Tenerife

En Tenerife tuvimos apenas dos días para hacer pocas cosas. Además, nos lo tomamos más de relax y como la isla nos resulta más conocida (yo nací en Lanzarote, pero viví en Tenerife durante catorce años, y Sara ya la había visitado en varias ocasiones) pues nos dedicamos a disfrutar más y movernos menos.

Mi primer momento de impresión fue entrar en la habitación del hotel, una estancia francamente inmensa en la que había espacio de sobra para moverse. Por ejemplo, aquí hay una fotografía desde la cama y otra desde el sofá.

Visitamos el Loro Parque. A mí no me gusta demasiado. Lo encuentro un lugar un poco cutre y los espectáculos con animales me resultan algo desagradables. Pero está claro que si vas con niños, no te queda más remedio que pasarte por ahí, y si te planteas que es más bien un jardín, pues la cosa hasta tiene su gracia. Entre los animales presentes, destacan los pingüinos en lo que afirman es el pingüinario más grande del mundo (aquí, aquí, aquí, aquí y aquí). Aunque, por supuesto, hay otras cosas que ver.

La otra gran excursión fue el paseo hasta el Parque Nacional del Teide. El Teide ?con sus 3.718 metros- es el punto más alto de España, aunque los que no saben distinguir España de la Península insistan que es el Aneto.

Lo bonito de ir al Teide es hacer la ruta. Poco a pocos se va vislumbrando el pico, cada vez más cerca. Nosotros fuimos partiendo de La Laguna siguiendo el Camino de la Esperanza. Al principio uno se van encontrando con los bosques de pinos canarios. Luego el terreno se va volviendo más volcánico y desnudo hasta llegar a la base del Teide. A continuación, uno puede bajar por La Orotova y ver una vegetación completamente diferente. Las diversas fotos están aquí.

Dentro del parque en sí, destacan los Roques. Formas que sobresalen de la tierra y que conforman un paisaje maravilloso (aquí, aquí, aquí, aquí y aquí).

Nuestra proyectada subida al Teide (en el teleférico) se vio totalmente frustrada. Hacía demasiado tiempo y estaba cerrado durante todo el día. Otra vez será.

El resto del tiempo lo invertimos en hacer compras, visitar a los amigos y, claro, cenar.

Considerándolo todo en conjunto, el viaje fue estupendo.


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Lunes en Lanzarote

El lunes en Lanzarote nos fuimos a Playa Blanca, un lugar más bien turístico que ha crecido por su cercanía a las playas de Papagayo. Playa Blanca está en el sur de la isla, algo alejada del resto.

Me pasó una cosa curiosa al llegar. Hacía tiempo que quería comprar una tarjeta de memoria algo mayor para la cámara ?siempre te venden la cosa con una tarjeta de tamaño ridículo- porque me daba miedo no poder hacer una foto por quedarme sin espacio. La cuestión es que poco antes de salir fui a El Corte Inglés. Normalmente tienen material informático razonable ?no les pidas un disco duro, por ejemplo- pero en esta ocasión no hubo suerte. Mucha CompactFlash pero nada de Smartmedia. El chico de informática me mandó a la sección de fotografía me mandó a la de fotografía, pero con idéntica suerte. También pregunté en una tienda de informática muy llena de esas cosas, pero nada.

Pues en Playa Blanca me metí en un indio ?un bazar hindú- pequeñito y pregunté por las tarjetas. El señor me dice «¿de cuánto?» y yo pensé inmediatamente que se había confundido y que yo no había conseguido explicarme. Qué sorpresa me llevé cuando me mostró todo un cajón lleno de tarjetas de todos los tamaños posibles. Al final me decidí por una de 64MB que me deja hacer más de 70 fotos con la mejor calidad.

La idea de ir a Playa Blanca era doble: por un lado, meternos en uno de esos paseos submarinos para ver el fondo ?los niños mandan- y quedar con mi familia para comer. Lo del paseo submarino, claro, fue una tontería, pero los niños lo pasaron de maravilla y yo, para probar mi nueva tarjeta, hice fotos del fondo en las que no se ve absolutamente nada (aquí se pueden ver).

Después de comer, nos planteamos acercarnos a la playa de Papagayo. Al llegar a Playa Blanca no hacía muy buen día, pero luego fue abriéndose y al final tuvimos un tiempo perfecto para pasarnos un rato por la playa. Eso sí, para llegar hasta esa playa ?una de varias- hay que recorrer un terreno casi pedregoso por una carretera muy mala. Y pagar, que ahora es zona protegida o algo así.

Pero la playa vale realmente la pena. Todo el paisaje, las arenas y el mar, el agua chocando contra la piedra, es espectacular. Y según me contaron, yo no me bañé, el agua estaba buenísima. Hay fotos aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí (se nota que tenía tarjeta nueva).

Al irnos de la playa se levantó un poco de viento y la arena empezó a volar, y parecía talmente como si estuviésemos en medio de una tormenta de arena.

El plan para la tarde era pasar por casa de mi hermano a celebrar su cumpleaños (33). Pero nos dio tiempo de dar un rodeo y pasarnos por Los Hervideros (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí,) . Una zona formada en el punto en el que la lava de Timanfaya llegó al mar. Las formas son caprichosas y el agua del mar se mueve por el interior de los huecos rocosos. El día no estaba muy allá, pero cuando el mar choca con toda su fuerza y el sol brilla con intensidad el espectáculo es realmente impresionante.

Antes de llegar a Los Hervideros se pasa por las Salinas de Janubio, que también merecen una visita.

Nos fuimos de Lanzarote habiendo visto muchas cosas, pero dejando también otras muchas sin ver. Eso está bien, porque nos parece conveniente dejar siempre algo para otras visitas. Una curiosa mención merece el hotel con sus bonitos jardines (aquí y aquí). Y, por supuesto, una foto del aeropuerto.


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Boris Vian

Acabo de empezar a leer El arrancacorazones de Boris Vian y ya me he tropezado con dos citas de aire marxista (de Groucho):

Dormía y procuraba dormir pensando en el culo de su mujer, ya que, visto el estado del vientre, prefería pensar en ella de espaldas.

y el diálogo:

-Prepare el instrumental -dijo Jacquemort-. ¿Cómo se llama usted?
-Me llamo Culoblanco, señor -repuso ella, con marcado acento rústico.
-En ese caso prefiero no llamarla de ningún modo -gruñó Jacquemort.

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Patos

Ayer salí un momento y me encontré unos patos, uno blanco y dos negros, en el río que corre cerca de casa. Volví de inmediato a coger la cámara para sacar algunas fotos aquí, aquí y aquí. Debo empezar a acostumbrarme a llevar la cámara conmigo. Nunca se sabe.

Por cierto, que el río en cuestión no tiene demasiado buen aspecto. Sara dice que lo limpiarán pronto.

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