Le sacan 2.000 dólares a una niña de 12 años
Las compañias discográficas americanas agrupadas en la RIAA iniciaron poco su particular campaña contra los las personas que compran sus productos. Uno que está a favor de cierto monopolio intelectual, que la sociedad te concede a cambio de que crees y distribuyas tu creación, y considera necesario que los artistas estén adecudamente retribuidos, se revuelve sin embargo ante lo que es claramente un abuso de la legislación de protección de derechos de autor. Esto de perseguir a niños por copiar canciones sonaría a broma pesada si no le hubiese costado a la familia sus buenos 2.000 dólares.
Comprendo que a uno le moleste que su negocio se esté desmoronando y que desee preservarlo como sea. Por desgracia, es más difícil entender que no admitan la parte de la culpa que tienen al vender un producto mucho más caro de lo que cuesta producirlo y cuando intentan engañarnos haciendo la cuenta de la vieja y considerando cada copia realizada como una venta perdida. Las cuestiones que rodean a los derechos de autor son muy complejas y equilibrarlas es muy difícil. No se trata de que todo sea gratis, pero tampoco se trata de ir con la ley en la mano abusando de los demás. Y mira que lo de las copias es un problema que ya se ha planteado en varias ocasiones y se ha resuelto con un esquema de licencias obligatorias. Pero parece que esta vez se niegan.
Yo no copio, básicamente porque los discos que tengo en casa me bastan y me sobran. Tampoco compro demasiados discos, pero me planteo comprar aún menos (sobre todo ahora que me van a cobrar los cedés vírgenes más caros aunque los use para grabar mis traducciones). Después de todo, a lo mejor consigo reunir 2.000 dólares a base de no comprar discos.
[Estoy escuchando: «I Swear It (I Can Change) – Violent Femmes» de South Park en el disco Bigger Longer & Uncut]