The Power of Babel, de John McWhorter

Hace muchos años estuve matriculado en filología inglesa. Fue después de terminar física. El conjunto de circunstancias es complejo, pero pesó sobre todo una fascinación de antiguo por el mecanismo de la literatura. Además, después de estudiar física, ponerse a mirar crítica literaria o lingüística era así como muy relajado. Pero a lo que iba. La asignatura que más me interesó fue lingüística y desde entonces me queda mucha curiosidad por las muchas formas que adopta el lenguaje humano. Dada esa situación, no es de extraña que este libro me resultara fascinante.

En The Power of Babel. A Natural History of Language de John McWhorter realiza una introducción las lenguas, a su evolución, sus cambios, sus diversas formas y manifestaciones. Lo hace con muchísimo sentido del humor e ingenio, yéndose en ocasiones por las ramas, para volver de inmediato al tema central, con alguna excursión.

Por ejemplo, en la introducción cuenta su primer amor, con una niña de cuatro años en el parvulario. Un día, descubrió que Shirley, que así se llamaba la amada, hablaba con sus padres de una forma totalmente incomprensible. Johnny quedó totalmente abatido al descubrir que había gente en el mundo que hablaba de otra forma qué él no podía entender. La lengua en cuestión era hebreo, y de ahí a intentar comprenderlo, ganar una fascinación por las lenguas extranjeras y dedicarse a estudiar lingüística no media más que la carrera de toda una vida.

El punto de partida del libro es la evolución del lenguaje. Se inicia con el supuesto de que en algún momento, hace unos 150.000 años, existió una lengua común hablada por todos los componentes de la especie humana de aquel momento. La posterior evolución de esa lengua fue dando lugar a todos los idiomas que hoy conocemos, y a los otros muchos que se quedaron por el camino, ya fuese por extinción o porque a su vez mutaron a otra cosa. El punto de partida es metafóricamente biológico, aunque el autor no se pronuncia sobre el innatismo del lenguaje o no (de hecho, recomienda dos libros opuestos sobre el tema: The Language Instinct de Steven Pinker y The Symbolic Species de Terrence W. Deacon) aunque ciertamente parece asumir ciertos detalles innatos (después de todo, se necesita un cerebro para hablar una lengua).

En la introducción el autor ya presenta una idea con grandes consecuencias posteriormente. Disipa nuestra percepción habitual de que una lengua es como las instrucciones del Monopoly. En algún lugar, hay unas paginitas que contienen la forma correcta de jugar al Monopoly, aunque nadie las use en realidad y cada uno juegue a una ligera variación del Monopoly. Aprendemos pronto, normalmente por imposición escolar, que nuestra lengua es como el Monopoly, que hay una forma correcta -en nuestro caso, protegida en una caja fuerte con paredes de cuatro metros de espesor enterrada en una bóveda acorazada en el sótano de la Real Academia- de la lengua que hablamos y que lo demás son variaciones más o menos incorrectas.

Por desgracia, esa imagen es demasiado simple. Las lenguas son seres vivos que evolucionan, se transforman y cambian continuamente. Decir que una versión de cierta lengua es correcta significa limitarla a un periodo de tiempo muy específico y a un conjunto de hablantes muy específico. Que no hay nada más natural que el cambio continuo de las lenguas:

[…] Language is actually analogous to cloud formations. We look at a cloud formation with full awareness of its inherently transitory nature: we know that if we look up again in an hour, the formation will almost certainly be different and that if it isn’t, then this is due to an unusually windless interval that will surely not last long. Language does not change that fast, of course, but it changes just as inevitably and completely over time. Language is an inherently dynamic, rather than static, living entity. One sees or hears that said occasionally, but usually in reference to the inherent liveliness of slang or to the fact that language is used by living beings and rooted in changing cultures. Both of there things are truee, but they are only a beginning: language is as changeable an entity as cloud formations even in its mundanest, most «vanilla» aspects such as the words dog or since. Even when we say any of these things, we are utilizaing a system that is eternally mutating, in a slow but inexorable process of becoming a new system entirely, like the lava in one of those lava lamps fromt he ’70s.

Con ese punto de partida, el autor se lanza a explorar las posteriores evoluciones de la primera lengua. Pero eso ya es otro capítulo.

De la contraportada:

There can be few subjects of such widespread interest and fascination to anyone who reads as the strange ways of languages. In this wonderfully entertaining and fascinating book, John McWhorter shares his expertise as a linguist (in both senses: he both teaches linguistics at UC Berkeley and speaks half-a-dozen languages fluently) to introduce us to ‘the natural history of language’: to Russonorsk, a creole of Russian and Norwegian once spoken by trading fur trappers, the ways in which Yiddish – a dialect of German – has been influenced by the grammar of Polish and an Australian Aboriginal language which only has three verbs. Along the way we learn how English absorbed French at two stages of its history, giving us the Norman French ‘warranty’ and the standard French ‘guarantee’, that Japanese has been infused with Chinese vocabulary at four distinct periods, and why Danish, Norwegian and Swedish are best regarded as three dialects of Scandinavian.Witty, brilliant and authoritative, this book is a must for anyone who is interested in language, as sheerly enjoyable as non-fiction gets.

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Esta entrada tiene un comentario

  1. JJ

    Si que dan ganas de leerlo…

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