Terry Pratchett es un magnífico escritor, incluso cuando escribe para niños. O quizá, en este caso, especialmente cuando escribe para niños. ¿Por qué escribir novelas del Mundodisco para niños?, podría preguntarse uno si considerase que el humor de serie principal es sólo para los niños. Sin embargo, las novelas de la serie «adulta» de Mundodisco son cada vez más complejas y elaboradas, y tratan temas más serios siempre con la ironía que caracteriza al autor. Pero es evidente, como buen escritor satírico, que Pratchett considera que dice, riéndose, cosas muy importante. Tan importante, que los niños también deberían enterarse.
The Wee Free Men es la segunda novela del Mundodisco orientada al público más juvenil. En resumen, cuenta la historia de Tiffany, una niña bruja que ha crecido en un territorio que no debería tener brujas. La caliza, comprendan, no es buena base para nada. Sin embargo, es bruja, y poderosa, porque su abuela también lo era. Un día se encuentra con los Wee Free Men, hombrecitos de unos 15 centímetros de alto, de color azul, con muy mal carácter, bastante dispuestos a pelearse con quien sea y que sólo temen a los abogados. El problema es que cierto mundo, una especie de región de los sueños, está entrando en contacto con la realidad del Mundodisco y amenaza con invadirlo. Peor aún, la Reina de ese mundo ha secuestrado al hermano de Tiffany, y uno no le quita a una bruja lo que es suyo.
De la contraportada:
There’s trouble on the Aching farm – a monster in the river, a headless horseman in the driveway and nightmares spreading down from the hills. And now Tiffany Aching’s little brother has been stolen by the Queen of the Fairies (although Tiffany doesn’t think this is entirely a bad thing).
Tiffany’s got to get him back. To help her, she has a weapon (a frying pan), her granny’s magic book (well, Diseases of the Sheep, actually) and –
‘Crivens! Whut aboot us, ye daftie!’
– oh, yes. She’s also got the Nac Mac Feegle, the Wee Free Men, the fightin’, thievin’, tiny blue-skinned pictsies who were thrown out of Fairyland for being Drunk and Disorderly . . .
A wise, witty and wonderfully inventive adventure set in the Discworld
The Wee Free Men en sus poco más de trescientas páginas va de muchas cosas. En principio, una serie de temas muy queridos para Terry Pratchett. En primer lugar, sobre las ideologías, esas ideas que asumimos como verdaderas y condicionan nuestro pensamiento. Sólo que en las novelas de Pratchett las ideologías están representadas por los cuentos infantiles, que nos dicen cosas como que las señoras mayores que viven solas son todas unas brujas comeniños, que encajar un zapato de cristal es una buena forma de escoger esposa, que los niños son valientes y a las niñas hay que rescatarlas o que las niñas de bien no deben apartarse del camino trazado so pena de encontrarse con el lobo.
No es nuevo. Brujas de viaje ya iba de eso, de como los humanos somos animales narrativos, y que nada nos gusta más que una buena historia. Nos consideramos héroes principales de nuestras vidas, y creemos que la existencia se ajusta a una cierta historia. El poder de los cuentos para ajustar nuestra mente a ciertos patrones se criticaba ya en esa novela, y vuelve a criticarse en ésta, reforzándose el mensaje.
Porque, y ése es el otro tema, ser un bruja en los libros del Mundodisco no tiene nada que ver con la magia. Es decir, las brujas del Mundodisco son muy capaces de usar la magia, pero sólo si es estrictamente necesario. Pero en realidad, el poder de esas brujas radica en que usan la cabeza. No se dejan influir por lo cuentos. Tienen primera visión y segunda idea. Es decir, ven lo que efectivamente tienen delante y no lo que creen que deberían ver. Y también piensan en lo que piensa, y reflexionan sobre el proceso de reflexionar. De hecho, las brujas del Mundodisco son grandes defensoras de la razón. La racionalidad es su mejor arma.
Y finalmente, hay cierta sensación budista en el libro. No se trata, en realidad, de ser una bruja todo el tiempo. Hay que abrir los ojos, y ver las cosas tal y como son. Pero sólo cuando es necesario. La mayor parte del tiempo, es mejor tener los ojos cerrados y vivir la vida como en un sueño, porque el peso de la realidad sería intolerable. La mejor reflexión es en ocasiones no reflexionar y ejecutar las tareas diarias sin plantearse nada más. Como esos monjes que alcanzan la iluminación mientras trabajan en el jardín.
Releyendo este texto, me doy cuenta de que he hecho que el libro suene demasiado serio. Nada más lejos de la realidad (achaquen estas reflexiones a que las obras de Terry Pratchett me dan siempre mucho que pensar). En primer lugar, es tremendamente divertido. Tiffany, una niña de nueve años, es un gran personaje, y los Wee Free Men, modelados basándose en las hormigas, son un grupo encantador. La trama es ágil, el lenguaje exquisito, las invenciones totalmente fantásticas, las reflexiones interesantes y la conclusión perfecta como siempre. Es decir, es otra de las grandes obras del maestro. Un hombre al que se le acusa, con toda la razón del mundo, de hacer literatura.
Y una cita final:
We sleepwalk through our lives, because how could we live if we were always that awake-
Por cierto, gracias de nuevo Staurt, yo salí ganando, lo tengo claro 🙂
<
p class=»media»>[Estoy escuchando: «Brought Down» de Thin Lizzy en el disco Shades Of A Blue Orphanage]