Coleccionable

Septiembre está casi sobre nosotros (lo que en Galicia significa que dará comienzo ese tiempo tenebroso, oscuro, frío y lluvioso que aquí llaman un invierno normal y que dura aproximadamente hasta finales de mayo) y por tanto los quioscos se inundan de coleccionables.

Recuerdo cuando era pequeño y los únicos coleccionables eran la consabida enciclopedia y el curso de inglés (por cierto, yo aprendí inglés con un curso de esos. De la BBC, para más señas). ¡Cómo han cambiado las cosas! ¡Cómo hemos avanzado! Ahora la llegada de septiembre no es el triste páramo de mi infancia sino toda una fiesta. ¡Cuánto ingenio se derrocha en esos coleccionables! Conchas, cascos militares de todas las épocas, soldados de plomo de las guerras del siglo viente, relojes de pulsera de colección, plumas, muñecas, mosaicos, obras de Julio Verne… Vamos, detallarlos todos sería como embarcarse en una de esas maravillosamente caóticas enumeraciones borgeanas.

Pues bien, mi exploración de hoy se saldó con la compra del primer número de voces del Jazz. Tres discos que están bien por muy poco dinero (en su día me hice enterita la colección de Blue Note y también la de Clásicos de Grecia y Roma). Pero he encontrado un coleccionable absolutamente maravilloso, estupendo, genial, que adoraría tener, poseer y atesorar:

Madelmans.

Madelmans de todo tipo, carácter y condición. ¡Cómo jugué con ellos cuando era pequeño! El Madelman buzo que vi hoy salía baratito, pero hice una cuenta rápida y la colección completa me salía por una fortuna. ¡Pero son tan geniales!

¿No habrá algún alma caritativa que me saque de mi sufrimiento y me suscriba a la colección? Vale, ya me lo suponía.

Por cierto, también se habla de coleccionables aquí y aquí.

[Estoy escuchando: «Close My Eyes» de Cowboy Junkies en el disco Open]

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