Ya me ha tocado

Supongo que era inevitable. El famoso spam en los referers ya me ha tocado. En la lista de la izquierda ya han aparecido varias sitios pornográficos que, los malditos, en realidad no enlazan con este. El hecho me hace muy feliz, porque significa que por fin me han aceptado en el ancho mundo de las blogosfera mundial. Eso sí, imagino que ahora tendré que retirar la lista de páginas que me enlazan, porque es evidente que perderá toda utilidad.

Una lástima.

Aunque también podría usar algunas de las soluciones que corren por ahí.

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MAUS: Relato de un superviviente, de Art Spiegelman

De los muchos elementos que ayudan a realzar el horror del holocausto nazi, uno de los más destacables es lo que tenía de sistemático, de burocrático, de científico. No sólo se mataba gente, lo que ya hubiese sido suficiente, sino que se hacía de forma precisa, tranquila, civilizada. No es extraña la imagen del nazi citando a su poeta favorito mientras enviaba a la muerte a cientos de personas, desmintiendo el mito de que la cultura y la educación hacen que las personas sean mejores. El holocausto fue ante todo un acto ejecutado con tal racionalidad que no podía sino volverse una locura. Casi da la impresión de que podría haberse evitado apelando a la misma razón que tan bien sirvió para ejecutarlo.

Y muy posiblemente sólo las víctimas y Kafka podrían explicar su horror.

Como bien indica el subtítulo, MAUS es la historia de un superviviente, como fue contada a su hijo, que a su vez la transcribió en imágenes y la llevó al mundo del cómic.

El padre es Vladek Spiegelman y el hijo es Art Spiegelman. La historia, como todas las de este tipo, es amarga y está llena de crueldades. Es difícil decir lo que se siente al leerla, difícil expresar cómo uno pasa del rechazo inicial a la más intensa compenetración con el relato.

Planeta DeAgostini ha subsanado el error de la publicación inicial de esta obra, hace ya más de diez años, que sólo permitió la edición en español de la primera parte. El volumen actual contiene la obra completa, editada en tapa dura y a un precio realmente atractivo (sobre todo, cuando se tiene en cuenta la calidad del contenido), aunque hay que lamentar fallos de traducción que podrían haberse evitado con una corrección más atenta.

La obra está estructurada en dos planos. En uno, el hijo nos relata la compleja relación que mantiene con su padre, superviviente de los campos nazis, mientras recoge notas para la realización de un cómic que contará las vivencias de aquél en la guerra. En la otra, asistimos a la historia en sí, la de una joven pareja de recién casados inmersa en el tumulto nazi.

El autor entreteje continuamente las líneas del relato, haciendo que las viñetas de una narración interrumpan el flujo de la otra, como corresponde a lo que en el fondo es un relato oral. Este recurso y dibujar a los judíos con cabezas de ratón y a los nazis con cabezas de gato ayudan al autor a conservar el distanciamiento ante lo que cuenta, y su profesionalidad como creador de cómics. Así, Art Spiegelman no tiene que juzgar los hechos, sólo darles cuerpo en imágenes y contarlos lo mejor posible.

La disposición de las viñetas en la parte rememorada (época que el autor no conoció, por lo que se encuentra emocionalmente seguro en ella) usa todos los elementos que el cómic permite para reconstruir la atmósfera emocional de la época o el estado anímico de los personajes (viñetas sin recuadrar, viñetas de formas extrañas, viñetas dentro de viñetas, etc.), conservando siempre el maestro equilibrio entre el distanciamiento y la emoción (como deja ver la escena en la que un nazi golpea a un niño contra la pared).

En contraste, los sucesos contemporáneos muestran una aparente pobreza visual, que esconde realmente emociones reprimidas en pequeñas viñetas clásicas y ordenadas, dentro de las cuales el autor lucha con calmada desesperación por comprender a su padre. Queda patente el contraste entre las pequeñas tragedias cotidianas, los malentendidos inevitables entre un padre y un hijo que viven realidades radicalmente diferentes, y la gran tragedia del pasado que todavía pesa sobre la conciencia de todos los personajes.

Un ejemplo. En una misma página el padre recrimina a su hijo por dejar caer al suelo las cenizas de su cigarrillo, mientras simultáneamente le vemos ser víctima del sadismo nazi. En otra, Vladek cuenta píldoras obsesivamente mientras habla de la implicación de su primera esposa (la madre de Art Spiegelman) en conspiraciones comunistas. En un momento dado, el autor interrumpe una conversación para ir en busca de lápiz y papel con los que transcribirla fielmente, a fin de incluirla en el libro.

Art Spiegelman sólo se permite expresar abiertamente sus emociones en el cómic: «Prisioneros en el planeta infierno. Un caso clínico», dibujado por Art Spiegelman para relatar los sucesos posteriores al suicidio de su madre, incluido en MAUS y leído y comentado por los personajes (en un juego que haría las delicias de Borges). En el fondo hay dos Art Spiegelman distintos: el dibujante profesional de cómics que conoce su oficio, y el hijo que sufre, llorar y duerme junto a su padre en el suelo la noche del suicidio.

Ese contraste entre las dos encarnaciones del artistas queda rápidamente patente en la segunda parte de la obra, en la que Art Spiegelman es, además de hijo y cronista, el autor de un famoso cómic llamado MAUS que relataba las vivencias de su padre. ¿Era eso lo que quería? ¿Qué significa haber obtenido el éxito relatando una tragedia prácticamente incomprensible? En ese punto, el genial recurso del autor le hace dibujarse como un ser humano que lleva una máscara de ratón, simple detalle que hace más por poner de manifiesto los sentimientos encontrados del autor que largas páginas de explicaciones.

Todos los recursos gráficos recursos son rápidamente aceptados, y después de la desconfianza inicial ni el dibujo tosco (que resalta sólo lo imprescindible) pero efectivo (los rostros de los personajes muestran con unos pocos trazos una soberbia expresividad), ni las cabezas de animales son obstáculos para sumergirse en la narración. Es más, es difícil (como otros ya han apuntado) imaginar MAUS en otro formato que no sea éste, en otro medio que no sea el cómic, que permite recursos como los aquí expuestos. ¿Cómo conseguir en cualquier otra forma narrativa ese equilibrio delicado entre distanciamiento e implicación?

MAUS es una exploración fascinante de una tragedia, el relato de una supervivencia con todo lo que eso significa para los que no sobrevivieron, crónica de pequeños actos de bondad que van salvando vidas, registro de crueldades cuya frialdad todavía nos estremece. Y, también, una obra maestra del cómic.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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