El testimonio de Yarfoz de Rafael Sánchez Ferlosio
Curiosamente, me encanta Rafael Sánchez Ferlosio como ensayista y no me atraen nada sus novelas. No dudo que se traten de prejuicios contra las novelas en general: a medida que me hago mayor voy a descubrir que la ficción me interesa menos y mé gusta más el ensayo. Sin embargo, esta novela es una excepción: desde que se publicó me ha llamado mucho la atención. Quizá sea el asunto del hidráulico.
Yarfoz, hijo de Vigriscidio, un anciano hidráulico que habita en la ciudad de Escescésina, ha aprendido el oficio de su padre y se ha convertido en uno de los mejores profesionales al servicio de Nébride, el príncipe de la ciudad. Juntos se embarcarán en las tareas de desecación de las tierras pantanosas y de la canalización del río Dul. Pero las divergencias con otras ciudades adversas obligarán a Nébride a exiliarse con su familia. Yafoz le acompañará en una travesía por la tierra de los Iscobascos y el reino de Yund. En ese periplo, Yarfoz dará fe de cuanto le rodea, desde paisajes hermosísimos a extrañas necrópolis, y también observará las conductas de los hombres que encuentra a su paso, sus pasiones recurrentes y sus obcecaciones, en un juego de actitudes prácticamente circular.
Rafael Sánchez Ferlosio parte de un mundo imaginario -del que facilita incluso una minuciosa cartografía- para construir una historia épica e intimista al mismo tiempo. En ella sitúa una mitología áspera de destierros y empeños, de gentes hermanadas con los príncipes de los Espejos de Príncipes y de episodios próximos a Swift, a Faulkner y a Kafka, pero inequívoca y demoledoramente ferlosianos. La paz es una entelequia, la huida una realidad que se enfrenta a la guerra, y Yarfoz un hidráulico sereno que escribe cuanto ve, como si hubiera asumido la obligación de trasmitirlo para los siglos venideros. Desde la pasión, desalmado y poético, Ferlosio crea un espacio mítico que es mucho más que literatura: es la sangre de sus héroes germinando en el exilio, en el exilio de los topos y de su condición de hombres.
[Estoy escuchando: «Don’t Mess With Cupid» de Otis Redding en el disco The Dock of the Bay]
Yarfoz, hijo de Vigriscidio, un anciano hidráulico que habita en la ciudad de Escescésina, ha aprendido el oficio de su padre y se ha convertido en uno de los mejores profesionales al servicio de Nébride, el príncipe de la ciudad. Juntos se embarcarán en las tareas de desecación de las tierras pantanosas y de la canalización del río Dul. Pero las divergencias con otras ciudades adversas obligarán a Nébride a exiliarse con su familia. Yafoz le acompañará en una travesía por la tierra de los Iscobascos y el reino de Yund. En ese periplo, Yarfoz dará fe de cuanto le rodea, desde paisajes hermosísimos a extrañas necrópolis, y también observará las conductas de los hombres que encuentra a su paso, sus pasiones recurrentes y sus obcecaciones, en un juego de actitudes prácticamente circular.
Este libro que el lector tiene en sus manos es una pieza única por su contenido y por quien lo ha compilado: en efecto, el gran científico Stephen Hawking ha reunido en él, por primera vez en la historia de la edición, las cinco obras que a su juicio representan el canon de la cultura universal en el campo de la Física y la Astronomía y ha escrito una introducción a cada una, explicando lo que han significado para la ciencia, vinculándolas entre sí y ofreciéndonos cinco soberbios retratos de los genios que las escribieron:

En el principio… fue la línea de comando. Suena muy bíblico, ¿no? No es casual, quizá a este libro, del siempre genial, incluso cuando escribe malas novelas, Neal Stephenson (autor entre otras de