficinas de la Administración Central ocupaban un espacio amurallado de 4,5 Km., y albergaba cuatro organismos principales, (Asuntos de estado, Cancillería Imperial, Secretariado Imperial y Consejo de Estado) de los que dependían absolutamente todas las decisiones y reglamentaciones.
A continuación se comenta que cuando les dio por cargarse templo budistas, destruyeron 44.600 de ellos sólo en la ciudad. Y cuando en el siglo XVIII les dio por recopilar la poesía Tang, reunieron 48.900 poemas de 2.200 autores. Aún así, se calcula que no es más que un diez por ciento de todo lo escrito en la época.
En semejante mundo, de vastas distancias y medios de transporte lentos cuando existían, separase de un amigo era casi admitir que no se le volvería a ver. De eso van muchos de los poemas. Y también de la alegría del reencuentro, cuando se produce, y del disfrute del vino. Como en los autores confluyen tres tradiciones filosóficas diferentes -Taoísmo, Budismo y Confucionismo- las aproximaciones son diferentes pero también muy cercanas. El deleite de la naturaleza, la fascinación por el crepúsculo y la vida que se acaba, los deseos de convertirse en ermitaño y pasar los últimos años alejados del mundo. También mucha denuncia social, cosa que me sorprendió, y también algunos alegatos en contra de la guerra.
Dejan una sensación de agradable ligereza, de haber sido escritos con toda tranquilidad. Muy probablemente, teniendo en cuenta las vidas que llevaron algunos de esos poetas, no fuese así. Pero dejan esa impresión, que quizá fuese lo que querían transmitir. Es imposible hacer una idea de cómo sonarían en chino, dada las grandes diferencias fonéticas de esa lengua con el español, y las batallas que los autores entablaron con su lengua, pero se aprecia esa visión filosófica, esa capacidad para la pompa imperial y simultáneamente para lo más fundamental de la existencia.
De la contraportada:
Los años que la Dinastía Tang (618-906) estuvo en el poder están considerados como la Edad de Oro de la poesía china, tanto por el extraordinario número de excelentes poetas, como por la increíble cantidad de poemas que en aquellos años se llegaron a publicar.
Los nombres de Li Po, Wang Wei, Tu Fu o Bai Chüyi son suficientes como para considerar estos años como poéticamente inigualables.