Máquinas estúpidas

Una experiencia durante el viaje. En el aeropuerto de Barajas tienen una maquinistas públicas para conectarse a Internet, en plan cabina en la que uno va echando moneditas. Como llevábamos un buen rato tirado por allí, me decidí a probar y navegar un poco.

Pues cual sería mi sorpresa al descubrir que no la máquina idiota no me dejaba entrar en mi propia página. ¿La razón? Pues que esta actualización: ¿Te domina tu bitácora?.

Y se preguntarán ustedes, ¿qué tiene de malo? Pues la palabra «domina» que según la ciberniñera instalada en el dichoso aparato le hace pensar, es un decir, que el sitio pudiese ser pernicioso.

Jo, lo que tiene uno que leer de una máquina estúpida. Eso es lo que pasa cuando uno intenta controlar el pensamiento y los actos de los demás, especialmente usando programas idiotas.

Si al menos hubiese sido por escribir «polla».


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Enlaces recíprocos

Chewie

habla sobre enlaces recíprocos en su bitácora (acaba de implementar la posibilidad). La idea es, por supuesto, que los enlaces a una bitácora sean instántáneos y que tú enlaces automáticamente a aquellos que te enlazan.

Yo estoy mirando la forma de incluirlo. Tuve un servicio gratuito durante unos días, pero lo retiré porque no me convencía. Ahora simplemente estoy investigando la mejor forma de implementarlo en Java.

Pero hay más. David Watson comenta en su propio blog la posibilidad de realizar una forma más amplia de ese tipo de enlaces recíprocos. Básicamente, lo que le gustaría es poder tener enlaces dentro de una entrada a otras entradas en otros blogs que la discutan, la emplien, la refuten o simplemente la comenten. De esa forma, si alguien lee este texto pueda seguir los enlaces concretos a otras bitácoras donde se siga hablando del asunto.

Confieso que no sé cómo se podría implementar algo así. Será cuestión de pensarlo.

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Terminemos con Estocolmo

Llevamos ya varios días en casa, pero no he podido añadir ni una sola actualización. La compañía que aloja el dominio sigue haciendo de las suyas. Quizá sea hora de asumir que la cosa no se va a arreglar y buscar otro hogar.

En cualquier caso, comentar que la cena en el Grand Hotel fue genial. Todo riquísimo (especialmente los quesos y el ciervo) y la vista es efectivamente espectacular.

El último día completo en Estocolmo lo dedicamos a una pequeña excursión a la residencia de la familia Real (el palacio de Gamla Stan debe ser sólo para enseñar). Hicimos el viaje en barco, lo que llevó casi una hora. Por carretera hubiese sido más rápido, pero claro…

La vista vale la pena, aunque no es un palacio tan espectacular como otros. Eso sí, tiene algunos detalles curiosos, como un pabellón chino construido en los jardines. A los suecos parece fascinarles todo lo oriental, a juzgar por lo fácil que es encontrar esas cosas por el país.

Al día siguiente, la vuelta a casa, después de comer Sushi en uno de esos restaurante en el que los platos te van pasando por delante, fue tranquila, aunque largo e incómodo. En el avión nos sentaron justo detrás y el ruido del motor era insoportable.

En cualquier caso, el viaje fue impresionante y extremadamente agradable. Una de esas ocasiones en la que te lo pasas mejor de lo que esperabas. Nos lo tomamos con mucha calma y disfrutamos con tranquilidad de todo lo que pudimos. Nos hubiese gustado ir a Upsala, pero ya no nos daba tiempo (si quieres, te dejan dormir en un iglú). A mí, lo que me resultó más impresionante fue el paseo por el archipiélago. Para Sara, lo mejor fue la vitrina en el museo Nobel que contenía los telegramas que se cruzaron con Schrödinger cuando le dieron el premio. Verdaderamente emocionante.

Vamos, que repetiríamos Estocolmo cualquier día y recomendamos la ciudad con todo entusiasmo. Los suecos son amabilísimos, todos hablan inglés, y a pesar de que la ciudad estaba llena de turistas, no había atascos ni aglomeraciones. Es más, en algún museo estábamos nosotros solitos.

Y, repito, la ciudad es una preciosidad.

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