Actualización: parece que el ministerio ha rectificado y finalmente no limitará el número de óvulos a fecundar.
Se ha hablado mucho de la decisión gubernamental de permitir ciertas investigaciones con embriones congelados, dando así salida a un montón de ellos almacenados por ahí y que hasta ahora habitaban un vacío legal. Es un avance importante que en el futuro podría permitir nuevos tratamientos y ayudar a muchas personas. Por desgracia, tal decisión se enmarca en un proyecto de reforma de ley que planea implementar importantes limitaciones a un tratamiento ya existente y que ayuda a muchas parejas cada año: la fecundación in vitro. La cuestión no es baladí y el plan del gobierno es muy preocupante: limitar a tres los óvulos fecundados. Ya El País recogía, el día 26 de julio en la página 23, las declaraciones del Josep Remohí, codirector del IVI de Valencia, uno de los mejores centros de tratamiento in vitro de España, que calificaba la decisión de «un paso adelante en investigación y tres atrás en tratamientos». Más abajo, Rafael Bernabeu, de la clínica Bernabeu de Alicante, explicaba más detalladamente las razones:
Pese a guardar cierta cautela hasta conocer con detalle el anteproyecto que modificará la ley de reproducción asistida y mostrar esperanzas en que, en casos excepcionales, se autorice rebasar el listón de tres óvulos, esta limitación causó «sorpresa» entre los especialistas en fecundación asistida, como reconocía ayer Rafael Bernabeu, responsable de la Clínica Bernabeu de Alicante. «El legislador, o no ha sido bien informado o ha atendido a razones extramédicas» ya que la medida llevará aparejada «un descenso en la tasa de éxitos» y «condenará a las parejas a repetir los ciclos». Bernabeu apuntó que de cada 10 ovocitos extraídos de una mujer de unos 30 años, sólo hay ocho maduros y, de ellos, entre cinco y seis podrán ser fecundados. Una vez fecundados, un 20% no evoluciona, por lo que sólo dos o tres embriones podrán ser implantados en el útero con garantías y la tasa de éxito será del 35% o 40%, es decir, uno o dos fetos. Por ello, «limitar a tres los fecundados es excesivamente parco».
Es decir, un ciclo típico es una carrera en la que los embriones fecundados se van quedando por el camino empezando con 10 u ocho, que son las cifras óptimas que se obtienen habitualmente en España (muchas parejas no tienen esa suerte). Por tanto, si sólo se fecundan 3, hay muchas posibilidades de no obtener ningún embrión que pueda llegar a implantarse. O quedarse con sólo uno, lo que reduciría mucho las posibilidades y devolvería la reproducción asistida a la época de Louise Brown.
Hoy mismo El Mundo se hace eco de la indignación de las parejas infértiles ante este anteproyecto y reproduce las declaraciones de María José González, presidenta de la Asociación Española para Problemas de Infertilidad CERES:
A juicio de González, si con la ley actual se necesitan cuatro fecundaciones «in vitro» de media para quedarse embarazada, con la nueva ley se necesitarán entre ocho y 10 intentos de media, con el consiguiente riesgo para la salud de la mujer y la multiplicación del gasto económico que ello conlleva.
«Nos están clavando la aguja y retorciéndola», apostilló lapresidenta de CERES, quien explicó que el coste de salud de las mujeres que se someten a fecundaciones «in vitro» es muy alto y esta ley «duplicará su sufrimiento».
María José González condenó esta modificación legal y dijo que de aprobarse sería «un retraso inmenso en las técnicas de reproducción asistida». «Esperamos que mañana, si se reúne la Comisión de Reproducción Humana Asistida, se replantee este proyecto y dé marcha atrás en lo que a número de embriones permitidos se refiere, antes de la tramitación en las Cortes», insistió.
También enlaza El Mundo a un análisis donde se comenta el estado de la reproducción asistida en la sanidad pública. La realidad es que muchas parejas deben recurrir a la vía privada (para no hacerse viejos en la lista de espera) y pagar unos 3.500 euros por tratamiento:
Aunque los precios varían en función del problema de esterilidad que presente la pareja, de la edad de la mujer o de si la sanidad de su Comunidad financia la medicación, cada ciclo de FIV suele costar entre 3.000 y 5.000 euros. Pero uno no basta: habitualmente la paciente ha de someterse a dos o tres para conseguir quedarse embarazada.
La pretensión del anteproyecto es limitar el número de embarazos múltiples. Pero en ese caso, limitar el número de óvulos fecundados lo conseguirá pero a costa de no conseguir embarazos. Para empezar, no todos los embriones son iguales y se gradúan en distintas calidades. Se comprueba el grado de fragmentación y también el número de células, entre otros factores. Un embrión muy fragmentado tiene menos posibilidades y si se ha dividido muy despacio -o muy rápido- tampoco es bueno. Normalmente se transfieren los mejores (no es lo mismo transferir que implantar. Ojalá se implantasen todos los embriones transferidos. Durante la transferencia, los embriones se colocan en el útero de la mujer. Si alguno de ellos implanta tenemos embarazo y un feto) y el número a transferir depende también de muchos factores. Entre los más importantes: la calidad de los embriones obtenidos y la edad de la mujer. No es lo mismo una mujer joven que una más mayor, ni tampoco es lo mismo tener varios embriones de calidad excelente que tener algunos de calidad media. Por tanto, se ve que estamos ante un asunto de casuística en la que es preciso estudiar cada situación en particular y cada paciente en especial. Es imposible establecer normas generales que deban aplicarse a todas las mujeres.
Es evidente que fecundando sólo tres óvulos es imposible garantizar que se obtengan embriones de calidad adecuada. Primero, nada garantiza la fecundación y nada garantiza la supervivencia de los embriones fecundados.
¿Hay otras formas de evitar los embarazos múltiples? Pues sí, por ejemplo manteniendo los embriones en cultivos hasta alcanzar la fase de blastocisto. Eso garantizaría mejores posibilidades de éxito (al no haber muerto antes de llegar a esa fase y por tanto ser, en principio, los de mejor calidad) y presagia una mejor implantación. En esa situación, quizá bastaría con transferir dos con posibilidades muy razonables de que implante uno de ellos. Es decir, para limitar los embarazos múltiples sería mejor promover la llegada a esa fase (que requiere más pericia técnica por parte del equipo de laboratorio y por supuesto más equipamiento). Practica que se está extendiendo por las clínicas más avanzadas y que de momento es la apuesta más segura para limitar los embarazos multiples.
Otra pretensión de la ley es limitar la acumulación de embriones congelados. Habría varias formas de conseguirlo también sin tener que limitar el número de embriones fecundados. Por ejemplo, llevar a blastocistos los embriones no transferidos y luego congelar los que puedan ser viables y que pudiesen sobrevivir a la congelación. De la misma forma, podría no congelarse los embriones de muy baja calidad a menos que la pareja lo solicitase.
Pero en cuanto a la congelación, hay que recordar un detalle: un ciclo con embriones congelados es mucho menos duro para la mujer que un ciclo con embriones frescos (que exigiría una fase inicial de estimulación ovárica). De la misma forma, disponer de embriones congelados ofrece a la pareja la posibilidad de intentar tener un hijo posteriormente sin verse forzada a someterse a todo el ciclo.
Por desgracia, con el planteamiento de sólo fecundar tres embriones la opción de ir a blastocistos desaparece. Para ello, habría que esperar hasta el 5º o 6º día después de la fecundación. Partiendo de 5 embriones de buena calidad es muy posible que lleguen 1 o 2, quizá 3 si hay suerte (lo que ya reduciría el número de embriones que se pueden transferir). Si empezamos con 3 de calidad desconocida, ¿quién se arriesgaría a perderlos todos intentando llegar a blastocistos?
En España, de hecho, ya se aplica una política muy razonable en la estimulación ovárica de la mujer. En los ciclos españoles lo habitual es recuperar entre 8 y 10 óvulos en un buen ciclo (en Estados Unidos pueden llegar fácilmente a la veintena) lo que, con las cifras ya expuestas, reduce mucho las posibilidades de tener embriones sobrantes. De hecho, normalmente sólo se transfieren 2 ó 3 embriones, y si el caso de la mujer lo exige, se llega a cuatro.
Espero que haya quedado claro por qué reducir la fecundación de embriones a tres es una barbaridad y condena a muchas parejas a la infertilidad. El proceso es complejo y requeriría examinar la situación y el historial de la paciente y los problemas de infertilidad que sufra la pareja (si la infertilidad se debe a la calidad del semen las tasas de fecundación de los óvulos pueden ser mucho más reducidas). Por tanto, debería ser el equipo médico, de acuerdo con la pareja, el encargado de decidir cuánto óvulos fecundar y cuántos embriones transferir, no aplicar una ley draconiana que destruiría la reproducción asistida en España.
En un mundo ideal no existirían los embarazos no deseados. Ni tampoco habría niños maltratados ni descuidados por sus padres. Tampoco habría parejas deseosas de tener hijos que no pueden cumplir su sueño. Por desgracia, no vivimos en ese mundo ideal y la reproducción asistida se convierte en una esperanza y un derecho.
¿El anteproyecto se basa en mala información o en otra razón? Informarse sobre reproducción asistida es muy fácil, basta con preguntarle a cualquier médico que se ocupe del tema. Sin embargo, el proyecto exhibe una característica que da que pensar. La limitación de fecundar sólo tres óvulos se ofrece en Estados Unidos a parejas con fuertes convicciones religiosas y se practica en clínicas que ofrecen servicios a esas personas. De tal forma, no se viola ningún precepto religioso y la pareja puede estar tranquila. ¿Es eso lo que ha sucedido en España? ¿Está el gobierno imponiendo a miles de españoles una forma de hacer las cosas que en lugar de fundamentarse en la realidad médica se sustenta sobre el dogma religioso? Espero que no, pero no puedo dejar de dudar…
El mismo día 26 El Mundo publicaba un editorial titulado: «Embriones: una reforma que debería satisfacer a todos». Me temo que el editorialista no estaba bien informado sobre las complejidades de la fecundación in vitro y se olvidaba de la insatisfacción de un amplio colectivo de españoles. En cualquier caso, tengo la esperanza de que durante su tramitación las limitaciones de esta ley se corrijan.