Esperaba ir a esta película, entretenerme y reírme un rato. Lo que no esperaba era no sólo entretenerme y reírme sino disfrutar tanto del simple hecho de mirarla. No sólo está rodada con mucho estilo y gracia, encadenando situaciones resueltas con mucho ingenio, sino que además se trata de una película francamente bonita. Desde el comienzo cuando la protagonista, La Novia, se acerca a una casa que parece de caramelo, hasta el final, un duelo a katanas en un precioso jardín japonés cubierto de nieve, la película es una pura delicia visual.
Tarantino cuenta su historia de venganza, repleta de personajes deliciosamente extravagantes y ocurrencias imposibles, mezclando referencias, géneros y comentarios. Desde unos asesinos que llevan antifaz, hasta interrumpir la película para pasar a los dibujos animados para narrar el origen de un personaje, nada le detiene. La violencia es de caricatura, tan absoluta y deliberadamente exagerada que no molesta en absoluto. Los miembros amputados y los chorros de sangre son de lo más normal, pero causan más risa que otra cosa (que es lo que pretenden). Curiosamente, las escenas de violencia más impactantes se producen en el fragmento de dibujos animados. El dibujo animado permite destacar elementos concretos y en este caso consigue transmitir el horror, acompañado de claustrofobia, que está sufriendo el personaje protagonista de ese segmento.
El resultado final es francamente muy bueno. Lo que logra Tarantino es una curiosa película divertida y bonita, que además transmite el sentido épico de una historia y la naturaleza del personaje central. Lo hace apenas sin diálogo y con algunas pocas narraciones para ponernos en situación. En su mezcla de género, y en el juego continuo de referencias, incluso termina con un tremendo cliffhanger en espera de la continuación.
Mi escena favorita: la del bar de sushi de Okinawa.
[Estoy escuchando: «When I Grow Too Old to Dream» de Nat King Cole and His Trio en el disco After Midnight [Bonus Tracks]]