El pulpo abrelata

Vale, no abre lata. Simplemente, ha aprendido a desenroscar la tapa de un bote de gambas. Bueno, tampoco está tan mal. Es sólo un pulpo:

Five-month-old Frida opens the jars by pressing her body on the lid and grasping the sides with her eight tentacles.

She unscrews the lid by repeatedly twisting her body.

«Depending on how tight the lid is, it takes her anything from 10 seconds to an hour to get it off,» said Frank Mueller, head of the aquarium at the Hellabrunn Zoo in Munich.

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Buffy no more

Ya es oficial, Sara Michelle Gellar no volverá a la serie cuando termine la séptima temporada, lo que significa, claro está, el final de Buffy en esta encarnación. Quedan ahora los rumores de spin-off y demás. Y no dudo que el equipo creativo, empezando por Joss Whedon, sean capaces de crear otras series extraordinarias. Pero, como se dice en estos casos: una era acaba de acabar.

Al menos, siempre nos quedará Angel. Si no termina en la cuarta temporada.

(vía WHEDONesque)

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Libros nuevos

Hemos recibido un par de libros nuevos.

Freedom Evolves de Daniel C. Dennett:

In this text, Daniel Dennett shows that human freedom is not an illusion; it is an objective phenomenon, distinct from all other biological conditions and found only in one species – us. There was a time on this planet when it didn’t exist, quite recently in fact. It had to evolve like every other feature of the biosphere and it continues to evolve today. Dennett shows that far from there being an incompatibility between contemporary science and the traditional vision of freedom and morality, it is only recently that science has advanced to the point where we can see how we came to have our unique kind of freedom.

The Electric Meme. A new Theory of How We Think de Roibert Aunger:

From biology to culture to the new new economy, the buzzword on everyone’s lips is «meme.» How do animals learn things? How does human culture evolve? How does viral marketing work? The answer to these disparate questions and even to what is the nature of thought itself is, simply, the meme. For decades researchers have been convinced that memes were The Next Big Thing for the understanding of society and ourselves. But no one has so far been able to define what they are. Until now.

Here, for the first time, Robert Aunger outlines what a meme physically is, how memes originated, how they developed, and how they have made our brains into their survival systems. They are thoughts. They are parasites. They are in control. A meme is a distinct pattern of electrical charges in a node in our brains that reproduces a thousand times faster than a bacterium. Memes have found ways to leap from one brain to another. A number of them are being replicated in your brain as you read this paragraph.

In 1976 the biologist Richard Dawkins suggested that all animals — including humans — are puppets and that genes hold the strings. That is, we are robots serving as life support for the genes that control us. And all they want to do is replicate themselves. But then, we do lots of things that don’t seem to help genes replicate. We decide not to have children, we waste our time doing dangerous things like mountain climbing, or boring things like reading, or stupid things like smoking that don’t seem to help genes get copied into the next generation. We do all sorts of cultural things for reasons that don’t seem to have anything to do with genes. Fashions in sports, books, clothes, ideas, politics, lifestyles come and go and give our lives meaning, so how can we be gene robots?

Dawkins recognized that something else was going on. We communicate with one another and we get ideas, and these ideas seem to have a life of their own. Maybe there was something called memes that were like thought genes. Maybe our bodies were gene robots and our minds were meme robots. That would mean that what we think is not the result of our own creativity, but rather the result of the evolutionary flow of memes as they wash through us.

What is the biological reality of an idea with a life of its own? What is a thought gene? It’s a meme. And no one before Robert Aunger has established what it physically must be. This elegant, paradigm-shifting analysis identifies how memes replicate in our brains, how they evolved, and how they use artifacts like books and photographs and advertisements to get from one brain to another. Destined to inflame arguments about free will, open doors to new ways of sharing our thoughts, and provide a revolutionary explanation of consciousness, The Electric Meme will change the way each of us thinks about our minds, our cultures, and our daily choices.

He leído el primer capítulo del de Dennett y parece muy interesante.

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El programador postmoderno

Leyendo The Desktop Fishbowl me encuentro a Charles Miller habla de las entrevistas de trabajo. Son terrible, efectivamente. Recuerdo que en una ocasión tuve que hacer una completamente en inglés (no, no me dieron el trabajo). Bueno, en todo caso, me he encontrado con este texto que habla del Programador postmoderno. Suena divertido.

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Bitácoras en La voz de Galicia

Ayer, La voz de Galicia se acercó al mundo de las bitácoras en un amplio artículo de dos páginas publicado en su suplemento El Buscador. Se trata de uno de esos artículos serios, firmado por Francisco Doménech con gráficos de Álvaro Valiño, que se acercan al material desde varios puntos de vista, que ofrecen consejos prácticos y que pretender ser ante todo una presentación del fenómeno. Vamos, que pocas veces…

El punto de partida, claro, es la venta de Pyra a Google. El mismo titular parte de ahí: «Las bitácoras seducen al rey de Internet». Lo cual, sólo demuestra una cosa: al menos la venta habrá servido para llamar la atención sobre las bitácoras, sobre todo en España. No es poco, aunque no dudo que los ingenieros de Google consigan mucho más (aquí y aquí).

El artículo se las arregla para cubrir varias bases simultáneamente. Describe las curiosas circunstancias alrededor de la noticia de la divulgación de la noticia de la compra de Blogger: anunciado en bitácoras, difundido por bitácoras, con un propietario escribiéndolo, en vivo, en su propia bitácora. También plantea las críticas, pueden llegar a ser diarios íntimos sin mayor interés, y las posibilidades, para lo que cuenta con la experta opinión de Víctor Ruiz, creador de Blogalia (la impresionante comunidad que permite la publicación fácil de bitácoras en español).

El artículo termina:

En EEUU los blogs ya han demostrado su poder para mantener un escándalo vivo, incluso cuadno los medios tradicionales dejar de seguir el tema. En España las bitácoras han canalizado ideas críticas con las autoridades en el caso del Prestige y en la crisis de Irak. También se han sumado a la movilización social con una protesta simbólica: han logrado que Google responda «Exigimos responsabilidades» cuando se le pregunta por el Prestige. Decenas de bitácoras se han puesto de acuerdo para incluir enlaces a una misma página con ese título reivindicativo. Así, está queda la primera en el ránking de Google cuando se buscan páginas en español que contengan el nombre del petrolero. El truco da una pista de por qué el gigante de Internet se ha interesado en las hormiguitas que mueven la información de blog a blog.

El resto del espacio se dedica a una especie de guía práctica asombrosamente completa: características de las bitácoras (rápidas y globales, sencillas, gratuitas), una descripción anatómica (usando de ejemplo tintachina), una guía paso a paso para crear una bitácora (en Blogger, claro), una explicación de las diferencias entre una página web convencional y una bitácora y una lista de enlaces de interés.

Y todo se completa con un pequeño texto de Víctor R. Ruiz (otra vez 🙂 llamado «Blogger: el poder de los enlaces».

Vamos, muy completa la aproximación, muy ordenada, bien explicada y clara. Para los interesados, el reportaje se puede conseguir en formato PDF en la página de Blogalia.

Como bitacorero, a los implicados en este reportaje, gracias.


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Las horas

Hay veces que ves películas malas y en otras ocasiones ves películas absolutamente repugnantes. Ser una película mala no es lo mismo que ser una película repugnante. Para ser repugnante se necesita ir un poco más allá. Las horas es una de esas películas absolutamente repugnantes.

No es sólo que la película sea más falsa que una moneda de 22 euros, no es sólo que no haya en ella ni una sola emoción verdadera, no es sólo que ninguno de los personajes se comporte con la mínima naturalidad, no es sólo que sea literaria en el peor sentido de la palabra. Los personajes hablan como si estuviesen declamando desde un púlpito y considerando la posibilidad de grabar sus palabras en piedra. No es sólo que la película sea totalmente artificial, pedante, pretenciosa y carente de cualquier intención de iluminar o explorar la vida de sus personajes. Lo tendría difícil, porque no hay vida en ninguno de ellos (exceptuando el interpretado por Claire Danes, un soplo de aire fresco cuando aparece), que no pasan de ser marionetas de las manipulaciones del director, quien te dicta una y otra vez (con interminables planos de los ojos de un niño, por ejemplo) lo que debes sentir.

No, no es sólo eso.

Lo absolutamente repugnante de la película es el mensaje: no hay nada como una buena depresión para tener una rica vida interior, que una buena depresión (y si está acompañada por algún otro trastorno mental, mejor) te aparta definitivamente de la mediocridad de la existencia. La depresión es una enfermedad terrible, no una tuberculosis del siglo veintiuno para que culturetas y seudointelectualoides la conviertan en la nueva marca del romanticismo. Supongo que no pretendían tal cosa, supongo que deseaban dar otro mensaje, pero el resultado final es ése (en ese aspecto, me recuerda a Una mente maravillosa que tenía la desverguenza de contarte que lo mejor para ser una genio era tener una buena esquizofrenia y dejar la medicación). Tal es así, que la película maltrata sin piedad a los maridos de las protagonistas -hasta el punto casi de acusarlos de ser responsables de lo que sucede- por el altísimo crimen de pretender llevar vidas normales y querer a sus mujeres.

Ver Las horas es como contemplar un accidente de tráfico. Es absolutamente fascinante seguir el desarrollo de un desastre de tales proporciones. Pero esa fascinación no borra el hecho de que lo que presenciamos es lamentable.

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