In the beginning… was the command line de Neal Stephenson

Aparte de escribir buenas novelas de ciencia ficción (o cómo se llame lo que hace), Neal Stephenson tiene otra faceta más periodística. No está tan marcada como la de Bruce Sterling, quien ha dedicado muchos esfuerzos a informar desde cinco minutos en el futuro, pero es muy interesante, centrándose sobre todo en el mundo de la informática y las tecnologías avanzadas de comunicación. Y aquí es donde Neal Stephenson gana a muchos de los que tratan esos temas: él realmente entiende el fundamento técnico. No es que sus comentarios sean análisis secos de posibilidades tecnológicas, más bien todo lo contrario. Son piezas llenas de opiniones, subjetivas y claramente escritas por una persona en concreto, pero una persona cuya opinión merece tenerse en cuenta porque demuestra conocer bien el campo sobre el que escribe.

Un buen ejemplo es este libro, ya disponible en formato electrónico, dedicado a los sistemas operativos. In the beginning… es una combinación de historia del software, discusión sobre la progresiva ocultación de la realidad tras un «interfaz» cada vez más bonito, meditación sobre el sentido de la vida, diario de los problemas de enfrentarse a varios sistemas operativos diferentes, canto nostálgico a los días en que las cosas se hacían como debían hacerse y, un poco, defensa de los muy masculinos valores de la potencia y el control.

Todo empieza con una analogía: los sistemas operativos son como los coches. La compañía Microsoft empezó vendiendo bicicletas motorizadas (MS-DOS), luego pasó a producir una actualización (el Windows original) que permitía a la bicicleta ir más rápido. Y finalmente, produce un coche, no demasiado bonito, que pierde mucho aceite pero que la gente compra mucho. La otra compañía, Apple, vende unos coches muy cómodos, fáciles de usar, pero que vienen herméticamente cerrado de forma que es imposible saber qué hay en su interior. BeOS vende coches de alta tecnologías, hermosos, con gran estilo y capaces de volar, ir por el agua o hacer lo que uno quiera, y más baratos que la competencia. Y por último tenemos algo que no es ni siquiera una compañía, sino más bien un campamento de refugiados, lleno de voluntarios de gran talento, que produce tanques. Sí, tanques. Tan buenos, que nunca se rompen, fáciles de maniobrar, que consumen el mismo combustible que un coche, están fabricados con la última tecnología y, lo mejor de todo, son gratuitos. A medida que uno de esos tanques Linux, ¿no lo habían adivinado?, se termina, se deja en la calle y cualquiera puede llevárselo.

A partir de ahí Neal Stephenson construye un discurso en el que explica el valor real de una compañía de sistemas operativos (ninguno; su valor sólo está en la cabeza de los clientes que como Mulder «quieren creer»), analiza la necesidad de la sociedad americana (y por extensión, el resto del mundo) de ocultar la complejidad tras unos bonitos botones, y discute los muchos problemas de instalar Linux. Y cuando uno sospechaba que está a punto de defender los valores de las herramientas para hombres (después de comparar a Linux con un, maravilloso en su experiencia, taladro industrial) se descuelga con una afirmación sorprendente para un hacker: el mejor sistema operativo sería aquel que combinase la potencia con un buen interfaz gráfico. Es decir, uno que te dejase la posibilidad de abrir una ventana a la línea de comando. Es decir, BeOS.

Porque la línea de comando es la mejor forma de relacionarse con el mundo. La línea de comando es lo que te permite acceder a la realidad fundamental. Seguro que dios cuando creo el universo lo hizo como un hacker delante de la pantalla de su ordenador tecleando crípticos comandos para crear universos.

¿Son 150 páginas de un discurso laberíntico? Muy posiblemente. ¿Tiene razón en lo que dice? En buena parte. ¿Se va por las ramas? Ciertamente. ¿Es apasionante de leer? Puedes darlo por seguro. Porque In the beginning… está escrito con pasión, y por un autor que sabe utilizar atrevidas metáforas y brillantes imágenes, que a cada página puede sorprender con una observación inteligente o un dato interesante. Cuando terminas, te quedas con el inexplicable deseo de instalar BeOS en tu ordenador. Lo que puede resumirse diciendo que es otro buen libro de Neal Stephenson.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus

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When Things Start to Think de Neil Gershenfeld

Neil Gershenfeld es un tecnólogo singular. Defiende muchas ideas innovadoras y avanzadas sobre cómo deberían funcionar los ordenadores, pero lo hace siempre desde el punto de vista humano. Por ejemplo, ¿a qué debería parecerse un ordenador portátil? Pues a un libro. Un libro se puede llevar a cualquier sitio. La resolución es impresionante y puede leerse incluso en las condiciones de iluminación más extremas. Pesa poco. No consume energía. Carga instantáneamente. Es resistente (se cae al suelo, y no pasa nada). Es fácil de anotar. El acceso es rápido a cualquier parte. Visto así, al ordenador portátil le queda mucho camino por recorrer. Y ésa es, precisamente, la perspectiva de Gershenfeld: las personas no debe adaptarse a las máquinas sino las máquinas a las personas. Y su ideal es un mundo en el que nadie piense en los ordenadores porque estarán por todas partes (pero tampoco se trata de fantasías absurdas de inteligencias artificiales por todas partes, sino de objetos comunes que conservarán su función, pero la ejecutarán mejor). Todo lo que nos rodea, será un poco más inteligente y cumplirá mejor con su función, que es servir a las personas (por ejemplo, ¿por qué el teléfono se empeña en sonar cuando no podemos cogerlo, o cuando llama alguien con el que no queremos hablar? ¿Por qué los relojes no son capaces de ponerse en hora solos? ¿Cómo es posible que mi cafetera todavía no sepa cómo me gusta el café?).

Y eso es When Things Start To Think, un repaso variado a las posibilidades nuevas que se abren cuando uno intenta dotar de cierta inteligencia a objetos comunes de la vida diaria (¿por qué no podemos marcar directamente un número de teléfono simplemente pasando por delante del aparato la tarjeta de visita de la persona a la que queremos llamar? ¿Por qué la ropa no le indica a la lavadora la cantidad de detergente que necesita?). Dividido en tres partes, que a su vez se subdividen en una serie de ensayo breves y de fácil lectura, va repasando el «Qué»: libros (sobre todo, las grandes posibilidades del papel electrónico), instrumentos musicales que conserven el interfaz habitual pero permitan mayor expresividad, la ropa, el dinero inteligente, el fabricador personal (una especie de impresora tridimensional que fabricaría sobre la marcha los objetos que queremos. Se acabó esperar al cartero después de haber hecho un pedido en Internet). El «porqué»: nuestros derechos como usuarios, los derechos de las máquinas, las falsas creencias (como «realidad virtual» o «lógica difusa») y la naturaleza del interfaz que ponemos al mundo. Y la parte más interesante, el «cómo».

Porque olvidaba comentar que Neil Gershenfeld es físico y trabaja en ese fascinante lugar de investigación conocido como Media Lab. En particular, investiga en el consorcio Things That Think (cosas que piensan). Es decir, esté señor no sólo explica cosas que podrían hacerse mañana, sino que además tiene una idea bastante ajustada de cómo hacerlas realidad. Y en ese tercer apartado es donde se explica, con bastante claridad, cómo efectivamente podría hacerse que las cosas pensasen. Y en ocasiones, curiosamente, consiste en eliminar el ordenador tal y como lo conocemos. A veces lo digital no es la mejor solución, y en ese caso se propone utilizar propiedades físicas para que el objeto gane en capacidad, recurrir a sistemas analógicos, o, ya haciendo cábalas, ir a por el ordenador cuántico. Lo importante, es que Neil Gershenfeld comprende perfectamente que uno no debe detenerse en el nivel tecnológico de la informática actual, sino que debe en muchas ocasiones descender al fundamento físico de lo real. Hoy día, combinar un ordenador con una cámara sólo produce una cámara más confusa y difícil de usar. El autor propone romper esa situación.

Ya sea describiendo cómo fabricar un mejor violonchelo para Yo-Yo Ma, como poner en marcha una PAN (Personal Area Network) para aprovechar las propiedades de la piel y permitir que dispositivos distribuidos por el cuerpo se comuniquen entre sí (por ejemplo, los zapatos con las gafas. Los zapatos son un lugar perfecto para colocar un ordenador, porque se puede aprovechar la energía producida al caminar para alimentarlo. Y las gafas, claro, es el lugar perfecto para llamar nuestra atención), cómo dotar de inteligencia al dinero de forma que tenga distinto valor dependiendo de la forma en que se ha ganado (una idea bastante más interesante y lógica de lo que parece) o discutiendo el fundamento físico último de la computación, Neil Gershenfeld nunca olvida ni por un momento que el fin último de todo esto es hacer que la vida de las personas sea más cómoda, fácil y agradable.

Lo dicho, un tecnólogo singular que sabe combinar su capacidad creativa con una gran claridad expositiva. When Things Start to Think es una lectura fascinante para cualquiera que sienta interés por las grandes posibilidades del mañana. El futuro de los ordenadores es acabar hechos pedazos y sus fragmentos dispersos por el mundo, para permitir que las cosas piensen.

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