The Fifth Elephant

Empecemos por lo negativo: no pertenece a los buenos libros de la serie. Tampoco es de los malos (el peor de todos, La luz fantástica, es difícil de superar). Digamos que se sitúa en un honroso puesto medio, con el suficiente interés para hacer disfrutar al lector, pero sin la capacidad para montar la trama y cimentar la discusión que Pratchet mostró, por ejemplo, en Jingo (por ser un libro con temática relacionada, siendo un estudio del patriotismo).

Básicamente, The Fifth Elephant va de la diplomacia, de la naturaleza de la política, de la preservación de las tradiciones, y de como las tradiciones van cambiando y ajustándose a los tiempos para poder permanecer fieles a sí mismas. Pratchett sabe manejar varios temas de ese estilo simultáneamente, y como un hábil malabarista los mantiene en el aire aparentemente sin esfuerzo. Como muchos de los libros recientes de la serie, es casi infinitamente citable, y Pratchett reflexiona sin tapujos, escudándose en que su mundo es de fantasía, sobre la realidad de nuestro presente.

Por desgracia, la novela no alcanza por sí misma la solidez de las mejores. La trama está bien: el futuro está llegando y Ankh-Morpork (el Londres o la Nueva York del Mundodisco) debe establecer relaciones diplomáticas con Uberwald (la Transilvania del Mundodisco) ante la coronación del nuevo rey de los enanos. Por desgracia, Uberwald es un país dominado por tres fracciones que viven en precario equilibrio: vampiros, hombres lobos y enanos, y también un país anclado en viejas tradiciones y lastrado por un régimen político que se niega a morir. Pues, al Patricio de Ankh-Morpork no se le ocurre otra brillante idea que enviar a Sam Vimes, de la guardia, (en su calidad de barón) como embajador.

Por supuesto, muchas discusiones sobre el poder, sobre todo cómo ejercerlo sin ejercerlo (un tema que a Pratchett le encanta y que a tratado varias veces, especialmente en Brujas de viaje), la naturaleza de los reyes, el origen de los políticos (en Uberwald la futura clase política estará formada por vampiros que han descubierto que realmente no desean tanto chupar sangre como tener el control), la crianza aristocrática, el juego justo, los peligros de la globalización y también sus ventajas. Y, como siempre, la necesidad de una legislación internacional.

De entre los personajes, Zanahoria y Angua están muy pobremente utilizados. Angua como excusa argumental (su familia procede de Uberwald) y Zanahoria para mostrar de nuevo cómo ejerce sus poderes reales sin querer convertirse en rey. Vimes y su esposa Sybill son sin embargo los personajes que van dibujándose mejor. Genial, como siempre, el Patricio e impagable su charla con el Leonardo da Vinci del Mundodisco (un hombre capaz de esbozar un arma de destrucción inimaginable junto a un boceto sobre la fragilidad de la sonrisa humana) cuando le pide que diseñe un código de cifrado que el enemigo pueda descifrar, porque claro, ¿qué sentido tiene un código que no te permite hacer que el enemigo crea saber lo que tú crees saber sobre ellos?

Ah, olvidaba lo del quinto elefante del título. Resulta que el Mundodisco se sostiene sobre cuatro elefantes que a su vez se apoyan sobre una tortuga gigantesca que navega por el cosmos. Pues bien, hubo un quinto elefante que perdió el apoyo y fue a estrellarse en el mismo Mundodisco, creando los continentes actuales y la gran riqueza minera de Uberwald. Como comprenderán, un elefante capaz de sostener un mundo no está hecho de materiales normales: mucho hierro, oro y mucha, mucha, grasa (el producto estrella de las exportaciones de Uberwald).

[Estoy escuchando: «Contrapunctus 14» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. II]

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Los ángeles de Charlie: al límite

De la misma forma que hay personas tan poderosas que pueden permitirse el lujo de mostrarse débiles, y personas tan ricas que pueden vivir como pobres, Los ángeles de Charlie: Al límite pretende demostrarnos que hay mujeres tan absolutamente liberadas que pueden permitirse el lujo de mostrarse como el sueño masturbatorio de muchos varones. Perdonen mi escepticismo en esta ocasión. No dudo que esas actrices estén más que liberadas, no opino lo mismo de los personajes que representan en la pantalla.

Pero ése no es más que un tema incidental, porque la película no merece siquiera discutir si es feminista o no. No es nada, así de simple. No hay ni el más mínimo argumento, ni trama, ni idea mínima para sostener las interminables escenas de acción. Simplemente hay un encadenamiento de momentos que se suceden sin ton ni son y que parecen estar diseñados para garantizar el disfrute máximo de las intérpretes. Lástima que se olvidasen del disfrute de los espectadores.

Para ser justos, la película no pretende ser nada más que nada. Es decir, ha perdido toda pretensión de contar una historia y se limita a comentarse a sí misma (es increíble la cantidad de referencias que la película contiene con respecto su propia estructura, actrices, convenciones y demás) y a parodiar todo lo que se le pone por delante, especialmente el género de las películas de acción. ¿Pero qué sentido tiene semejante parodia cuando el género de las películas de acción se parodia a sí mismo continuamente? Por ejemplo, la única parodia realmente efectiva es la que le dedican a CSI, porque claro, esa serie pretende ser seria y por tanto se puede hacer humor a su costa. ¿Tiene sentido hacer un chiste de un chiste?

Curiosamente, es también una de esas películas donde la mala o el malo de turno tiene mejores argumentos que los héroes o las heroínas. ¿El ángel negro no está más liberado al no obedecer las órdenes de dios… digo, Charlie? (la película también está llena de referencias a dios, el diablo, el infierno, el cielo y demás). Por otra parte, los ángeles están tan liberadas que sólo otro ángel, renegado, puede hacerles sombra.

¿Son imaginaciones mías o el malo, masculino, es Robbie Williams?

John Cleese sale un momento y pone una cara genial. Lástima que aparezca tan poco. Por cierto, cómo ha cambiado físicamente este hombre; se hace difícil creer que sea el mismo de Monty Python y Fawlty Towers.

[Estoy escuchando: «Contrapunctus 13, a 3» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. II]

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¿Qué haces tú aquí, una gaviota en Madrid?

Rvr anuncia su inmediata partida, este mismo domingo, con destino a Madrid. Su misión, que ya ha decidido aceptar, es trabajar en el Centro de Astrobiología. Mucha suerte.

[Estoy escuchando: «Canon alla Decima in Contrapuncto alla Terza» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. II]

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La liga de caballero extraordinarios

Hablé ayer de Piratas del Caribe comentando que la crítica la ponía bastante bien (mejor de lo esperado, más bien). La que no parece haber corrido tan buena suerte es la versión cinematográfica del cómic La liga de caballero extraordinarios. Según Ebert, que le da un 1 sobre cuatro:

«The League of Extraordinary Gentlemen» assembles a splendid team of heroes to battle a plan for world domination, and then, just when it seems about to become a real corker of an adventure movie, plunges into incomprehensible action, idiotic dialogue, inexplicable motivations, causes without effects, effects without causes, and general lunacy. What a mess.

Mientras que Berardinelli le da un 2,5 sobre cuatro y dice:

In an action-packed summer, The League of Extraordinary Gentlemen gets outclassed at nearly every turn. This is ’80s style action – lots of fist-fights and low-thrill stuff. It doesn’t come close to matching the special effects-saturated roller coasters that the average recent action/adventure excursions take us on. Speaking of the effects, «special» doesn’t really apply here. The League of Extraordinary Gentlemen looks low-budget, as if all of the money was spent hiring Connery. The most embarrassing example of an effects miscalculation is Jason Flemyng’s Mr. Hyde, which looks like a low-rent Hulk without the green skin. Watching this awkward and ill-conceived creation is enough to cause even the most serious viewer to fall victim to uncontrollable fits of laughter. After seeing Mr. Hyde, no one will ever again consider calling the Hulk’s appearance «unconvincing.»

The Flick Filosopher se dedica a parodiarla directamente.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Contrapunctus 14» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. II]

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Laxe

La última vez que nos fuimos de fin de semana, fernand0 se quejó de que no pusiésemos fotos de comida. Por tanto, este fin de semana tuvimos la precaución de parar en un restaurante. Fue en Laxe, el sábado, y se llama Casa do Arco. Tienen un amplio salón que te permite almorzar mirando al mar. Por lo demás, Laxe es un pueblo muy bonito, bastante bien conservado y con una playa espléndida aunque todavía con algún rastro de chapapote (o quizá fuesen imaginaciones mías). Tomamos:

Mejillones rellenos:

Almejas:

Cigalas:

Y langosta a la plancha:

Todo delicioso.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Inversus a 3» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. II]

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Defiende los derechos de los Brights

¿Que quiénes son los brights? Pues lo cuenta nada menos que Daniel C. Dennet en «The Bright Stuff» (es preciso registrarse gratuitamente):

A bright is a person with a naturalist as opposed to a supernaturalist world view. We brights don’t believe in ghosts or elves or the Easter Bunny – or God. We disagree about many things, and hold a variety of views about morality, politics and the meaning of life, but we share a disbelief in black magic – and life after death.

Un momentín. Me pregunto ahora mismo si soy un bright. Aparentemente los brights (que es sustantivo, no adjetivo, es decir, la forma correcta es «Soy un bright» no «Soy bright») no creen en elementos sobrenaturales. Supongo que el término operativo en este contexto es precisamente ése: creer. Es decir, en mi concepción del mundo todos son creencias y por tanto decir «Dios no existe» es una creencia tan bien fundamentada, o tan mal, como «Dios existe». Y eso es directamente situándome fuera del discurso científico, porque dentro la situación es igual de mala. No creo que la existencia de Dios se pueda demostrar científicamente (es decir, «Dios existe» no me parece falsable) y los negativos no se pueden probar. Por tanto, ¿creo en Dios? Pues no, la verdad, pero tampoco puedo ofrecer más razón que el simple hecho de que no me gusta nada la idea de un dios creador del universo. O al menos del dios judeocristiano, que hay otros dioses (como el dios taoista de Smullyan o el dios de Robert Wright en Non Zero) en los que estaría dispuesto a creer (y ojo, estar dispuesto no es lo mismo que creer). Desde mi punto de vista, si dios existe todo es posible. Por otra parte, si dios existe, mi petición es que abdique de inmediato y se forme la república del universo para dirigir los asuntos importantes. Vamos, que me identifico completamente con la corriente de Woody Allen cuando decía que para dios él era la leal oposición. Pues eso.

En lo demás, pues más o menos igual. No creo en nada sobrenatural, ni en la vida después de la muerte ni en el conejo de pascua. Por otra parte, no creer no es lo mismo que demostrar su inexistencia (cosa que no puedo hacer). En resumen, que el mundo en general me parece un conjunto de creencias, algunas de ellas muy efectivas y otras no tanto. ¿Soy un bright? Pues viendo lo que dice Dennett sí, porque no sólo pide una creencia. Básicamente, no creo en ninguna de las cosas en la lista de cosas a no creer.

Terminado con este asunto, vayamos al origen del término. Ateos y agnósticos en Estados Unidos han descubierto que esos dos términos están tan marcados que su uso implica casi de inmediato el ostracismo social, por tanto, han tomado prestada una página del manual homosexual para luchar contra la discriminación y se han apropiado de una palabra con connotaciones positivas (como los gays hicieron, precisamente, con gay). Pretenden implatar el uso de la palabra e ir extendiéndolo, de forma que puedan reclamar los derechos de los brights.

¿Derechos?

Pues sí, el derecho de los brights a no creer, es decir a que se respeten sus creencias sobre lo sobrenatural (es decir, la ausencia de creencias) como se respetan las creencias de los demás. ¿Por qué?

Most brights don’t play the «aggressive atheist» role. We don’t want to turn every conversation into a debate about religion, and we don’t want to offend our friends and neighbors, and so we maintain a diplomatic silence.

But the price is political impotence. Politicians don’t think they even have to pay us lip service, and leaders who wouldn’t be caught dead making religious or ethnic slurs don’t hesitate to disparage the «godless» among us.

From the White House down, bright-bashing is seen as a low-risk vote-getter. And, of course, the assault isn’t only rhetorical: the Bush administration has advocated changes in government rules and policies to increase the role of religious organizations in daily life, a serious subversion of the Constitution. It is time to halt this erosion and to take a stand: the United States is not a religious state, it is a secular state that tolerates all religions and — yes — all manner of nonreligious ethical beliefs as well.

En España, me temo, está sucediendo algo similar. Si bien en Europa el tema religioso no está tan presente como en Estados Unidos, en nuestro propio país ya han implantado obligatoriamente la religiosidad en las escuelas: el concepto de que el estado natural humano es tener una religión, sea la que sea. ¿Nos empieza a hacer falta un movimiento bright?

[Estoy escuchando: «Contrapunctus I» de Juilliard String Quartet en el disco Bach — Die Kunst Der Fuge, Vol. I]

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