Un hombre sin imaginación

Mi amigo Xavier Riesco Riquelme (que no tiene bitácora, aunque debería) me comentó en una ocasión que Harold Bloom es un hombre sin sentido del humor (Xavier, por cierto, escribió en una ocasión sobre Bloom y Harry Potter). Siendo un crítico literario rigorista y canonista, hay que reconocer que el estudioso en cuestión tiene todas la papeletas para ser un hombre más bien parco en ese departamento. Su libro Shakespeare. La invención de lo humano termina con la siguiente cita: «Cuando somos plenamente humanos, y nos conocemos a nosotros mismos, nos hacemos más como Hamlet o como Falstaff». Una declaración tremebunda que sin duda para servirá para acrecentar la fama de Bloom. Lástima que, como siempre me recuerda el susodicho Xavier, uno al final acabe inevitablemente siendo como el padre de Hamlet.

Pero ante todo, Harold Bloom es un hombre sin imaginación. O esa impresión me queda después de leer «El futuro de la imaginación literaria y sus formas» incluido en El futuro de la imaginación donde declara:

El horror que en mí provoca Internet se funda, por cómico que parezca, en algo que es una carga perpetua en mi vida: cada nuevo día trae su pila de obras maestras que no he pedido: poemas, cuentos, obras de teatro, novelas, ya en manuscrito, ya en galeradas o encuadernadas.

Se queja el erudito del exceso de obras (debe sentir pánico a la llegada del cartero). No es de extrañar: los críticos literarios se ganan la vida sabiéndolo todo sobre un autor y leyendo todo lo escrito por cierto autor. Por tanto, no es sorprendente que a uno de ellos la diversidad y el número lejos de parecerle factores de interés le parezcan más bien rasgos ominosos. Sobre todo porque:

Millones de nuevos escritores, en todas las lenguas, publicarán en la red: ¿quién distinguirá entre ellos? ¿Quién los diferenciará? ¿Cómo podemos hablar del futuro de las formas literarias cuando flotarán en el enorme y amorfo océano de Internet? Nadie tendrá la fuerza necesaria para afirmar que una mente, un talento individual sobresale de ese océano de muerte, el mar universal de un caos que regresa.

Bastante apocalíptico. Y yo, que cada día me vuelvo más gallego, respondo a ese torrente borgeano de preguntas con otra: ¿A quién le importa? Yo comprendo que a un canonista, a alguien preocupado por hacer listas sobre lo mejor y lo peor, la diversidad sea una amenaza. Pero de verdad, ¿quién lee para convertirse en estudioso de la literatura? Se lee por muchas razones, pero de la misma forma que una cosa es estar interesado en la ciencia y otra bien distinta es estudiar física en la universidad, una cosa es disfrutar de la lectura, con la que uno va encontrándose por ahí guiado sobre todo por el bendito azar y cierto caos intelectual, y otra muy distinta convertirse en un estudioso profesional de la misma tan profundamente preocupado por lo bueno y lo malo.

Por suerte, Bloom es un crítico excelente cuando aquello que critica le gusta. Cuando habla de autores que le son queridos, una larga lista de ellos casi todos bien muertos y embalsamados, es un lector perceptivo que transmite el entusiasmo de la lectura de las obras que comenta. He sido injusto, por tanto, al caracterizarlo por un primer ensayo de apenas once páginas cuando en ese libro hay mucho de gran interés.

¡Ay!, pero si el hombre tuviese un poquito más de imaginación.

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Tesugen.com

Navengado por ahí (en plena conversación con Víctor Ruíz en la que nos vamos cruzando enlaces) me he encontrado con esta bitácora: Tesugen.com.

Me resulta una bitácora atractiva por varias razones. Primero, porque su creador vive en Estocolmo, y como hace poco estuve allí y me quedé prendado de la ciudad pues eso. Pero también, porque reflexiona de forma tranquila sobre muchos fenómenos curiosos y parece tener cierta afinidad con el Zen, como yo. De hecho, apunta que planea leer dos libros de Alan Watts: The Way of Zen y The Wisdom of Insecurity, títulos por los que siento un especial cariño.

(¿a que nadie sospechaba esta faceta mística en mi persona?)

Pero especialmente me gusta mucho su concepto de cognitive blogging:

By «cognitive blogging» I mean that in order to more deeply understand a topic, blogging about it during the course of reading really enhances the understanding. Your reading style isn’t quite the same when you read a text with the intention to write something about it. Sometimes I find myself reading the entire text once, then thinking about which parts were the highlights. If I can identify the highlights during the first reading, I sometimes mark it with a pen. Then I go over it again, quickly scanning the text for which parts to cite and write about.

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Europa debe recuperar Internet

O eso dice Bill Thompson en Damn the Constitution: Europe must take back the Web, más que nada para proteger la red en Europa de las presiones regulatorias proveniente de las grandes industrias americanas del entretenimiento.

El texto es algo exagerado, pero viendo las grandes presiones en Estados Unidos por parte de la industria del entretenimiento en un intento de ganar cada vez más control sobre Internet, uno no puede evitar pensar que algo de razón lleva. El capitalismo es una fuerza tremendamente innovadora, pero también es una bestia voraz que lo arrasa todo y que debe ser ferreamente controlada. Como muestra un botón: las últimas y sonadas quiebras.

Un comentario más tranquilo lo hacen en Tesugen.com. Por otra parte, Víctor Ruiz en su Binnacle Notebook aclara que tampoco son nuestros políticos una maravilla:

They can’t regulate what they don’t understand.


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Lessig Blog

Lawrence Lessig

, autor de El código y otras leyes del ciberespacio y defensor de una reforma de las leyes de copyright, tiene blog. Un hombre muy inteligente a leer si uno está interesado en la defensa de la propiedad intelectual, y de los abusos en esa defensa.

Y ya que estoy con el asunto, LawMeme.com que trata de las leyes aplicadas a Internet, y que por tanto habla también mucho de protección intelectual, y de sus abusos, en las nuevas tecnologías.


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