Libros
Esto de estar de vacaciones tiene sus ventajas. He terminado tres libros. Ya son 50. Misión cumplida.
Esto de estar de vacaciones tiene sus ventajas. He terminado tres libros. Ya son 50. Misión cumplida.
Al menos, yo he llegado. El equipaje no ha tenido tanta suerte. Qué le vamos a hacer. Ahora a comer.
Desde hace 20 minutos hay gente haciendo cola frente al control. Y estab cerrado!
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Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera es una película hermosa. Rodada en unos asombrosos paisajes naturales, con un templo budista que flota en medio de un lago, va recorriendo las estaciones haciéndolas coincidir con los momentos de la vida humana. Niñez, adolescencia, edad adulta, madurez… y sorprendentemente la vejez y la niñez de nuevo. La composición es perfecta, la naturaleza que muestra es totalmente real y la carga simbólica de la película asombrosa. Pero curiosamente, los símbolos no impiden disfrutar de la película. Más bien todo lo contrario. Las repeticiones, metáforas y demás sostienen el edificio de la película, haciendo que su mensaje resuene con mayor potencia.
Un sabio budista vive en ese templo flotante -en el que hay puertas sin paredes que se usan como si las paredes estuviesen presentes- acompañado de su joven discípulo. Estamos en primavera, y en una de sus escapadas el niño lastra a una rana, a un pez y a una serpiente con sendas piedras. El maestro lo veo, pero lejos de impedirlo aprovecha la oportunidad para enseñar una valiosa lección. Le ata al niño una piedra a la espalda y le dice que sólo la retirará cuando haya rescatado a todos esos animales. Y si alguno ha muerto, la piedra de esa muerte la llevará siempre en el corazón.
Evidentemente, la piedra en cuestión -que en otro segmento protagonizará una reaparición estelar- representa simbólica muchas cosas que no voy a enumerar, pero extrañamente es también sólo una piedra, un simple objeto físico que nos impide avanzar. Eso se debe a que los símbolos de la película están anclados en una sensualidad total, en un deleite absoluto de los objetos tal y como son, de las cosas en su misma esencia como tales.
En el episodio de verano, la llegada de una joven enferma desata la lujuria del discípulo ahora adolescente. Consumada la relación, el discípulo huye al mundo exterior. Una vez más el maestro no dice nada, porque este maestro no castiga tanto los actos como los razonamientos erróneos. De hecho, en otoño el discípulo regresa perseguido por la justicia. Ha matado a alguien. Con el mismo cuchillo planea suicidarse, pero el maestro le da una soberana paliza. No por el acto de suicido en sí, sospechamos, sino por las razones que le han llevado a tomar esa decisión, por el fallo de pensamiento. En una de las escenas más hermosa de la película, el maestro escribe un sutra sobre la madera empleando la cola de un gato como pincel. El discípulo debe tallar los caracteres con el mismo puñal criminal, y la aparición de la policía añade cuatro manos más para el proceso de pintarlos. Los símbolos son importantes incluso para la policía.
Y así dos veces más, pero creo que se hacen una idea. Hay una idea de circularidad, y una fusión perfecta entre los pasos de la vida humana y el paso de las estaciones. El dispositivo -cortar cada pocos años para mostrar una nueva viñeta de la vida- no hace sino incrementar la intensidad emocional. Como en muchas películas asiáticas, hay muy poco diálogo, y se permite al espectador aceptar lo que ve en sus propios términos. Como el propio maestro protagonista del film (más que un hombre, queda claro), intenta mostrar los fallos de percepción, pero no condenar conductas.
Los símbolos más claro de la película son los animales: perro en primavera, gallo en verano, gato en otoño, serpiente en invierno y tortuga otra vez en primavera. Cada uno indica algo concreto en cada uno de los momentos. De la misma forma, el camino al templo parte en una zona de la orilla, que se debe alcanzar en barca, que tiene una puerta. Una puerta que en realidad no cierra nada, pero que se usa simplemente porque has decidido usarla.
Como comenté antes, es una hermosura de ver. No sólo los paisajes naturales son preciosos, sino que la composición de las escenas hace lo posible por emplear los elementos del entorno para reforzar la acción. Hay pocas escenas que no sean sutilmente sorprendentes, y toda la película está pensada con rigor y atención a los detalles, pensada con la seriedad de quien se preocupa por su trabajo. Los personajes, lejos de hacer lo que se esperan de ellos, hacen algo inesperado, que sin embargo es totalmente apropiado.
Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera es una película deliciosa que sin darse aires, desde la simplicidad, ilumina aspectos de la condición humana; una reflexión sobre la fluidez y los cambios de la existencia, de nuestros avatares en este mundo. Un triunfo.
Publicado originalmente en el número 26 de la revista Solaris, noviembre de 2004.
Te llamas George Lass. Tienes 18 años. Eres una chica mona, rubia, introvertida y con bastante mala leche –vale, en realidad tienes el carácter de un puercoespín estreñido. No quieres ir a la universidad. Tu madre te obliga una mañana a salir de la cama y dirigirte a tu lugar de trabajo. Es tu primer día. También el último. En un momento dado, un retrete de la estación espacial internacional -o artefacto similar- te cae encima y te mata.
Es posible que haya peores formas de morir.
No sucede todos los días que una serie de televisión arranque matando a su protagonista, pero así es el mundo de Tan muertos como yo: irónica, a veces satírica, oscura pero divertida, paseándose por la fina línea que separa lo ridículo de lo sublime.
El truco está en que si bien la vida de Georgie ya ha terminado, no lo han hecho sus funciones. Es más, ha ingresado, sin comerlo ni beberlo, en un curioso funcionariado post-morten. En su nueva faceta, debe permanecer en la Tierra ayudando a los muertos recientes. En particular, debe retirar el alma de los que van a morir y acompañarles un ratillo antes de que pasen “al otro lado”. Quizá algún día a ella se le permita seguir el mismo camino. Pero eso está por ver.
Georgie no está sola, ni mucho menos. Es más, está integrada en un grupo encargado de accidentes mortales, circunscrito a una región geográfica concreta. Se reúnen en una cafetería todas las mañanas y el jefe del grupo, Rube, les entrega unos post-its con un nombre y una hora. Y a cumplir su misión se van, que suele ser complicada, desagradable, algo asquerosilla a veces y nunca tan fácil como esperaban; sobre todo cuando le tienes que explicar al tipo que está muerto.
Una de las gracias de la serie es que a estos funcionarios se les permite seguir en el mundo, pero deben buscarse la vida por su cuenta. Ganar dinero con algún trabajo chungo, robarle a los cadáveres, ocupar las casas de los fallecidos y demás. Una vida dura. Pero a cambio, se demora el momento en que descubrirán qué hay al otro lado (y quién le manda la lista a Rube); aunque no se sabe muy bien si esa ignorancia es una bendición o una maldición.
Como los segadores son los protagonistas de la serie (cada uno con su peculiar muerte a las espaldas y sus particulares obsesiones y manías) se produce una extraña inversión. Uno pensaría que los guías de la muerte serían muy sabios y educarían a los muertos sobre la otra vida. Habitualmente sucede todo lo contrario, los recién muertos tienen una comprensión mayor de la vida que los muertos profesionales, hasta el punto de que en ocasiones el comentario de un fallecido –últimas palabras de sabiduría antes de pasar a la luz- resuelve, ilumina o modifica las percepciones de los protagonistas.
Pero no todo es reflexión sobre lo duro que es ganarse la vida cuando estás muerto y ya no eres. Nos queda la familia de George, que permanece en su enorme casa –papá, mamá y hermanita- arreglándoselas como puede ante esa nueva situación. La madre casi se vuelve loca, la hermana está entrando en esa fase rebelde y el padre… bueno, el padre es caso aparte.
Tan muertos como yo combina esas disquisiciones filosóficas más (¿hay cosas de las que uno no debería preocuparse sabiendo que va a morir?) o menos (¿qué desayuna un muerto?) profundas con unos muy bien empleados efectos especiales, una puesta en escena ágil y moderna y un ritmo intenso sin ser frenético.
La idea es tonta (y todavía no les he hablado de los bichos que provocan los accidentes o de la rana) pero el buen nivel de los guiones, el gran trabajo de los actores (especialmente Mandy Patinkin como Rube y Ellen Muth como George), unos personajes muy curiosos y cuidados, y la forma de narrar hacen que la historia funcione, que la serie se siga con mucho interés y que los episodios concluyan dejando al espectador satisfecho.
Vamos, que Tan muertos como yo demuestra que hay más de una forma de hacer una serie fantástica.
Bhután es un país pequeñín al lado de Nepal. País que entre otras cosas tiene el honor de ser el tema del libro más grande del mundo, llamado apropiadamente Bhutan. De metro y medio por metro diez de superficie, y un grosor de 15 centímetros, es realmente un librillo pesado de llevar. El libro se puede incluso comprar en Amazon.com (vale 10.000 dólares) y aparentemente es una maravilla técnica además de humana:
The book Bhutan is a visual odyssey across the kingdom. Teams from MIT and Friendly Planet took over 40,000 photographs on four extensive expeditions across the country. They flew by helicopter, rode mountain ponies, trekked with packhorses and yaks, and journeyed by caravan on far-flung roads and foot trails across the Bhutanese Himalaya. Local students, like Choki Lhamo (a 14-year-old girl from Trongsa who aspires to become a doctor) and Gyelsey Loday (the son of the head lama in the village of Phongmey), joined these ambitious trips and helped with the photography in order to share a corner of their world. The stunning imagery in the book loosely follows these journeys. Portraits of people are life-size (or bigger). Panoramas convey some of the staggering sweep of the mountains and the awesome ancient architecture.
Por cierto, un cliente de Amazon se queja:
I was on the 73 bus on the way to my job at McDonald’s and was thrown off the bus because the driver said my copy of this book was so big he couldn’t see in his rearview mirror. Some kind of «safety hazard» according to him.
Sure, it’s a great book and all, but if you can’t take it along to read on the bus, what good is it?
Es lo que tienen estas cosas.
Hace mucho tiempo que no pongo las estadísticas. Las razones son diversas y no vienen ahora al caso, pero he decidido retomar tan encantadora costumbre (para los curiosos, las de meses anteriores están aquí). En el mes de octubre, pjorge.com recibió 122.337, el número más alto de los últimos 6 meses, aunque no alcanza al récord absoluto de 128.293 de marzo. La media sale de 3.946 visitas al día, con un pico de 4.703 el día 11. Las entradas más populares han sido:
No sé exactamente qué hace lo de Pinker en la lista.