Los enigmas del Cosmos: Las grandes preguntas sin repuesta de la astronomía actual de Vicente Aupí

Vicente Aupí ha reunido en este libro un conjunto variopinto de distintos misterios más o menos relacionados con la astronomía. Desde un punto de vista puramente divulgativo, se trata de una aproximación inspirada y muy interesante. Después de todo, la ciencia es más lo que no se sabe que aquello que se sabe. E incluso lo que hoy se tiene como cierto fue en su día problema sin resolver.

Se reúnen así misterios que van desde Tunguska, con su misterioso objeto que se estrelló en Siberia en 1908, hasta los planetas extrasolares o misma oscuridad del cielo, distribuidos en 15 capítulos en total. Destacan especialmente aquellos que tienen un trasfondo histórico y el autor muestra una rara habilidad para condensar en unos pocos párrafos lo que fueron interesantes desarrollos a lo largo de mucho tiempo. A destacar, por ejemplo, «La paradoja de la oscuridad del cielo», «Los oasis de Marte» o «Tunguska, el enigma caído del cielo».

Capítulos a destacar son aquellos en los que se sale del sistema solar para buscar planetas, o explorar sus mismos límites en busca de una compañera lejana del sol. Es interesante que un libro de divulgación astronómica recalque que ni siquiera en nuestra vecindad todo está claro y que nuestra estrella puede todavía deparar muchas sorpresas. Desde esa ópticas, la historia de la búsqueda de Vulcano, un planeta más cercano al sol que Mercurio, es aleccionadora e interesante. La búsqueda, simplemente, nunca termina.

Se trata también de un libro estrictamente científico. Si se comenta alguna solución sobrenatural es para descartarla, lo que demuestra que Vicente Aupí es un periodista responsable que busca ante todo la verdad. Aunque eso, no implica que no se deje arrastrar en ocasiones por un exceso de espectacularidad, y algunos de los problemas son dudosamente problemáticos. Por ejemplo, la estrella de Belén, que aparece en un único evangelio, no creo realmente que pueda considerarse un misterio ni que sea perentorio encontrar su naturaleza real.

A destacar la impresionante selección de fotografías astronómicas que acompañan al volumen. Algunas tienen interés histórico, pero otras son recientes y muestran claramente, en reproducciones en color, la grandeza del cosmos. Ayudan mucho, ciertamente, a dejar claro que el universo es un lugar lleno de misterios. Uno se lo cree, sí.

Vicente Aupí ha escrito un libro sencillo pero interesante, una introducción agradable a problemas y misterios del universo. El buen tratamiento histórico de algunos de los capítulos ofrece la visión de la ciencia como un proceso siempre en desarrollo, como algo que no acaba nunca y que puede torcerse o enderezarse de súbito, más como un ente vivo que como un cuerpo de conocimientos fijos. Algunos de los descubrimientos descritos en el libro fueron producto de la casualidad. Nada impide que la solución a más de un misterio aquí descrito lo sea también.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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La sociedad multiétnica: Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, de Giovanni Sartori

¿Hasta qué punto debe ser democrática una democracia? ¿Hasta el punto de permitir la destrucción democrática de la democracia? ¿Hasta qué punto se debe ser pacifista? ¿Hasta el punto de permitir la destrucción bélica del mundo pacífico que se ha creado? ¿Hasta qué punto debe ser tolerante una sociedad? ¿Hasta el punto de consentir actos que realizado por otros ciudadanos se considerarían criminales?

Esas preguntas, y otras muchas similares, separan la pura teoría utópica de una sociedad perfecta de la ejecución práctica de esa misma sociedad. Una sociedad democrática perfecta sólo puede existir si nadie desea convertirse en dictador, una sociedad pacifista perfecta sólo puede existir si nadie desea usar la fuerza y una sociedad tolerante perfecta sólo puede existir si nadie es intolerante. Los utópicos siempre han creído que la perfección social es posible. Los demás siempre hemos sabido que la sociedad real es un juego de compromisos donde el resultado final no es exactamente igual a los ideales.

Planteando la pregunta de otra forma, Giovanni Sartori reflexiona sobre esos límites en este libro, que el mismo denomina panfleto: ¿Hasta qué punto puede ser abierta una sociedad abierta?, ¿Hasta qué punto puede ser plural una sociedad pluralista? No son preguntas fáciles de responder. Corren tiempos, con los grandes flujos migratorios hacia las sociedades occidentales, en los que el mismo hecho de plantearlas ya demuestra valor. Y lo hace con inteligencia, escribiendo con calma y cuidado, para que se le entienda bien. Se trata de un texto breve, casi mínimo, que contiene exclusivamente la esencia de la cuestión.

La primera parte del ensayo consiste en una brillante, breve y clara discusión sobre el origen del pluralismo y el significado de la tolerancia. Se trata de un análisis extremadamente razonado, porque a Sartori le interesa dejar claro que el pluralismo precisa de la tolerancia, pero que ser tolerante no implica automáticamente pluralismo.

Y la sociedad que defiende Sartori es la sociedad pluralista nacida del consenso, es más, es aquella en la que uno está obligado a alcanzar un consenso. Pero plantea, con bastante acierto, que una sociedad dividida en grupos no es automáticamente una sociedad pluralista:

Una sociedad fragmentada no es por ello una sociedad pluralista. […] el pluralismo postula una sociedad de «asociaciones múltiples», ésta no es una determinación suficiente. En efecto, estas asociaciones deben ser, en primer lugar, voluntarias (no obligatorias o dentro de las cuales se nace) y, en segundo lugar, no exclusivas, abiertas a afiliaciones múltiples. Y este último es el rasgo distintivo.

Y casi ya al final de esa sección (en el capítulo 7) explicita el núcleo de la cuestión, una pregunta cuya respuesta sostiene el resto del ensayo:

¿Una comunidad puede sobrevivir si está quebrada en subcomunidades que resulta que son, en realidad, contracomunidades que llegan a rechazar las reglas en que se basa un convivir comunitario?

La respuesta, evidentemente, es un no y de ahí nace el fundamento de la discusión en la segunda parte del ensayo. Una sociedad multiétnica no tiene porqué ser una sociedad pluralista, porque tener muchos grupos no garantiza que los grupos se toleren entre sí. En el esquema político de Sartori, la tolerancia es un ejercicio en la reciprocidad, y aquel que se beneficia de la tolerancia está obligado, a su vez, a ser tolerante.

En la segunda parte introduce así una figura que, supongo, causará polémica, porque incide ya directamente en la espinosa situación de la inmigración: el contraciudadano que rechaza los principios de la sociedad que le acoge mientras se beneficia de las ventajas que le ofrece esa misma sociedad.

Desde el punto de vista de Sartori, una sociedad multiétnica, que aspira a diferenciar entre ciudadanos según características étnicas, raciales, religiosas o cualquier otra que éstos no puedan controlar, va en contra de la sociedad pluralista y debe, por tanto, ser rechazada. De ahí nace la oposición que plantea, en la práctica, entre pluralismo y multiculturalismo.

Pero estrictamente, lo que rechaza con total claridad es la ciudadanía diferenciada, aquella en la que a ciertos ciudadanos se les permiten ciertas cosas por pertenecer a ciertos grupos que no se les permiten a otros ciudadanos de grupos distintos. Lo que defiende es la igualdad absoluta ante la ley.

La posición más radical del libro y que posiblemente resulte más incómoda sea la que indica que no todos los inmigrantes son iguales, que convertirse en ciudadanos no es limitarse a ver reconocida la ciudadanía. Por tanto, la inmigración no puede tratarse con soluciones fáciles, sino que es un problema complejo que requiere mucha reflexión y soluciones igualmente complejas.

Se trata, por tanto, de un libro de denuncia y respuesta. Respuesta a las propuestas académicas que defienden un multiculturalismo fragmentador, al menos, en la versión del multiculturalismo que Sartori construye en este libro. Denuncia las políticas gubernamentales que no han sabido manejar la inmigración y que han aportado únicamente soluciones miopes o limitadas.

Eso sí, Sartori no ofrece ninguna solución, ni es su obligación, sólo destaca las debilidades del modelo político, tanto en Europa como en Estados Unidos. En las últimas partes, quizá pinta una imagen exagerada de una Europa asediada y atacada por enemigos del exterior, y esa simplificación, supongo que inevitable en un texto de esta longitud, debilita la parte final del ensayo.

La sociedad multiétnica es en resumen un ensayo lúcido y revelador. Construido con cuidadosa lógica y con razonamientos bien sostenidos, es una lectura a tener en cuenta aunque sólo sea para refutarla. Giovanni Sartori muestra que los problemas a los que se enfrenta una sociedad que recibe un gran flujo migratorio son muchos, variados y complejos, y que las soluciones, más allá de ideales utópicos, deberán estar a la altura de las circunstancias. Defiende la integración, pero que ésta implique una reciprocidad y una mínima aceptación por parte del integrado. Pero en última instancia, es una apasionada defensa de una sociedad abierta, pero en la que los ciudadanos deben mantenerse siempre vigilantes para asegurarse de que sigue siéndolo.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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BoBos en el paraíso: Ni hippies ni yuppies: un retrato de la nueva clase triunfadora, de David Brooks

Intenté resistirme a la idea, pero al final de la lectura de este libro tuve que admitir que soy un BoBo. Tengo un título universitario, pero para mi vergüenza no he hecho el doctorado. Soy alegremente contradictorio: leo cómics de Superman y a Pierre Bourdieu, me encantan los clásicos griegos y latinos y estoy desesperado porque alguien me regale la Playstation 2. En política tiendo a un centro izquierdismo conciliador al estilo Sosoman, aunque de vez en cuando se me escapa la vena revolucionaria antisistema. Por lo que puedo apreciar, mi única razón para decidir sobre la ética de algo es si hace daño a alguien o no. Y además, tengo una deliciosa capacidad para la autoironía. En lo único en lo que no parezco encajar en el perfil es en mis opiniones religiosas (ateo practicante) y en que no gano más de 100.000 dólares al año. Esto último es una verdadera lástima.

La tesis del libro es muy simple: la nueva elite cultural y empresarial de Estados Unidos (y por extensión, cualquier país avanzado) es hija de la rebeldía típicamente bohemia y universitaria pero se ha encontrado de pronto con el poder económico y empresarial en las manos. Por tanto, esa elite se ha visto en la necesidad de fusionar su natural tendencia a la vida bohemia y radical, como corresponde a un grupo educado, con las necesidades burguesas de administrar propiedades y fuentes económicas. Eso ha creado un estrato social pequeño -estimado por el autor en sólo nueve millones de individuos en Estados Unidos- pero tremendamente poderoso porque vota con el dinero.

A ese grupo social, al que David Brooks admite con toda alegría pertenecer mientras insiste en que con toda probabilidad el lector también está incluido (¿quién si no iba a leer un libro de estas características?), los denomina el autor BoBos, como contracción de burgués (en inglés) y bohemio -la suerte, o no, ha querido que en español el término suene aún más divertido. No se trata, en todo caso, de una elite exclusivamente económica. Las grandes fortunas siguen controladas por los de siempre; pero algunos de los BoBos más representativos se han convertido en grandes millonarios gracias a las nuevas tecnologías. Se trata más bien de una meritocracia basada en los estudios y el potencial creativo que ha sustituido a la vieja aristocracia de poder en Estados Unidos. El autor dedica el primer capítulo a relatar sus orígenes desde principios del siglo XX hasta nuestros días (usando, de forma muy ingeniosa, la sección de bodas del New York Times).

Hasta aquí, todo podría parecer una especie de broma, y el tono humorístico e irónico del libro así podría darlo a entender. Pero bajo los chistes y los comentarios sangrantes (normalmente con respecto a los hábitos de los propios BoBos) el libro rezuma seriedad. No se trata de un estudio sociológico profundo y preciso, ni lo pretende, sino más bien de un libro de viajes y una visión a vuelapluma de una cultura extraña, con la curiosidad de que el autor pertenece, o dice pertenecer, al mundo que describe. El estilo puede confundir, pero las citas eruditas demuestran que el autor ha hecho sus deberes. No escribe por escribir.

Y el libro gana, porque es prácticamente imposible no reconocerse o reconocer a amigos, conocidos o famosos en las descripciones que hace. Un buen ejemplo es el capítulo 4, dedicado a los intelectuales BoBos. Cualquiera que siga habitualmente los periódicos nacionales o vea los programas «culturales» de la televisión reconocerá inmediatamente al intelectual prototípico que describe, con bastante mala leche, David Brooks. Las pinceladas son hirientes pero certeras, y casi todo el capítulo es un manual sobre cómo ser un perfecto intelectual BoBo (cómo escribir libros, cómo redactar artículos, cómo aparecer en televisión). Pero a pesar de todo, está más satisfecho con esta nueva clase intelectual que con la anterior de los cincuenta, más encerrada en su torre de cristal y más alejada del mundo, incapaz de darse un paseo por la baja cultura si la situación lo requería. Al menos, los intelectuales BoBos tienen las mismas preocupaciones económicas que el resto de los mortales y deben hacer malabarismos para llegar a fin de mes. Vamos, un capítulo extraordinario; yo llevo años diciendo lo mismo.

En el mundo moderno, con la explosión de tantas empresas que comercian con la información (desde el software de los ordenadores hasta los programas de televisión) era casi inevitable la aparición de una clase social de esas características. Hace décadas era muy fácil recorrer empresas en la que ninguno de los empleados tenía titulación universitaria, ni le hacía falta. Hoy, es muy fácil recorrer empresas de nuevo cuño sin encontrar a nadie que no posea una titulación universitaria. ¿Es positivo el cambio? ¿En esas empresas ha desaparecido el obrero? ¿Los BoBos han conseguido dominar el capitalismo y darle rostro humano? ¿O el capitalismo ha conseguido crearse un conjunto de trabajadores muy motivados que intentan compaginar el consumismo con la defensa de la naturaleza? En ese punto, la visión del autor parece ser más optimista que la mía.

El libro pinta un mundo de tintes rosáceos. Los BoBos tal y como son descritos intentan compaginar situaciones que antes se consideraban antitéticas. David Brooks afirma que los cambios han sido para mejor y que será difícil derrocar a los BoBos de su posición social actual. Pero supongo, que todo grupo social dominante, y los BoBos en la visión del autor lo son en la medida en que sus valores y actitudes van contagiándose al resto de la sociedad, se ha creído invulnerable.

El capítulo 6, dedicado a la vida espiritual, es quizá el más alejado de cualquier experiencia europea. Cualquier europeo culto que se precie debe ser al menos agnóstico, o en todo caso, no va haciendo gala de sus creencias religiosas. De hecho, para nosotros, la religión es casi tabú, y un excesivo fervor religioso es sospechoso. Sorprende, por eso, la actitud americana descrita por Brooks. Demasiado extraña y alejada. También al final, cuando habla de política, la situación deviene algo vergonzosa. El autor pierde el sentido del humor que le ha caracterizado durante todo el libro y poco más o menos viene a pintar un futuro en el que los BoBos propiciarán el renacimiento de Estados Unidos.

En todo caso, BoBos en el paraíso es un libro ante todo tremendamente divertido. La tesis es bastante más seria de lo que muchos estarían dispuestos a concederle, y el autor la defiende con inteligencia y gracia. Pinta eso sí, un mundo excesivamente optimista, y aunque hay mucha ironía y sarcasmo, no hay realmente ninguna crítica. ¿Realmente es tan bueno ser un BoBo? Esa pregunta la tendrá que responder el lector. En todo caso, el viaje que se nos propone es interesante especialmente por lo que tiene de evidente; es casi imposible no estar de acuerdo en lo fundamental con lo que dice, después de todo, es la vida de todos los días en este mundo de economía de la información.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Ciencia viva: Reflexiones sobre la aventura intelectual de nuestro tiempo de Jesús Mosterín

Sobre la filosofía, la biología y la astrofísica ha construido Jesús Mosterín su búsqueda de la cosmovisión, la posición humana en el universo. En el paseo examina los fundamentos del conocimiento científico, separa el grano de la paja, pinta la semblanza de dos destacados filósofos de la ciencia y dos destacados biólogos, medita sobre la ética de diversos desarrollos de ingeniería genética y reflexiona sobre los grandes misterios del universo físico.

Lo mejor del libro son las semblanzas de dos filósofos y dos biólogos: Karl Popper, Thomas Kuhn, Jacques Monod y Edward O. Wilson. Las razones son evidentes. Los dos primeros ayudaron a fundamentar lo que se entiende por conocimiento científico, para distinguirlo de otras formas de conocer o de especulaciones que se visten de los atributos de la ciencia pero distan de serlo. Sale mejor parado Popper, entre otras cosas porque su criterio de falsabilidad sigue siendo muy poderoso, y en el caso de Kuhn da la impresión de que al final de su vida hubiese deseado no haber escrito La estructura de las revoluciones científicas. Los biólogos aparecen principalmente por haberse atrevido a extender los alcances de la biología hasta tocar la vida humana. Lo que debería ser evidente, que el ser humano es también un animal, es una afirmación que requiere de espíritus valientes. Monod introdujo el azar, mostrando que no somos producto de ningún plan maestro, y Wilson, con la sociobiología, se atrevió a iniciar el fructífero camino de explicar la psicología humana desde un punto de vista biológico.

Curiosamente, en la última parte del libro, la dedicada a la física, la matemática y especialmente a la astrofísica, no hay perfiles de pensadores destacados. Sólo se me ocurre una explicación. Si bien en el caso de la filosofía y la biología es preciso «aplicar» los conocimientos de esas disciplinas al estudio de la ciencia por un lado y de la condición humana por el otro, un paso difícil que inicialmente sólo unos pocos se atreven a dar, en el caso de la física, la matemática o la astronomía, a estas alturas de su desarrollo, los conocimientos son los que son y no hay mucha necesidad de «interpretar» o «aplicar». Si bien todavía algunos humanistas o reformadores políticos incipientes pueden afirmar que el ser humano nace como una hoja en blanco sobre la que se puede escribir cualquier cosa, en contra de las pruebas experimentales, o algunos sociólogos declaran que la ciencia es puramente narrativa, aceptando la ciencia es difícil negar la posición de la Tierra en el sistema solar, el tamaño de la galaxia o las limitaciones de los sistemas axiomáticos matemáticos. Simplemente, es un hecho que somos diminutos frente al cosmos.

El resto del libro está compuesto a fragmentos, lo que permite al autor tratar gran variedad de temas, pero que tiene el efecto de ofrecer una imagen en ocasiones inconexa. El hilo conductor es esa búsqueda de una cosmovisión, pero en ocasiones la variedad y cantidad de los temas tratados impide conservar la ilación.

La primera parte (Ciencia, filosofía y sociedad) es la más interesante, por lo que tiene de exploración de los fundamentos del conocimiento científico. En ella, Jesús Mosterín hace lo posible por separar el grano de la paja, por intentar aclarar la diferencia entre un conocimiento que es realmente científico y por tanto se sustenta en la realidad y aquellas ideas especulativas que podrían parecer científicas, como el Punto Omega de Tipler, pero que en ocasiones se alejan de la ciencia tanto como la astrología y la cartomancia. Es una posición refrescante examinar el propio conocimiento científico desde el punto de vista de la racionalidad y Jesús Mosterín lo hace con brillantez, conocimiento y sagacidad. También hace un repaso de diversas filosofías sobre el conocimiento científico, como el positivismo, intentado encontrar una posición razonable.

La segunda parte está dedicada enteramente a la biología. La biología es hoy en día una ciencia extraordinaria que en su avance veloz está desvelando lo que hasta hace poco eran misterios, o al menos convierte los misterios en problemas en vía de solución. Es también la ciencia que más nos afecta directamente. Después de todo, a pocas personas importará la edad del universo o el tamaño de los cúmulos de galaxia, pero comparar nuestro genoma con el de una mosca es un comentario extraordinario sobre nuestra naturaleza. Hoy en día, de tanto buscar el alma en el interior del cuerpo nos hemos topado con el ADN que parece haberse convertido en el último bastión inviolable de nuestra identidad, una posición que, irónicamente, la biología se encarga de erosionar con la misma rapidez con la que la cimentó. En esta sección, el autor reflexiona sobre el genoma humano, las células madres y la clonación, intentado ahuyentar temores infundados y aplicando el mismo rigor que en la primera parte.

Es de destacar el certero análisis sobre la polémica alrededor de las células madre, que tantos posibles beneficios médicos y sanitarios pueden traer, pero cuyo uso está envuelto en una controversia que tiene más de superstición que de análisis racional. Poniendo el límite en la existencia de un sistema nervioso capaz de «sentir», el autor no ve ningún problema en aplicaciones científicas y tecnológicas que sólo afecten a células. También se habla de un tema querido al autor, los derechos de los animales, del que hace una apasionada defensa.

Sin embargo, desde mi punto de vista, en esta segunda parte falta algo. Quedarse con el ADN y el genoma cuando la biología evolutiva, aplicada al ser humano, está generando tantas hipótesis, muchas de ellas controvertidas y discutibles, de interés sobre el origen de la conciencia humana y nuestra psicología, me parece una limitación. Desde ese punto de vista, la breve semblanza de Wilson despierta la curiosidad, pero sabe a poco. Yo en particular hubiese agradecido una aplicación del rigor de la primera parte a exponer los resultados, teoría y contradicciones de la psicología evolucionista (el término inglés es «evolutionary psichology», pero escribo psicología evolucionista porque la traducción directa al español, como han señalado otros certeramente, daría la impresión de que estamos hablando de Piaget y no de Darwin) y lo que ésta pueda aportar a la cosmovisión que se busca.

La tercera y última parte es la menos interesante de las tres. También es la más desigual. Algunos temas se tratan de forma excesivamente esquemática (Ventanas al universo) y otros con demasiada profundidad (Los números naturales como Biblioteca Universal). También es la más difusa, al no apreciarse claramente el tema unitario. A destacar una curiosa contradicción. El autor parece dar por buena la idea de que hay vida inteligente fuera de la Tierra y defiende el proyecto SETI, pero siguiendo con rigor las formulaciones de la primera parte, las ideas del SETI tienen mucho de infalsables (es imposible decidir cuándo fracasaría el SETI, porque la búsqueda, en principio, podría realizarse durante un tiempo infinito sin resultado) por lo que sería preciso ponerlas en «cuarentena».

En Ciencia viva, Jesús Mosterín, ha escrito un interesante libro sobre la ciencia, un elogio de la curiosidad, la comprensión y el rigor intelectual. No vacila en adentrarse en muchos terrenos, normalmente de forma fructífera, aunque, como ya he dicho, en ocasiones también de forma algo desordenada. Muchas de las ideas que discute son de gran importancia, y las explica por lo general con un lenguaje claro y directo, con la voluntad de ser entendido. Pero ante todo, es una ejemplo de amor y entusiasmo por el conocimiento y la seriedad intelectual.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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