Harry Potter y la prensa

Había olvidado comentarlo. En Harry Potter y la orden del fénix hay un curioso comentario sobre la prensa. Es un semi-spoiler, así que quizá no quieras leerlo.

En diario oficial del mundo de los magos, The Daily Prophet, se pasa toda la novela difamando a todos los que afirman que aquel que no debe ser nombrado ha vuelto y publicando exclusivamente la versión oficial del Ministerio de la Magia. Mientras tanto, la verdad debe publicarla el National Enquirer del mundo de los magos, The Quibbler, revistas tan dispuesta a publicar cualquier cosa -avistamientos de animales inexistentes, supercherías, engaños y supersticiones- que incluso publica la verdad.

¿Será un comentario sobre el estado de la prensa sería actual que parece más parcial que la prensa más canalla? ¿O será un reflejo de la relación de Rowling con los medios?

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «The Raven» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Un año

Hoy hace un año de la primera entrada oficial en esta bitácora. Me gustaría poder poner algo más, pero la verdad es que estoy demasiado liado. Que sirvan estas líneas de celebración.

[Estoy escuchando: «(The System of) Doctor Tarr and Professor Fether» de The Alan Parsons Project en el disco Tales of Mystery and Imagination]

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Harry Potter y la orden del fénix, el comentario

Advertencia preliminar, no pienso cortarme. Vale, no voy a contar ningún detalle de la trama especialmente importante (por ejemplo, quién muere) pero tampoco voy a controlar hasta la última palabra para asegurarme de no revelar nada. Por tanto, los que deseen llegar castos y virginales a la edición española del libro mejor será que dejen de leer ahora.

¿Sigues?. Lo vuelvo a repetir -aunque sé que a pesar de todo alguien dejará un comentario quejándose de que cuento demasiado-: si descubres algo que no querías saber es culpa tuya.

¿Vale?

Bien.

Me ha gustado mucho. No se ha convertido en mi preferido -que sigue siendo el tercero, el que me parece más perfecto de los tres y donde Rowling demostraba que los libros de Harry Potter eran algo más- pero ciertamente está muy bien: una lectura agradable, ágil y entretenida. Pero me temo que puede que defraude a más de un fan, porque en esta ocasión nadie gana. Vale, Lord Voldemort pierde, pero eso no implica que los demás ganen. De hecho, hay una muerte importante, muchos fracasos, fallos de estrategia y errores graves. Es más, gran parte de los problemas se hubiesen resuelto casi instantáneamente si los personajes se hubiesen molestado en hablar entre ellos un poco más, y ellos lo saben. Por descubrir, incluso se descubre que Harry Potter no era necesariamente el único, que otro podría haber sido el elegido. Todo un «voy a ponerte en tu sitio».

En cualquier caso, es una tendencia que se ha dado en todos los libros de Harry Potter. A medida que avanza la serie, los triunfos de Harry se han vuelto progresivamente más amargos. Ya en el cuarto libro, no era tanto que ganaba como que le hacían ganar. Y en éste, incluso le expulsan del equipo de Quidditch, por lo que ni siquiera esa victoria le permiten. ¿Recuerdan el recuento de puntos de cada casa al final de los libros? Pues sí, sale, pero… ¿Qué importancia podría tener tal cosa cuando el último capítulo lleva por título «Da comienzo la segunda guerra» y Harry corre desesperado intentado comunicarse con una persona muerta? Ahora que lo pienso, tal cual como en la vida real, en la que los triunfos de la infancia dan paso a las semi victorias amargas de la edad adulta.

Porque si algo tiene este libro son sus tres capítulos finales, llenos de amargura, dolor y frustración. Con algunas alegrías, pero engarzadas sobre un fondo de desastre y caos personales. Algunos personajes que creíamos infalibles se revelan demasiado humanos: poderosos sí, pero capaces de cometer errores. Harry Potter descubre que estar dispuesto a salir corriendo a salvar a la gente no siempre es la mejor opción. E incluso descubre que quizá Snape tenga algo de razón en el disgusto que siente hacia él. El libro se inicia con un Harry casi desquiciado, sigue con una personaje más furioso y más temerario y menos reflexivo de lo habitual, y no acaba mucho mejor, con un Harry que ha descubierto una especie de calma interior aulta, más bien un entumecimiento adulto, pero a costa de un gran sufrimiento. Incluso su victoria final, convencer al mundo mágico de que realmente Voldemort ha vuelto, se tiñe -en uno de los grandes giros irónicos del libro- de unos tintes de derrota.

Si bien Harry Potter y la orden del fénix sigue siendo un libro infantil -con todo lo que eso tiene de bueno y de malo- el personaje va creciendo como la autora prometió que haría. Hay ciertos comentarios sobre la corrupción de los personajes públicos, castigos crueles e inhumanos, muertes violentas y aunque se sabe quiénes son los buenos y quiénes son los malos, no se sabe bien quién está siendo más bestia en cada momento. Incluso la mala de la novela, le toca a un mujer, es un personaje ambiguo: ¿lo está haciendo por maldad o sinceramente cree que hace lo mejor aunque manifestando cierta inclinación hacia la crueldad? Es decir, ¿se trata de una persona malvada en el bando de los buenos? ¿Son la estupidez y la crueldad características exclusivas de los malos?

¿Era tan puro el padre de Harry? Otra pregunta que se plantea. No es un libro en el que sea tanto que pase algo como en el que se descubren algunas verdades -mientras surgen nuevos interrogantes- muy difíciles de aceptar. Otro cuarto sucede con los primeros amoríos de Harry: sale con una chica, pero queda claro que está enamorado de otra, pero ése segundo amor es tan sutil que ni el mismo personaje se da cuenta hasta el final, y quizá ni entonces.

Por cierto, Hogwarts se convierte en una especie de miniestado fascista. No demasiado exagerado, pero lo justo para dar la idea. Como la rebelión física es imposible, se actúa más bien por omisión. La autoridad se cuestiona, tanto, que incluso Harry está a punto en un momento dado de atacar a Dumbledore.

Harry Potter se hace mayor. Lo siento por los que lamenten semejante hecho: los que no puedan soportar que el niño se haga hombre y los que han perdido una forma de atacar los libros (ya encontrarán otras). El mundo de los magos se está volviendo gris y humano. A mí me encanta.

[Estoy escuchando: «Easy-Don’t Hurt» de Ike Quebec en el disco It Might as Well Be Spring]

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Hibernando

Casi he completado la transición de este sitio a Hibernate. Hibernate es un servicio de persistencia y recuperación de objetos para Java que te permite opera así, es decir, con objetos, mientras realizas accesos a la base de datos. Si sigues a lo tuyo como siempre e Hibernate se encarga de lo desagradable. El uso es extremadamente simple, a los pocos minutos estás sacándole partido y el resultado final es asombroso, casi mágico. Tú creas tu código siguiendo los estrictos principios de orientación a objetos y de la base de datos relacional se encarga Hibernate, con la salvedad que debes especificar en un archivo XML el mapeo entre tus objetos y las tablas de la base de datos.

También cuenta con un lenguaje de consulta orientado a objetos que extiende SQL. Hasta el momento, no he encontrado nada que antes hiciese con SQL que no haya podido replicar aquí también. Estoy encantado con el resultado. No sólo es arquitectónicamente más sólido y he conseguido mejorar el diseño, sino que todo lo que antes potencialmente daba errores ha desaparecido. Faltan todavía algunos detalles (por eso hay opciones que han desaparecido momentáneamente) pero todo estará completo pronto.

Para iniciarse en Hibernate recomiendo Guía de un autostopista a HIbernate y también Manual Hibernate. Los dos en español, no se quejen.

Tengo en mente otras modificaciones al código de esta bitácora (aprendo mucho modificándolo y ajustándolo, puedo tardar todo lo que quiera y experimentar lo que me dé la gana). Un lector me recomienda que use OSCache (me propone el artículo Implementing OSCache para empezar). Ésa es mi intención, pero antes me gustaría experimentar con WebWork y quizá también SiteMesh. Ya iré contando.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Louvação» de Gilberto Gil en el disco Louvação]

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Apocalípticos e integrados ante Harry Potter

En Harry Potter and The Meaning of Life Jennie Bristow examina el éxito de los libros de Harry Potter entre los adultos. En el caso de los niños, aparentemente, no hay mucho que explicar, porque a los niños les gustan las golosinas sin sustancia. ¿Pero los adultos? Pues estos, parece ser, leen los libros de Harry Potter porque en el fondo son unos infantiles:

Today’s young adults do not want to leave the parental home, they watch nostalgia programmes on ‘I love the 1990s’ when the decade has barely ended, they use websites like Friends Reunited to get back in touch with schoolfriends when they have barely left school themselves, and they go to ‘School Disco’ nights at London clubs, dressed in a version of school uniform and dancing to music from their recent past.

What should be more natural for a generation that does not want to grow up than to cocoon itself in children’s books? Books that are, as Joel Rickett says, easy to read, comforting, and nostalgic for a recently-lost youth.

Lo interesante del asunto es que no me identifico en absoluto con esa imagen. Me estoy acercando ya a la mediana edad, hace años que no vivo en casa de mis padres, leo de todo y encima lo último que querría sería volver a la infancia. ¿Es tan difícil creer que la gente a veces hace cosas porque le gustan? ¿De verdad «porque me gusta» es una respuesta tan insatisfactoria?

Le comenté a Xavier Riesco el asunto y éste me ofreció una perspectiva algo diferente. Claro que estamos alejándonos del mundo adulto, me dijo, pero no de cualquier mundo adulto, sino de una cierta concepción del mundo adulto en el que tienes obligaciones, responsabilidades y casi ningún derecho, cuya única función vital parece ser la de consumir y convertirte en engranaje del sistema. ¿Quién no querría escapar de eso y recuperar algunos -los pocos- aspectos positivos de la infancia? Quizá no le falte razón.

En lo demás, dejemos de lado la discusión de calidad literaria, siempre subjetiva, entre otras cosas porque yo creo que en la novela, la literatura actúa a nivel de párrafo no al nivel de palabras, porque entonces sería poesía -y sí, hay novelas muy poéticas, que no deja de ser una forma de escribirlas- y centrémonos en otra de las acusaciones:

It’s not that Harry Potter is a form of inappropriate social commentary – it is not social commentary at all. These books catapult the reader into a safe moral universe of Good v Evil, uncomplicated by the moral dilemmas of the real world. And it is this that, ultimately, renders them quite banal.

y observemos al personaje de Severus Snape. Fue malvado en el pasado, es tremendamente desagradable, Harry y sus amigos no lo pueden soportar, y sin embargo, se supone que forma parte de los buenos. ¿Es realmente bueno? ¿Es malo? ¿O quizá es gris y humano? El propio Harry se equivoca continuamente, rara vez gana por sí solo y en el quinto libro está francamente insoportable (cosa que me encanta por cierto, porque le añade salsa al personaje). ¿No nos sucede eso a diario? ¿No tenemos que aprender a tratar todos los días con personas que detestamos? ¿No tuvimos en su día que aprender a callarnos porque hablar a destiempo era peor? Quizá no sean profundas lecciones vitales y morales, pero tampoco me parecen banalidades.

Se dice que la literatura habla de la condición humana y que esa es una de sus grandes características. Me parece uno de esos clichés que además resultan tener algo de verdad. Lo que solemos olvidar es que hay muchas condiciones humanas y que quizá la condición humana de una periodista que escribe sobre libros no sea la reflejada en los libros de Harry Potter. Pero quizá el éxito de los libros de Harry Potter entre los niños se deba a que ellos sí se ven reconocidos en la condición humana descrita en sus páginas, pero no de una forma simple -vamos a leer una aventura- sino identificándose con aspectos concretos y viendo la conexión con sus existencias y relaciones. Por ahí parece ir este otro artículo, The Real Magic of Harry Potter:

Rowling creates a bridge for kids to cross from her magical world to their own, built out of rules and constraints that both share. The very existence of Hogwarts School, the training academy for young wizards, is a testament to the reality that learning still takes time and patience. There’s no spell that fills one’s head with knowledge; the best Hermione can manage in Book 3 is the Time Turner, to give her more hours to study. The Weasleys, Ron’s family, are still poor—and any world in which a family as hardworking, loving and generous as theirs still struggles to put food on the table is, well, a lot like our own. Mrs. Weasley can cast a spell to make dirty dishes clean themselves, but she can’t create new kitchenware out of thin air. Rowling has created a world in which a boy can fly on a broom, talk to snakes and grow gills like a fish, but he can no more easily cope with his crushing sadness about his dead parents than any other child. «She mixes the real-life struggles in with the imaginary, magic struggles,» says Casey Brewer, 15, of Longwood, Fla. «Harry and his friends have to think through the obstacles in life the same as they have to think through an obstacle that’s a three-headed dog. It’s, like, inspirational.»

Inspirational, but mercifully not perfect. Wizards have troubles and egos and envy and ratty robes they are embarrassed to wear. Harry is capable of jealousy and insensitivity. He breaks rules and doesn’t tell grownups things it would plainly be in his interest to reveal. He gets into trouble. («If he didn’t, you wouldn’t have all those pages to read,» notes Zack Ferleger, 12, of Encino, Calif.) Hermione may be smart, but she can be rigid; Hagrid is loving, but to a fault when it comes to horribly scary beasts. Ron is loyal but insecure. Rowling loves her characters and invites readers to love them, not just despite their flaws but because of them. Since one’s flaws loom large in adolescence, that is quite a healing potion.

Yo, por mi pasado profesional como profesor de instituto, tuve que tratar con muchos adolescentes. Solemos pensar que carecen de sofisticación, y quizá sea cierto que no tienen la de un adulto (sólo quizá), pero lo que siempre me dejaron claro es que inteligencia no les falta (aunque tiendan en general a no aplicarla en clase), ni tampoco una concepción propia del mundo. Quizá los libros de Harry Potter les hablen a ellos como no nos hablan a los adultos.

[Estoy escuchando: «Pero Que Seja A Gente» de Savall, Jordi en el disco Sabio: Cantigas de Santa Maria]

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La risa de Smith

Los conocidos criminales bitacoreros JJ y Algernon han decidido montar un cubil blog en el que centralizar esas fechorías parodias que simplemente buscan la fama para ellos mismo tan bien se les dan. Ya saben, en La mala leche Risa de Smith.

[Estoy escuchando: «Pode por Santa Maria, CSM163» de Savall, Jordi en el disco Sabio: Cantigas de Santa Maria]

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Comparto cumpleaños con Dios

Hoy es mi cumpleaños, ya lo había comentado. Lo que no había dicho es comparto cumpleaños con Dios (normalmente escribo dios en minúscula porque soy ateo, pero este Dios es de verdad): Joss Whedon también nació un 23 de junio (tiene tres años más que yo). Eso sí, él es un genio absoluto y un hombre de provecho que ha incrementando el acervo cultural de la humanidad al menos un par de veces y yo soy…. Bueno, dejemos el tema.

Hablemos de regalos. Me han hecho muchos, geniales y maravillosos. Sobre todo libros -por eso the pila ha dado un salto considerable- de los que ya iré comentado. También productos de belleza para hombre, una comida genial en el Mesón Roberto, herramientas de campo (es que soy un hombre), dinero (siempre bienvenido y que ya he «invertido» convenientemente) y genialidades varias. Y entre tanta cosa genial y maravillosa algo tan asolutamente cool, guay y extraordinaria que se sale de la escala. Transciende lo friki, lo freak, lo geek y todo lo demás: The Prisoner en DVD. Patrick McGoohan grabando en letras de oro su nombre en la historia cultural de la especie.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «De toda chaga ben pode guarir, CSM126» de Savall, Jordi en el disco Sabio: Cantigas de Santa Maria]

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The Pila

What is the pila? En mi caso, es más bien un estante (un poco como el teléfono rojo, que no es teléfono y creo que ni siquiera rojo) donde están los libros que estoy leyendo o aspiro a leer. Pues nada, me he puesto un recordatorio en la página (columna de la derecha al fondo) con la lista dividida en tres apartado (con la informática se mejora todo y se puede dividir todo en grupos): los que estoy leyendo, lo que aspiro a leer o lo que he recién terminado. Si hay alguna url del libro, la pondré también. Pues eso, un servicio nuevo de Chez Pjorge.

[Estoy escuchando: «Don’t Mess With Cupid» de Otis Redding en el disco The Dock of the Bay]

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Harry Potter: 300 páginas

Hasta ahora, bien. No ha pasado nada realmente memorable, o al menos, nada que se reconozca de inmediato. El comportamiento de Harry empieza a resultar sospechoso. Vale que esté estresado y eso, pero se le ve demasiado dispuesto a lanzar gritos a la primero. ¿Habrá más de lo que parece (¿o será, estremecimiento de horror, que se está volviendo adolescente?)? Por otra parte, todos los personajes andan con un ataque de nervios brutal, por lo que quizá el comportamiento de Harry no sea tan extraño.

Este libro es definitivamente más perturbador que los demás. No sólo hay una situación de guerra encubierta (no puede ser descubierta, porque en ese caso no habría curso y entonces…) sino que muchas de las situaciones descritas en el libro son bastante horripilantes. A Harry en particular lo someten, repetidamente, a un castigo escolar sorprendetemente cruel. Eso sí, muchas referencias a la corrupción de los políticos. No sabía que los magos también sufrían del mismo problema.

Aquí hay panorámica del tren a Hogwart (vía Boing Boing).

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Doble aniversario

El próximo lunes 23 cumplo años. 36 ya, para los numerófilos. Ése es el primer aniversario. El segundo es el de esta bitácora, que el día 29 hará un año: la primera entrada oficial fue Una profesión peligrosa en la que, curiosamente, no se decía absolutamente nada.

En lo que respecta a mi cumpleaños, sólo se me ocurre que ahora estoy más cerca de los cuarenta que de los treinta. Curiosamente, con la edad me voy haciendo más tolerante. Ahora me parece muy bien que la gente haga, en general y mientras no sea ilegal o inmoral, básicamente lo que le dé la gana. No es pasotismo, es haber comprendido que en esta vida hay pocos momentos de alegría y felicidad y no es cuestión de ir reduciéndolos simplemente porque algún pope te dice lo que te debe gustar ver, leer o hacer. Lo que tengo claro ahora es que ya no soy tan joven como para saberlo todo.

También he notado que me empiezan a aburrir las novelas y prefiero el ensayo. Me estoy haciendo ya viejo pero ¿estaré empezando a pensar como un viejo? El tiempo lo dirá.

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p class=»media»>[Estoy escuchando: «Tramp» de Otis Redding en el disco The Dock of the Bay]

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