Monty Python’s Flying Circus

Acabo de darme cuenta de que Cioran es como los Monty Python: los dos son grandes alivios para la depresión. Leer una página de Cioran devuelven la alegría de vivir, aunque sólo sea por unos minutos. Pues con la serie de televisión de los Monty Python pasa otro cuarto de lo mismo. Durante los minutos que dura un episodio te ves transportado a una realidad alternativa donde todo parece normal pero las leyes habituales de la lógica o la propiedad no se aplican. Supongo que se trata de un tipo de humor que sólo pueden hacer los ingleses, ultraeducados y culturizados, en el que perfectos hombre pilares de la rígida sociedad de clases británica se ponen de pronto a hacer tonterías. O quizá no sea más que esa misma sociedad llevada al extremo. Un humor más bien tirando a irónico, sin completar jamás el sketch (algo lo interrumpe cuando parece que va a llegar la línea final), con múltiples toques de surrealismo, con momentos absolutamente geniales: e.g., las dos marujas que discuten de Sartre en una lavandería y que deciden dando un paseo a Francia para que el autor les resuelva una duda.

Y mi preferido, claro está, como no podía ser otro: el sketch del loro muerto. La reclamación de un hombre que acaba de morir y se queja ante dios, al que la deidad engaña y al que incluso le sermonean los revisores de trenes.

Pues hoy me he pasado por el Corte Inglés y he comprado los ocho dvds que han sacado hasta ahora con los capítulos de la serie (sólo hay tres temporadas y media, así que supongo que no queda mucho para acabar). Me han hecho el 20%, así que me he ahorrado un pico y de todas formas, salen muy baratos para la diversión que ofrecen.

[Estoy escuchando: «Contrapunctus 9, a 4, alla Duodecima» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. I]

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