El arca rusa
El arca rusa es todo un tour de force, una idea asombrosa ejecutada con una precisión y maestría que quedan manifiestas en la pantalla: la historia de los últimos 300 años de Rusia a través de los ojos del Hermitage, y un misterioso caballero europeo que hace comentarios punzante, rodada en una única toma continua que dura todo el metraje de la película. Cuidadosamente ensayada, parece que salió bien a la tercera o cuarta vez, durante un sólo día en que dispusieron del museo para rodar (evidentemente, había que cerrarlo).
El resultado es impresionante, hipnótico y cautivador. Seguimos el punto de vista de la cámara, y la sensación de inmediatez, a medida que se van entrecruzando las épocas, es sobrecogedora. No es una película en ningún sentido convencional, pero es toda una experiencia que demuestra el poder de las técnicas cinematográficas. Una idea brillante ejecutada con convicción.
La historia rusa está llena de crueldades. Pero la película se cuida mucho de mostrárnoslas. Prefiere enseñarnos escenas y fragmentos casi anodinos, con la convicción de que el conocimiento de lo que sucedió después llenará la escena de ironía. En ese aspecto, una de las más efectivas es el desayuno de la última familia imperial.
La película concluye con una nota de tristeza en medio de un espectacular baile. No en vano, salen 2000 personas en la película y tres orquestas.