Los amantes suicidas de Amijima, de Monzaemon Chikamatsu

Lo del teatro de muñecos (joruri) suena extraño y fascinante. No se trata de obras de títeres, donde prima la caricatura. Se trata de un teatro que aspira a tener la misma densidad que el teatro con personas pero empleando muñecos, música y un narrador habilidoso que relata la acción e interpreta las voces de todos los personajes. Debe ser todo un desafío para un autor escribir obras para actores que son poco más que bloques de madera inexpresivos.

Por lo visto a Monzaemon Chikamatsu le gustaban ese tipo de desafíos. Autor teatral de alrededores del siglo XVIII, es famoso por haber producido una larga obra y algunos le consideran el Shakespeare japonés (a su vez, otros consideran que Shakespeare es el Monzaemon Chikamatsu inglés). Según cuenta, en el teatro de muñecos el autor era una figura mucho más respetada que en el kabuki.

Los amantes suicidas de Amijima refiere la historia del comerciante Jihei y la geisha Koharu. No revelo nada si cuento que acaban suicidándose (aunque, más bien, él la mata a ella -con anuencia- y luego él se quita la vida), pero lo interesante de la obra es la razón.

Los amantes suicidas de Amijima es estrictamente realista (o todo lo realista que puede ser una obra que va a ser interpretada por muñecos) en su planteamiento y desarrollo. Jihei y Koharu mantienen una relación y han pactado su suicido. Sin embargo, Osan, la esposa de Jihei, ha convencido a Koharu para que finja no amar a Jihei y conseguir que éste regrese a sus obligaciones. Porque verán, no importa tanto que Jihei y Koharu se estén acostando como el hecho de que Jihei está desatendiendo su negocio y su casa. Por desgracias, intervenciones familiares no demasiado afortunadas dan al traste con los planes de Osan, a pesar de que ella parece ser la única persona con la cabeza en su sitio y con imaginación suficiente para resolver la situación.

El amor de Jihei y Koharu no es estrictamente imposible, sino más bien terriblemente inconveniente socialmente. En el contexto de la vida familiar, en la que suegro y suegra intervienen continuamente, el acto de Jihei amenaza con expulsarle del entramado social de sus parientes inmediatos. Ese destino parece peor que la muerte. De hecho, Jihei y Koharu se suicidan no por no poder vivir juntos, que podrían, sino porque de hacerlo no tendrían lugar en la sociedad. Y sin un lugar en la sociedad, bien podrían estar muertos. Es más, dedican parte de sus últimos minutos de vida en elucidar si morir de cierta forma es lo más adecuado, o si por atención a Osan, deberían hacerlo de otra forma. Entre frases líricas que declaran su amor más allá de la tumba, Jihei y Koharu discuten si deberían encontrar sus cuerpos juntos o no.

Me ha dejado una profunda sensación de curiosidad. No sólo por leer más de Chikamatsu (que por supuesto) sino por el propio teatro de muñecos. Me gustaría ver una representación, cosa que parece muy improbable. En su defecto, me pregunto si las habrá en DVD.

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