No me hagas pensar: Una aproximación a la usabilidad en la Web, de Steve Krug

Publicado originalmente en El archivo de Nessus, 2001.

No me hagas pensar: Una aproximación a la usabilidad en la Web, de Steve KrugLeído por segunda vez este libro, vuelvo a descubrir lo extraordinario que es. Máxime, cuando se supone que ya uno sabe todo lo que en él se dice y que por tanto una segunda lectura aportaría, podría pensarse, poco más. Un error, claro, porque No me hagas pensar está escrito con tanta inteligencia y humor, destilando con sencillez la esencia de lo que el autor desea transmitir, que no sólo se beneficia de una segunda o incluso tercera lectura sino que se convierte, sin ser un manual de referencia, en una libro de obligada consulta periódica.

Para explicar de qué va No me hagas pensar voy a tomar del texto un ejemplo evidente para cualquiera que haya intentado comprar en Internet.

Es muy habitual ir a comprar un libro en una librería virtual y encontrarse con un buscador. Hasta aquí genial. Un buscador es la forma más cómoda de dar con ese producto que deseamos. Pero en cuanto lo observamos más de cerca descubrimos que, también habitualmente, nos pide que busquemos por «palabra clave», «título» o «autor».

Ahora, pensemos: ¿por qué?

Es decir, parece simple distinguir el título de un libro de su autor, pero ¿qué es una palabra clave? ¿Entenderá el buscador las mismas palabras claves que a mí podrían ocurrírseme? Aquí empiezan los problemas. Pero la cosa puede volverse engorrosa si tengo que buscar por autor y el buscador tiene «título» por omisión. Si deseo ver obras de varios autores, en cada búsqueda tengo que cambiar la opción. Es decir, tengo que esforzarme el doble.

Ahora, otra pregunta: ¿por qué no coge el buscador lo que yo introduzca y me presenta lo que encuentre sin pedirme primero que defina lo que estoy buscando, sin tener que especificar «autor», «título» o «palabra clave» (e incluso «ISBN» en algunos casos)? ¿No sería mucho más cómodo y rápido así? Imagínenlo. Uno llega a la página, localiza el buscador, introduce los términos que desea y le da al botón. ¡Qué genial! Y lo más importante, sin tener que pensar.

Y ésa precisamente es la máxima de Steve Krug, su gran ley de la usabilidad en la web: ¡No me hagas pensar!. Su postura es muy simple: si un usuario llega a una página web, lo que quiere es realizar la tarea entre manos lo más rápidamente posible, no perder el tiempo intentando descifrar las convenciones, suposiciones o veleidades del diseñador (a menos, claro, que la página vaya de las convenciones, suposiciones y veleidades del diseñador). Y si una página web que pretende ser útil es engorrosa o difícil de usar, pues pasará como con cualquier otro producto… la gente dejará de usarla. O peor… el cliente irá a otro sitio más cómodo si lo encuentra.

O peor. Regresemos un segundo al ejemplo anterior y meditemos un momento sobre las librerías virtuales españolas que han cerrado sus páginas en los últimos meses. ¿Les hubiese ido mejor si hubiesen sido más fáciles de usar?

No me hagas pensar es un delgado volumen, poco más de doscientas páginas, que sin retórica y con mucho sentido del humor va mostrando la filosofía de usabilidad, el arte de hacer que los productos sean fáciles de manejar, de Steve Krug: en realidad, es muy simple, hay que ponerse en el lugar del usuario. Los consejos que da están basados en años de experiencia y en las diversas investigaciones realizadas para estudiar el comportamiento de los internautas ante una página web.

Partiendo de su primera ley de la usabilidad -a ninguno de nosotros nos gusta pensar y queremos usar el producto inmediatamente después de sacarlo de la caja o la página en cuanto ha cargado-, en los primeros capítulos se habla de cómo usamos realmente Internet, cómo leemos y lo que esperamos encontrar cuando vemos una página nueva. Se discuten diversas formas de hacer las cosas y se ofrecen consejos para hacer que las páginas sean lo más claras y evidentes posibles. En realidad, no se dan reglas, pero se recalca una y otra vez la necesidad de hacer las cosas por una razón, que ante todo se tengan en cuenta las necesidades del usuario.

Los capítulos 6, 7 y 8 hablan de cómo evitar que el usuario se pierda en la página, cómo diseñar una página inicial efectiva y cómo evitar que el proyecto colapse bajo el peso de los intereses de los distintos grupos participantes. Con respecto a evitar que el usuario se pierda, el autor plantea un curioso ejercicios de gran interés. En la página 87 se nos pide que imaginemos que acabamos de salir del maletero de un coche y que hemos caído en una página arbitraria de un sitio web razonablemente complejo: debemos identificar varios elementos que nos ayuden a orientarnos. Si no podemos hacerlo, es que algo va mal.

Pero es la última parte la más interesante y la que debería aplicarse en toda web comercial. En ella se defiende la idea de probar los sitios web antes de que se hagan públicos. Probarlos desde el momento en que se conciben hasta poco antes de su lanzamiento, buscando con ello corregir los errores y ofrece un producto fácil de usar y conveniente. También se explica cómo hacerlo con muy poco dinero y como el probar una página con al menos tres personas ya ofrece resultados que valen la pena.

Considerando el gran número de páginas comerciales deficientes que hay, especialmente en España, sería conveniente que este libro fuese leído por atención por más de un responsable de estrategia de Internet. No se trata de una Biblia, ni pretende ofrecer métodos seguros para obtener el diseño perfecto, pero si señala, de forma clara y concisa, los diversos baches del camino y ofrece un método fácil de implementar para descubrir los fallos de un diseño. La mayoría de los consejos que ofrece son de sentido común, pero como sucede habitualmente, tal cosa probablemente sólo quede clara a posteriori. Un volumen profusamente ilustrado, de fácil lectura y lleno de ejemplos de páginas reales que podría ahorrar más de un dolor de cabeza y reducir las posibilidades de un fracaso comercial.

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