Lara Croft Tomb Raider: La cuna de la vida
Esta película es totalmente asombrosa. De hecho, hay que verla para creerla, aunque no le recomiendo a nadie que la vea. De verdad, hagan cualquier otra cosa: por ejemplo, mirar durante dos horas como una mancha de humedad se extiende por una pared. Les aseguro que se divertirán más. Mucho, mucho más.
Lo increíble de esta película es que pueda contener tantas secuencias de acción, tantos tiros, tantos monstruos y a la vez pueda ser tan mortalmente aburrida. No funciona ni una sola escena. ¡Cuéntenlas! Ni una. Lara Croft, o más bien el hombre con bragas que interpreta a Lara Croft en las escenas de acción, puede desafiar todas las leyes de la física en pantalla y no causar la más pequeña emoción que cualquier chapuzas de Hollywood podría obtener con una simple carrera de coches bien planificada. Nada. Cero. Nothing.
En cierta forma, es todo un triunfo para su director que haya conseguido crear una película tan absolutamente carente de entretenimiento. En años venideros, los futuros directores de cine la estudiarán con detalle porque en ella se puede aprender todo lo que se precisa no hacer para crear una película de acción.
No ayuda nada, además, que Angelina Jolie tenga todo el rato cara de querer estar en otra parte. De hecho, cambia tan poco de expresión que su papel lo hubiese podido interpretar igual de bien, incluso mejor, una de esas figuras de cartón a tamaño natural que se ven en las tiendas de cómics -siempre que le pusiesen la suficiente silicona, claro.
No es que la película sea estúpida. Claro que lo es. Como lo son practicamente todas las películas de acción. Uno no va a verlas para meditar sobre la vida y la muerte. Uno va a entretenerse. Pero parece que ni eso son ya capaces de hacer.
En momento así uno echa de menos a Indiana Jones.
[Estoy escuchando: «1-2» de Various Artists en el disco Rurouni Kenshin – The Best Collection]