#43 A quiet life de Kenzaburo Oë

Todavía estoy buscando la palabra exacta. No es frialdad o distanciamiento, porque implicarían falta de emociones. No es eso. En esta novela hay emociones a raudales, pero están manejadas de una forma diferente, con una nivel de reflexión asombroso, como si fuesen sólo el primer paso de un complejo proceso de exploración y análisis. El efecto es como leer la vida de alguien que no vive del todo en el mundo que uno conoce, que habita una sociedad no del todo igual a la mía. En cualquier caso, el resultado es extraordinario. Una de esas novelas que al leerlas comprendes por qué al autor le han dado el premio Nobel.

La novela se llama A quiet life, una vida tranquila, que debe ser uno de los títulos más exactos y mentirosos que ha dado la literatura. Exacto, porque efectivamente todo sucede con una tranquilidad total y absoluta. Mentiroso porque realmente pasan muchas cosas, algunas de ellas dignas de un buen alarido. Sin embargo, los personajes, todos, parecen poseer la capacidad de dejar que las cosas vayan fluyendo, siguiendo un ritmo interno peculiar y extraño.

La narradora es Ma-chan, desde cuyo punto de vista lo vemos todo. Es de una ecuanimidad casi patológica, e incluso los malvados merecen a sus ojos una reflexión. Sus padres se han ido a Estados Unidos a pasar una temporada y ella se ha quedado sola cuidando de su hermano mayor, Eeyore, que padece algún tipo de retraso mental pero está dotado para la música, y su hermano menor, O-chan, que está preparando sus exámenes, por ciencias, para entrar en la universidad de Tokio. El padre es un famoso escritor, identificado sólo la inicial K, que sufre ocasionales ataques de depresión, que sólo puede aliviar escapando. Este último ha sido tan grave que incluso la madre se ha ido con él.

Ma-chan lo va apuntando todo en un diario, diario que luego descubrimos es precisamente el libro que estamos leyendo. En él anota las situaciones de todos los días, y los acontecimientos más o menos extraordinarios: funerales, capturas de violadores, encuentros con personajes más o menos siniestros, el reparto de octavillas por la situación en Polonia… También reflexiona sobre su hermano mayor, analiza obras (hay largas discusiones sobre Stalker y Céline), considera la situación de su hermano menor, las labores de su madre y el tremenda figura de su padre. Así, poco a poco, van surgiendo los caracteres de todos ellos. Sobre todo del padre, que Ma-chan va dibujando en la distancia.

Tengo la tentación de decir que el libro está escrito desapasionadamente. Pero no es cierto. Es todo lo contrario. Ma-chan y todos los miembros de su familia invierten mucha pasión en todo lo que hacen, pero esa pasión se manifiesta con esa serenidad que simultáneamente me resulta tan atractiva y tan curiosa. Pasan cosas, pero es un poco como si no pasasen, o como si sólo importasen en la medida en que afectan al carácter interno de cada uno. Sea como sea, el estilo de la obra es perfecto. Y me hace sentir una envidia brutal. Ni siquiera entiendo cómo lo hace. No es que me sepa incapaz de escribir frases que logren ese efecto, es que ni siquiera sé cómo lo ha hecho Oë.

Curiosamente, hay varias referencias a la ciencia ficción. La protagonista describe uno de sus estados mentales como «robotizarse». Así mismo, hay toda una sección titulada «niños abandonados de este planeta», donde, partiendo de la situación personal de los hermanos, se acaba concluyendo que todos somos niños abandonados en este mundo. Ya he citado Stalker, con alguna referencia a la novela, que sirve para conectar con una reflexión continua sobre el cristianismo.

Quizá alteridad sea la palabra que busco. No lo sé.

Un detalle curioso. Cuando compré este libro lo empecé a leer y lo dejé al poco tiempo porque me resultaba imposible. Hace poco lo volví a coger, lo empecé a leer y me enganchó precisamente el estilo que en su día me había repelido. Una vez terminado, me parece un retrato minucioso del ser humano. No sé si cambié yo o cambió el libro.

Éste es uno de mis 50 libros de 2004.

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Nouse

¿Se te cansan los brazos de tanto mover el ratón? Pues no te preocupes, porque es posible que pronto puedas controlar el ordenador empleando la nariz. ¿Los botones?, preguntas. Basta con parpadear. Es el nouse.

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Audition

Me encantan como hacen estas cosas. Audition está rodada con tanta tranquilidad que si uno no supiese que es una película de terror (porque lo dice en la carátula del DVD) y porque sale alguna imagen inquietante, casi podrías creer estar viendo una comedia agridulce. Incluso cuando llega el estallido de violencia final (una escena de tortura y mutilaciones con mucho tonos sexuales), hay tanta tranquilidad y precisión en el desarrollo de la escena que el efecto es todavía más impactante. Hemos visto muchos pies cortados en otras películas de terror, pero posiblemente ninguno cortado con tanto mimo y primor como aquí, y luego desechado con tanta desatención.

Aoyama, un viudo hombre negocios, decide un día volver a casarse (él, que ni siquiera se da cuenta de que tiene el amor delante de las narices). Todo por un comentario de su hijo -el nuevo Japón, en contraste con su padre que vive en un mundo que desaparece con rapidez- quien no parece tener ningún problema para ligar: les habla a las chicas sobre dinosaurios (por lo visto, esos trucos funcionan en Japón. Yo tengo un amigo que intentaba ligar hablándoles a las chicas de Java, pero no funcionaba igual de bien). El problema es que Aoyama no sabe por dónde empezar. Porque lo que realmente quiere es una amante esposa como las de antes. Pero nada, a su amigo se le ocurre la genial idea de montar una audición, con la excusa de una supuesta película, para encontrarle esposa.

Audition se puede entender de muchas formas, pero una muy evidente es el comentario de la posición de la mujer ante los ojos de esos dos hombres. Aoyama y su amigo no son malas personas, pero hay algo ciertamente sádicos en ese desfile de señoritas dispuestas a hacer cualquier cosa delante de esos dos caballeros. Sumisas son, un rato, y cualquiera de ellas sería una esposa perfecta. Pero Aoyama ya venía previamente encaprichado de Asami, quien parece la más perfecta de todos. Lo que no saben es que si Aoyama buscaba esposa, Asami buscaba…

Asami vive en un apartamento. Se sienta en el suelo y se mantiene cabizbaja aguardando continuamente. ¿El qué? Quizá que salte la trampa. Su única compañía: un saco blanco que se agita, retuerce y gruñe cuando suena el teléfono. ¿Qué hay en el saco? Quizá un antiguo amante mutilado. Quizá la propia Asami, encerrada en el papel que se espera de ella. Quizá su locura, que salta cuando suena la alarma. Como sea, lo impresionante es verla erguirse y sonreír cuando sabe que todo se ha puesto en marcha.

Porque verán, Aoyama ha quedado definitivamente atrapado. Aún sabiendo que algo no va bien, incluso desestimando las protestas de su amigo, se interna en un mundo complejo, hecho de recuerdos del pasado de Asami (¿abusaron de ella o abusó ella de alguien para convertirlo en su acosador? ¿Asesinó a una persona? ¿Es sádica o masoquista? ¿O es ambas cosas a la vez?) y un laberinto de sueños -con sueños dentro de sueños- que tejen una red mortal. ¿Cuánto de lo que vemos es real, cuánto producto de la imaginación de Aoyama?

La pobre Asami sólo quiere que la amen incondicionalmente. Como eso es imposible, se venga, diseccionando con cuidado a su víctima viva. ¿Es un fantasma de una sociedad antigua al que sólo puede derrotar la nueva sociedad? Quizá.

Ya he hablado de la tranquilidad de la película. También me gusta su sentido del humor, que se combina con la tragedia. El guión y el director van entrelazando temas, pasando de la sátira social al comentario feminista. Un detalle interesante es que Aoyama es un buen hombre, y un padre preocupado; y tampoco está nada claro que Asami sea ontológicamente mala. Y el final -que no voy a discutir, aunque ya me gustaría- ofrece una de esos golpes brutalmente irónicos que me voy encontrando habitualmente en las obras japonesas. Debe ser cultural.

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El mito de Bourne

Considerando lo poco que me gustó la primera película, ¿qué hacía yo en una sala de cine viendo la continuación El mito de Bourne? Baste decir que de pesares como éste y otros está compuesta la existencia humana.

En cuanto a la película, es marginalmente mejor que la primera. A saber, se eleva un palmo por encima del fango. Carece de la más mínima originalidad (todos los elementos son clichés robados de otras múltiples películas de espías; por ejemplo, apenas empezar ya le han matado a la novia -pobre Franka Potente- para que la venganza esté clara) y la «trama» se resuelve de la forma más previsible posible (el malo maloso aparece al principio con un gigantesco cartel en la cabeza que lo señala como tal) y el plan de los malos es absolutamente idiota (si no hubiesen pretendido implicar a Bourne se hubiesen salido con la suya) y la CIA es idiota (creer que es un agente superentrenado como Bourne cometería el error de dejar una huella). Hay momentos muy graciosos (cómo volar una casa con una tostadora) y los habituales intentos patéticos de dotar el personaje de profundidad moral (Bourne no tiene ningún reparo en dejar un reguero de coches destrozados y cadáveres mutilados a su paso, pero luego no mata a los malos malos de verdad porque no es lo que ella «hubiese querido». Aparentemente la pobre se pirraba por tullir a inocentes transeúntes que pasaban por allí).

Lo malo no es que la película sea tonta, porque películas tontas las hay a montones. El problema es que es tonta mientras la ves, que ya es un pecado capital. Bueno, lo de ver es un decir, porque como un 40% de la película no se puede ver. La escenas de acción y pelea están montadas a fragmentos no ya cortos, sino cortísimos, casi infinitesimales, y es imposible hacerse una idea de lo que está pasando. El director parece pensar que emoción significa mostrar confusión. Por eso, los mejores momentos son aquellos en que Bourne juega al gato y al ratón con sus antiguos jefes. En la distancia y con cierta inteligencia.

No dudo que harán más películas de Bourne (supongo que el hombre tendrá pasado suficiente para ir minándolo durante muchos años más) pero estaría bien que la próxima vez intentasen escribir un guión antes de pasar a la sala de montaje.

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