Televisión Española demostró anoche, una vez más, que no le importa pisotear la cultura, apalear la inteligencia y defecar con alegría sobre la razón. Me refiero a que emitieron un nuevo episodio de la serie Planeta Encantado. En esta ocasión, centrado en la vida de Jesucristo y aún más delirante que los anteriores.
JJ es capaz de fijar con precisión de minutos acontecimientos que se produjeron hace mil años (totalmente en plan Expediente X: «30 de abril a las 16:15». ¿Hora penínsular?, me preguntaba yo. ¿Hora de Jerusalén?) . Más aún, citaba con precisión las palabras exactas que dijo Jesús -al contrario que las registradas en los evangelios, que están todas falseadas- sin decir en ningún momento cuál era la fuente de esas citas. Evidentemente, al final uno se daba cuenta de que estaba contando su novela Caballo de Troya como si se tratase de una realidad.
Por suerte, seguimos teniendo a Luis Alfonso Gámez para comentar el programa. Una muestra:
El periodista se saca de la manga un Jesús de ficción que se salvó por los pelos de «la sangrienta represión de Herodes», quien, según él, habría matado a «dieciséis niños de Belén» a la caza del futuro rey de los judíos. Un Mesías que jamás se perdió en el templo, sino que pasó esos tres días «en casa de su amigo Lázaro, en Betania», y que, a los 27 años, recorrió de incógnito «el Mediterráneo y parte de Oriente», en un envidiable viaje de estudios con escalas en Alejandría, Creta, Cartago, Roma, Atenas, Damasco, Babilonia… Y aquí es donde sale Benítez en el Coliseo romano, pletórico, diciéndonos que en las gradas de ese anfiteatro se sentó Jesús a ver los juegos a principios de la tercera década del siglo I. Cuando le comenté la anécdota al periodista y arqueólogo Julio Arrieta, me tomó por loco: «¿Qué dices? ¿En serio? ¡No puede ser!». Mi memoria es bastante mala mientras que la de Arrieta funciona con precisión suiza, así que inocentemente le pregunté por qué, tras lo cual me caí del caballo, como Pablo camino de Damasco, pero de risa. «Difícilmente pudo estar Jesús -ni él ni nadie- en el Coliseo entonces porque todavía no existía el edificio. En los tiempos en que Jesús debía andar currando con su viejo en la carpintería, el lugar donde se iba a construir el anfiteatro era una laguna», me explicó Arrieta, quien añadió que el edificio se empezó a levantar en 72 y se inauguró en 80. Estamos, una vez más, ante un jugoso fruto del ‘periodismo de investigación’ que practica Benítez, a quien 8 millones de euros no dan para mirar en una enciclopedia o preguntar a un historiador.
El autor de ‘Caballo de Troya’ nos cuenta después que Jesús no se retiró cuarenta días y cuarenta noches al desierto, sino que pasó ese tiempo «con sencillos beduinos». Además, si no hizo nada por evitar la ejecución de Juan Bautista, fue porque éste le hacía sombra y le venía bien quitárselo de en medio. Todo ello según los mismos misteriosos informantes que sientan a Jesús en un Coliseo inexistente y que permiten a Benítez datar hechos bíblicos con una fiabilidad digna del arzobispo anglicano James Ussher, quien en el siglo XVII llegó a la conclusión de que Dios creó el Universo a las nueve de la mañana del 23 de octubre de 4004 antes de nuestra era. Así, el ufólogo asegura que la escena bíblica en la cual Jesús expulsa a los mercaderes del templo -otra falsificación de los hechos, dice, ya que no hubo latigazos ni nada parecido- ocurrió el 30 de abril del año 30 y data al minuto dos de «las apariciones del resucitado» que la Iglesia «ha silenciado». Los dos episodios ‘post mortem’ son, junto a la escena del Coliseo, lo mejor del episodio, ya que el creador de misterios pone en boca de Jesús palabras en las que aboga por la igualdad de mujeres y hombres entre sus mensajeros y afirma que su doctrina no es propiedad de un pueblo determinado, sino de todos los seres humanos. Benítez no sólo oculta a los espectadores quiénes son sus informantes, sino que además también les escatima el hecho de que las ‘bonitas’ y políticamente correctas frases que pronuncia su Mesías televisivo, así como las fechas que él da, provienen de la saga ‘Caballo de Troya’. Vamos, que estamos ante una novela, simple y llanamente ficción.
Lo peor, claro, es que todo esto se paga con dinero público. No sé cuánto costará producir un programa de Los Morancos, pero si se trataba de crear una serie de humor, el quinto evangelista es todavía peor que esos dos ilustres representantes del humor patrio. Pero la cosa es aún mejor: ¡ya están vendiendo las series en los quioscos! El negocio es perfecto.
El programita, con su Jesús que se daba unos atracones de viajar, me recordó aquel chiste sobre aquel tipo que contaba que Jesús aprovechaba bien el tiempo yendo de un lado a otro en avión. Cuando le dijeron que en esa época no había aviones, el respondió «Vaya, y a mí que siempre me habían dicho que Poncio era Piloto».