Soy republicano

Soy republicano (aclaro que no me vale cualquier república, tiene que ser democrática y respetuosa con los derechos humanos). Desde mi punto de vista, eso significa que me parece maravilloso que la gente se case e igualmente divino que la gente no se case. Y ahí termina mi preocupación por los novios a menos que me inviten al banquete, porque francamente en las bodas me lo paso bien y normalmente disfruto de la comida.

Pero aparentemente estoy en franca minoría. Estos días paseándome por la red descubro a muchos protestando porque un hijo de una familia real se casa. Es más, algunos parecen considerar que definirse republicanos les da derecho a ser groseros, soeces y a exhibir un machismo que yo consideraba más propio de un cavernícola de chiste. ¿Son ellos los republicanos de verdad? ¿Estoy equivocado por completo? ¿Debería cambiarme y definirme como patafísico o algo?

Aclaro que en realidad soy más bien republicano de corazón. Porque aparte de la condición anteriormente expuesta me gustaría también tener una república con unos políticos con cierto fundamento. Sin embargo, observando a algunos miembros de nuestra fauna parlamentaria y pensando que alguno de ellos podría acabar como presidente de una república española, me entra un sudor frío que me recorre todo el espinazo. La verdad es que para eso prefiero a un señor que ocupa un puesto más bien decorativo y no tiene más adscripciones políticas que haber jurado la constitución. Ustedes perdonarán mi vulgar pragmatismo.

Se me objetará que el gasto de la boda sí merece interés y consideración. Efectivamente, es bueno que los ciudadanos se pregunten en qué se gasta su dinero. Ahora bien, y francamente, esa partida en especial no ocupa precisamente el lugar más alto en mi lista particular de dispendios públicos que merecen mi atención. Ojalá, el único problema del país fuese cuánto cuesta una boda.

A los que la boda les parezca emocionante, les deseo que la disfruten con salud. Yo leeré un libro o me pasearé por Barcelona. Tampoco hay que comerse tanto la cabeza.

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