IPTC

Llevo toda la mañana intentando extraer el bloque IPTC de una imagen JPEG. Más concretamente, extraer las palabras claves elegidas para definir la imagen. Es para un proyecto de un catálogo de imágenes que ya vienen así. En realidad, no ha sido más complicado que localizar el bloque e ir parseando las diversas tags. Pero tengo un problema, el texto está en ASCII de Mac, que parece ser diferente al ASCII del resto del mundo. Ahora tendré que mirar a ver si hay una forma de distinguir si la imagen fue creada con Mac o PC.

¿No se puede usar Unicode en Mac?

Aún así, aparte, estoy deseando comprarme uno.

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Usar ordenadores es malo para la salud

Lo que me faltaba tal día como hoy. No sólo llevo todo el día sentado delante de la máquina, sino que además me llega esta noticia:

Mental symptoms such as lethargy, anxiety and «reluctance to go to work,» as well as sleep-related problems including insomnia and fatigue, were most common among workers who spent more than 5 hours a day glued to their computer screen.

Pues está claro que moriré fatigado, insomne, aletargado y anxioso.

(vía LawMeme)


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La homosexualidad es biológica…

…al menos en los carneros:

The work shows that rams that prefer male sexual partners had small but distinct differences in a part of the brain called the hypothalamus, when compared with rams that preferred to mate with ewes.

Publicado en New Scientist.

(vía Follow Me Here)

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Libros en el aeropuerto

En Barcelona compré algunos libros, lo cual, como me recuerda Víctor Ruiz, no deja de ser un poco absurdo. Es decir, ¿voy a conseguir leerlos todos? Es muy poco probable. Si empezase ahora, tardaría muchos años en leer todos los libros que andan corriendo por la casa. Pero, ¿y si un día me apetecen y ya no los encuentro? ¿No es mejor comprarlos y tenerlos por ahí por si acaso?

Lo cual, claro, debe ser un razonamiento digno de un consumista nato. Soy un peligro con una tarjeta de crédito en la mano y un ligero estado de hipomanía, e incluso sin hipomanía. Aunque, meditándolo más seriamente, he descubierto que sólo me interesan comprar dos cosas: libros y cacharritos de alta tecnología (cuanto más alta, mejor), con cierta peligrosa tendencia reciente a comprarme trajes. Al menos, mi universo de consumo está limitado.

Lo de este viaje, sin embargo, fue curioso. Compré un libro en la puerta de embarque del aeropuerto. Es mi primera vez, lo juro, porque es la primera vez que veía un puesto de venta de libros en la puerta de embarque. En el aeropuerto de Barcelona, generalmente los libros están en sus tiendas y las puertas de embarque están ligeramente apartadas en módulo. Pero ese día, había una mesa y un par de estanterías formando un puestecillo que en total vendería como mucho treinta libros diferentes (quizá menos) y que estaba situado ni a diez metros de la puerta de embarque.

Para los curiosos, fue Diccionario de las artes de Félix de Azúa. No me pregunten por qué. Simplemente leí un par de entradas y me parecieron divertidas.

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Lágrimas de luz

La editorial Gigamesh acaba de reeditar Lágrimas de luz, la que fue primera novela publicada ?allá en 1984- de Rafael Marín (la edición viene además acompañada de los cuentos «A tumba abierta» y «Ébano y acero», situados en el mismo universo). La contraportada define la novela como «un cantar de gesta arropado con la imaginería del space opera» y, a pesar de tratarse de un volumen con una portada bastante anodina, es una acertadísima descripción de su contenido.

Hace unos años, en 1991, escribí un artículo sobre 10 libros de ciencia ficción que me llevaría a una isla desierta (para los interesados, los libros eran: Frankenstein de Mary Whollstonecraft Shelley, Cántico por Leibowitz de Walter M. Miller, Cronopaisaje de Gregory Benford, Sivainvi de Philip K. Dick, La guerra de las salamandras de Karel Capek, El hombre hembra de Joanna Russ, Flores para Algernon de Daniel Keyes, Tiempo para amar de Robert Heinlein, Lágrimas de luz de Rafael Marín Trechera y El libro de los cráneos de Robert Silverberg ?curiosamente, hoy me sentiría feliz con esos mismos libros). He recortado el trozo dedicado a Lágrimas de luz, lo he reducido un poquito, y aquí está:

Lágrimas de luz reúne en si misma varias características que la hacen interesante. Por un lado es una buena novela y como tal merece ser leída y comentada. Por otro, es en mi opinión la mejor novela de la ciencia ficción española, cuya calidad literaria nunca ha sido superada por una obra publicada.

Rafael Marín Trechera escribió Lágrimas de luz en la época gloriosa de la ciencia ficción nacional, al principio de los ochenta, en los tiempo de Nueva dimensión, cuando parecía que la ciencia ficción española empezaba a levantar cabeza. La novela esta impregnada de ese optimismo con respecto al género; está escrita con verdadero interés y amor al género y a las posibilidades que posee. Es además una sincera historia de la maduración, no sólo de su protagonista sino también de su autor.

La novela se abre en una innominada ciudad de la Tierra donde unos jóvenes, que no pueden ocupar otros cargos en la conquista del espacio, sueñan con convertirse en poetas para así salir de la Tierra y escribir gestas épicas que guarden el recuerdo de esta segunda edad media. Uno de ellos, Hamlet Evans, lo consigue y así comienza su peregrinar por el espacio y las entrañas de la Corporación, que domina todo el universo conocido y es a su vez gobernada por una supercomputadora viviente. Finalmente Hamlet Evans abandona la corporación y se convierte en un proscrito, luchando contra ella con las armas del teatro y el circo.

Quizá así resumida al lector le pueda parecer una novela tonta, acháquese esa impresión a mi incapacidad para resumir en una líneas la sugerente riqueza de Lágrimas de luz. Yo destacaría en primer lugar, y repitiéndome, la impresionante calidad literaria de esta novela. Rafael Marín es conocedor de la literatura como tradición y está atento al placer y al significado de las palabras. No escribe por escribir, no escribe en un rapto de intuición, esa habilidad le está vedada. Cada una de las palabras que usa está cuidadosamente elegida, con la paciencia y el juicio de quien sabe que se juega la perfección de su obra con cada decisión.

Claro está, en la novela hay algo más que buena escritura. Tenemos el sugerente fondo sobre el cual se desarrolla, una recreación de la edad media y de la vida de un poeta de la época. Por supuesto, el escenario en sí es muy difícil de justificar, pero el autor consigue hacer creíble esta edad media con naves espaciales. Pero el fondo es lo de menos, aquí lo importante es el carácter de este Hamlet, dubitativo, indeciso como su alter ego shakespeariano. Hamlet Evans es uno de los pocos personajes realmente vivos de la ciencia ficción. A lo largo de la novela le vemos crecer, desarrollarse, madurar. Invito al lector a leer el último capítulo de la obra y el primero y apreciará como el personaje ha envejecido y ha cambiado con los años.

Hamlet Evans es la expresión del muchacho que salía de su adolescencia que era Rafael. Un personaje que ve truncado sus 20 años para entrar en Monasterio y convertirse en poeta, un joven que debe contemplar la destrucción y la muerte, y que finalmente debe sobreponerse a sus dudas y decidirse a actuar. Hay mucho sobre el proceso de convertirse en adulto, sobre los rigores de abandonar la adolescencia y tomar las propias decisiones. Lo sé bien, porque leí por primera vez Lágrimas de luz al comienzo de mi propia adolescencia y pude comparar mi propio desarrollo con el de Hamlet Evans. Pocas veces en la ciencia ficción ha quedado este proceso mejor plasmado.

Me olvido conscientemente de muchas cosas. En Lágrimas de luz hay también reflexiones sobre el poder, la libertad, la tiranía, el amor, la literatura. Pero como todas las buenas obras, Lágrimas de luz no puede ser reducida a menos palabras que las que contiene. Y no voy a pretender haberlo hecho en esta nota. Sólo espero que el lector se sienta los suficientemente atraído como para leer la obra y juzgar por sí mismo.

Recientemente, en el libro La ciencia ficción española editado por Ediciones Robel, aparece también un breve texto mío titulado «Voces propias de la ciencia ficción española: notas sobre algunos autores y obras entre los ochenta y el 2002» en el que parto precisamente de Rafael Marín y su Lágrimas de luz:

Es muy poco probable que Rafael Marín llegase a pensar que con él se iniciaba la edad moderna de la ciencia ficción española. Su Lágrimas de luz es una de las pocas novelas de ciencia ficción española que se sigue editando casi veinte años después de su publicación original. No es mala señal, en un género patrio acostumbrando a obras que se publican, apenas se leen y pasan luego al limbo perpetuo de los saldos o las librerías de segunda mano.

Lágrimas de luz es radicalmente moderna al combinar esa magnífica característica de la ciencia ficción española, el pesimismo absoluto que lleva a pensar en la inevitabilidad del desastre futuro (en el caso de esta novela, un régimen dictatorial inamovible), con la mejor factura de la ciencia ficción internacional. Hasta ese momento, mucha de la ciencia ficción española se leía como si hubiesen sido escrita bajo una poética del género que jamás hubiese abandonado los años cuarenta. Pero con Lágrimas de luz, Rafael Marín era lo suficientemente joven para conocer y aceptar otro tipo de ciencia ficción y tenía además el talento suficiente para lograr la síntesis.

Hamlet Evans es el curioso protagonista de la historia, un bardo bajo contrato de una corporación/imperio del futuro que arrasa con total impunidad todos aquellos mundos en los que pone los ojos, en una muestra de capitalismo salvaje que, supongo, prefiguraba la actual preocupación por la globalización. La profesión del protagonista nos remite a la novela picaresca y el ambiente medievalizado de alta tecnología del futuro descrito retoma con cariño uno de los lugares comunes del género recreándolo con la suficiente distancia irónica y la dosis justa de inteligencia para hacerlo nuevo y actualizarlo.

Incluso hoy, casi veinte años después de su publicación original en lo que iba a ser el relanzamiento de los libros Nueva Dimensión y fue realmente su canto del cisne, la novela se lee con la misma satisfacción de la primera vez. E incluso más, porque el tiempo nos ha permitido apreciar todas sus grandes cualidades. En suma, se puede considerar una de las grandes obras maestras de la ciencia ficción española.

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Hispacon 2003

juego de tronos

La Hispacon como siempre. Mucha vieja gloria, un par de fantasmas, dos o tres muertos vivientes (yo entre ellos), al menos un autor prometedor que lleva 15 años prometiendo, mucha gente joven, más puestos de ventas, más rol y cartas (que está muy bien) y un bar, con lo que ya tienes ganado el 90% de una convención de este tipo.

He visto a algunos buenos amigos, que es de lo que se trata, y hoy tengo que conversar con otros sobre traducciones. Como si yo supiese algo sobre eso.

Entre los libros que he pillado, servicios de prensa para El archivo de Nessus, tengo: Lágrimas de luz de Rafael Marín (la mejor novela de la ciencia ficción española, todavía no superada), Juego de tronos de George R.R. Martin, El centauro de piedra de Rafael Marín y La ciencia ficción española libro colectivo con el que colaboro con un pequeño capítulo (muy pequeño).

La verdad es que escribir no puedo escribir mucho. Dentro de un segundo volvemos a salir y nos pasamos todo el día allí. No hay mucho tiempo libre 🙂

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