Misión cumplida
La chica se llama Sabrina. Aparece hoy en portada de un diario nacional con una tremenda sonrisa de Joker y haciendo un gesto que se entiende un OK rotundo y sin contemplaciones. A su lado, el cadáver de un iraquí (que también tiene nombre, se llamaba Al Jamadi). Es posible que muriese torturado por la soldadesca americana. Dice el comentario periodístico que la imagen es macabra. Sin embargo, creo que su gesto delanta la honda satisfacción, el orgullo interior que se siente al haber cumplido con el deber. Ali puede que esté muerto, luctuoso y lamentable hecho del que alguien se hará responsable para que a continuación no pase absolutamente nada (qué tiempos aquellos en que hacerse responsable de algo significaba también aceptar algún tipo de penitencia), pero al menos ha muerto libre y demócrata, en lugar de morir esclavizado por un tirano. La diferencia es sutil pero no por ello menos importante. Quién sabe, de no haber intervenido la coalición internacional puede que el hombre hubiese muerto a manos de los carniceros de Sadam. Y claro, puestos a morir, ¿no preferirían ustedes morir debidamente liberados y democratizados a base de bombas? Y no me digan que esta guerra no tenía nada de democrática: tres señores, nada menos que tres, votaron en las Azores la decisión de emprenderla. En ese punto se alcanzó, quizá sorpresivamente, la unanimidad.
Sólo me queda una duda. La chica, Sabrina, me recuerda con esa sonrisa a las no menos sonrientes señoritas que en los supermercados te ofrecen unas lonchitas de jamón o unos taquitos de queso en plan degustación. Con ese gesto parece estar avalando la calidad del producto y me entrar un terrible desasosiego: ¿era Abu Ghraib un supermercado? Si así fuese, por desgracias los fiambres eran humanos.