Un toque de azufre

Un toque de azufre es la bitácora de Antonio Trashorras. Cómics, cine, literatura y demás subculturas. Cosas siempre interesantes, como el libro Dibujos en el vacío: claves del cine japonés de animación que voy a intentar conseguir (he mirado en una librería de internet, pero los gastos de envío salen tan caros que casi me puedo comprar otro).

(vía La cárcel de papel)

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El difuso concepto del espacio y el tiempo

Los teléfonos móviles cambian muchas cosas. Y entre ellas, nuestros conceptos del espacio y el tiempo. Ya no es preciso quedar a una hora concreta en un lugar determinado. Basta con algunas aproximaciones para que acabemos convergiendo a un lugar. Mizuko Ito lo discute en Mobiles and the appropriation of place:

Mobile phones have revolutionized the experience of arranging meetings in urban space. In the past, landmarks and pre-arranged times were the points that coordinated action and convergence in urban space. People would decide on a particular place and time to meet, and converge at that time and place. I recall hours spent at landmarks such as Hachiko Square in Shibuya or Roppongi crossing, making occasional forays to a payphone to check for messages at home or at a friend’s home. Now teens and twenty-somethings generally do not set a fixed time and place for a meeting. Rather, they initially agree on a general time and place (Shibuya, Saturday late afternoon), and exchange approximately 5 to 15 messages that progressively narrow in on a precise time and place, two or more points eventually converging in a coordinated dance through the urban jungle. As the meeting time nears, contact via messaging and voice becomes more concentrated, eventually culminating in face-to-face contact.

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While all planned encounters have always had some element of prior contact (making a phone call to arrange a meeting, confirming by email, etc.) and post contact (saying thanks the next time you call or meet), the mobile phone makes the situation of «a gathering» extend more obviously beyond the parameters of a face-to-face encounter and interaction. Even as these practices challenge existing norms of propriety and place, they set up new manners and ways of being together. These are the new senses of place being constructed as a hybrid between co-located and remote social contact. Urban space has become highly personalized, no longer a site of anonymity. Young people are in social contact even when alone, coordinating a meeting with a friend, sharing information about a shopping conquest, a celebrity sighting, a photo of their entrée, or just killing time in a texting chat as they ride the train home. Even as the urban environment is being homogenized by the latest franchise influx, mobile phones become devices for customizing and personalizing even the most generic of urban places.

Todo eso fundamentado en observaciones de Japón, donde el uso del móvil está muy extendido. Sería interesante saber cuál es la situación en España, por ejemplo.

(vía Many-to-Many)

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Yo, robot

Antes que nada, vamos a quitarnos el espinoso tema de Asimov de encima. Esta película no traiciona el espíritu de su obra. Esta película coge el espíritu de la obra de Asimov y lo arrastra por el fango más asqueroso durante dos horas. Luego, para mayor ignominia, le orina encima antes de apalearlo hasta la muerte. Y no contento con ello, luego se dedica a un repugnante acto de necrofilia. «Sugerida por el libro de Asimov» se atreven a escribir al final. ¿Qué libro?, se pregunta uno.

Porque verán, el doctor sería todo lo que ustedes quieran literariamente, pero tonto no lo era. Sus historias de robots intentaban tratar el tema en serio, soslayando clichés que ya eran viejos cuando se escribió la primera historia de ciencia ficción. Se impuso a sí mismo las tres leyes, y luego se puso a demostrar cómo esas tres leyes daban mucho juego para la reflexión y el entretenimiento inteligente. Como buen fabulador, demostraba que las restricciones autoimpuestas están lejos de ser limitaciones sino elementos liberadores. Sacar robots que intentan matar seres humanos simplemente va contra el espíritu de Asimov y ningún «sugerido por» va a cambiar eso. Incluso cuando sus robots se inventaron la ley cero, la aplicaron con sutileza, paciencia e inteligencia. Peor aún, sacar robots que corren por la calle matando gente es una ordinariez.

Vale.

¿Qué hay de la película? Pues nada, una más de la morralla de películas de acción veraniegas que podría ser moderadamente interesante si uno no ha visto otras 20.000 películas iguales antes (y las que nos quedan). Es un cóctel bastardo que toma todos los clichés (algunos ya eran viejos cuando Matusalén no pasaba del metro veinte) de las películas de policías (suspenden al protagonista y le retiran la placa), películas de acción (persecuciones interminables y un malo incapaz de matar al bueno aunque lo intente veinte veces) y la ciencia ficción (robots que se rebelan, científico muerto por su creación, discusiones sobre el déficit de corazón de los robots y otros muchos) y los mezcla intentando que la combinación resulte original. No lo es, claro, porque no se intenta inyectar ni la más mínima dosis de ingenio. No dudo que el director y los guionistas en su casas sean tíos muy creativos, pero ya se sabe que dinero en forma de gran prespuesto tiene la capacidad de lobotomizar.

La trama es estúpida, de esas que sólo pueden funcionar si todos los personajes son absolutamente idiotas. Lo peor no es eso, porque se puede soportar una película con trama estúpida que se revela como tal reflexionando después de verla. En Yo, robot la trama es estúpida ya desde el inicio y los pasos posteriores de la investigación no hacen sino confirmarlo. Para que no se note, los guionistas meten de vez en cuando una escena de acción. Lo típico: te tiramos un edificio encima, te perseguimos en el coche, nos comemos a tu gato… ah, no, eso no lo hace; hubiese sido interesante.

Si insisten, la cosa va de un padre que envía a dos de sus creaciones al bosque a seguir unas miguitas de pan y encontrar a la bruja mala. Sí, la misma película reconoce estar adaptando Hansel y Gretel. También adaptan el nuevo testamento: uno de los personajes es el Mesías, otro el Bautista. Incluso sale el pueblo elegido peregrinando por el desierto.

Por desgracia, lo que acabo de escribir hace que la película parezca interesante. No es así. Son puros espejismos, fragmentos de inteligencia muerta y fósil, como mariposas clavadas a un corcho, que los creadores han repartido por la cinta para intentar darle una profundidad que no tiene. Su misión es atrapar al intelecto haciéndole creer que hay señal en el ruido.

Will Smith es con diferencia lo peor de esta película. Su personaje es odioso, insulso, tonto y odioso (sí, dos veces). Es patético verle intentar ser gracioso. Sus chistes sin chispa no hacen más que distraer y restar interés a sus escenas. Con otro actor la película podría haber ganado algo, con él se hunde irremediablemente. Will Smith le roba a Yo, robot cualquier pretensión de ser inteligente. Es más, podría argumentarse que él es el responsable directo del desastre. La necesidad de pagar su sueldo, y por tanto recuperar todo ese dinero, obliga a hacer la película así y no de otra forma.

El personaje de Susan Calvin es para llorar cuando uno se acuerda del homónimo literario. Aquella mujer era una verdadera hija de puta, una cabrona con dos cojones que controlaba todo lo que pasaba en aquella empresa. Nadie se movía si Susan Calvin no lo decidía. Aquello sí que era frialdad. El maniquí que hace de S.C. en la peli cree que mostrar frialdad es no mover ni un músculo y mantenerse rígida como una viga. Es muchas ocasiones es indistinguible de los robots que la rodean. Es más, en muchas ocasiones los robots parecen claramente más vivos. A esta S.C. sí que le tendrían que meter algunas nanomáquinas en el cerebro. Evidentemente, no le harían ningún daño y posiblemente aliviasen su anhedonia.

Como la película es perfectamente predecible, al final, inevitablemente, todos los protagonistas acaban colgados de una gran altura luchando contra una horda de cienes y cienes de millones de robots. Los robots, que son idiotas, luchan con las manos. Contra humanos, dirán ustedes, sí, pero… Al final el bueno se carga al malo (¿de verdad lo consideran un spoiler?) y el otro bueno recibe finalmente el reconocimiento del bueno bueno. Aunque eso sí, le espera la cruz.

Yo, robot no hace reflexionar. Adormece varias zonas del cerebro. Su tratamiento de los robots es tan antiguo que básicamente repite lo que uno quiere oír. Se la ha comparado con Inteligencia Artificial. No sé en qué, francamente. IA no era un gran cosa, pero estaba hecha con atención a los detalles y a la historia, y con bastante más rigor e inteligencia.

Después de esto tengo claro que a Alex Proyas (a pesar de que Yo, robot visualmente tiene uno o dos momentos y los 5 primeros minutos, para ver el mundo del futuro que han diseñado, se pueden ver) Dark City se la hicieron. O ese día andaba inspirado. O es uno de esos directores de una sola película. En cuanto a los guionistas, deberían ocultarse bajo una roca. No por el argumento, eso les vino dado ya lo sabemos, sino por los diálogos. Uno no exige diálogos con triple e incluso cuádruple interpretación, como en Buffy, pero si al menos frases que no sonrojen. Aquí los diálogos son tan penosos que más de un crío de cinco años tiene una discurso infinitamente más fascinante, y un episodio de Pokemon contiene mayor riqueza expresiva.

Lo peor: Will Smith.

Lo peor (II): Will Smith.

Lo mejor: El robot paseando los perros

En resumen: Es simplemente mala.

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