Por no mencionar al perro de Connie Willis

Si no tuviese ninguna otra cualidad, que las tiene y sobre las que volveré más tarde, su capacidad para la trama garantizaría el éxito de los libros de Connie Willis. No es sólo que sea capaz de inventar buenos argumento, sino que los desarrolla con una precisión arrolladora y hermosa. Nada es casual, todos los pequeños detalles tienen su razón de ser, y todo lo que sucede en la página cien tiene su importancia al llegar a la 400. Incluso cuando el lector descubre cuál va a ser la solución, siempre le queda la duda de cómo se las arreglará para llegar a ella. Y el placer proviene de comprobar no sólo que lo consigue, sino que lo hace sin violar las reglas y con facilidad matemática.

Y en ninguno de sus libros es tan evidente como en este que hoy nos ocupa. Posiblemente la novela de estructura más compleja en la que se haya embarcado esta autora, y que se resuelva con total aplomo y suavidad. Y los problema narrativos de Por no mencionar al perro en principio no podrían ser mayores. No sólo es una novela de viajes en el tiempo, con las complicaciones que tal cosa introduce en el orden narrativo, sino además una comedia, con las limitaciones que eso impone en el ajuste de los elementos para producir el humor, y en el equilibrio para hacer estallar la carcajada. El hecho de que Connie Willis lo consiga, mientras reconstruye toda la época victoriana y desenreda la telaraña temporal de paradojas en la que mete a sus personajes, demuestra que es una autora dotada de algo más que de un envidiable sentido para la trama. Demuestra una vez más inteligencia, cuidado y amor por su obra (por ejemplo, el increíble, en apenas unas frases, cambio que se produce entre la personalidad que el lector atribuye a Lady Schrapnell y la que tiene realmente).

Ned Henry corre de arriba abajo por el tiempo buscando el tocón del pájaro del obispo, un misterioso objeto casi legendario que es imprescindible para reconstruir con total fidelidad la Catedral de Conventry (destruida por los nazis). Es uno de los muchos encargo de Lady Schrapnell, una excéntrica millonaria norteamericana, empeñada en reconstruir el lugar donde una antepasada suya conoció a su verdadero amor. Pero Ned está sufriendo de desorientación temporal, así que sus superiores le envían a descansar allí donde la dama no pueda encontrarle: el verano de 1888, en plena época victoriana. Y de paso, devolver algo, algo que no debería haber venido del pasado y que podría provocar una paradoja de trágicas consecuencias. Pero Ned no entiende muy bien su misión. Sólo quiere dormir. Pronto, ésa será su menor preocupación.

Y mientras Ned y su compañera Verity intentan salvar el continuo espacio tiempo de un colapso inminente que ha paralizado casi todas sus actividades, tienen que vérselas con una familia de excéntricos victorianos, un mayordomo culto, una reina del espiritismo, tres hombres en una barca…. y eso por no mencionar al perro. Jugando continuamente con las convenciones de la novela victoriana y de detectives, Connie Willis va desplegando su historia de amor y de paradojas, en una novela que cuando se empieza a leer es imposible dejar. La más divertida de sus novelas es también la más seria. Y una vez más se demuestra que las mejores historias son las historia de amor… con viajes en el tiempo.

Publicado en El archivo de Nessus.

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Jingo, de Terry Pratchett

El Mundodisco está en guerra.

Vale, no todo el Mundodisco, sólo Ankh-Morpork y Klatch, y todo por una isla, Lesph (la Atlántida del Mundodisco, con algún atisbo de seres primigenios) que resurge del mar junto a medio camino entre las dos naciones. Y como era de esperar, ambas la reclaman como suya y pronto todos están deseando que empiece una guerra por un trozo de tierra lleno de sal. Todo menos el Comandante Vimes de la Guardia, al que le gustaría poder arrestarlos a todos y que reclama una fuerza policial internacional para detener a las naciones que hacen la guerra, y el Patricio de Ankh-Morpork que debe renunciar a su puesto, porque en tiempos de guerra un político no vale para nada… o casi nada.

Como vigésimo primer libro de la serie, era ya posible esperar lo peor. Los volúmenes anteriores habían visto un descenso de la calidad, especialmente Hogfather, que, dejando los dos primero aparte, bien podría ser el peor de la serie. Eran buenos libros en general, pero parecía que el autor se encontraba bajo de fuerzas, y como novelas carecían de la profundidad del mejor Pratchett. Pero Jingo recupera al Pratchett reflexivo, inteligente, satírico y sarcástico, con esa visión ligeramente diferente de la condición humana, y al Pratchett más serio y más terriblemente divertido.

De Jingo en sí no se puede decir mucho, porque la trama es tan compleja (entre otras cosas incluye un viaje al desierto y una especie de recreación de Lawrence de Arabia) que contar algo es arriesgarse a arruinarla. Sólo decir que es una novela sobre la guerra, sobre la inutilidad de la misma, sobre la naturaleza de la xenofobia, sobre el racismo y el sexismo, sobre las posibilidades bélicas de la investigación científica. Muchos elementos parecen sacados directamente de un conflicto reciente en la zona árabe. Las observaciones son ácidas y no dejan en buen lugar algunas creencias queridas. El humor es curiosamente melancólico, porque después de reír a carcajadas, sólo puede uno callar al comprender las verdades que hay detrás.

Posiblemente el mejor libro de la serie.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Antes del principio: El cosmos y otros universos de Martin Rees

Dependiendo de la perspectiva individual de cada uno, el origen y el futuro del universo podrían ser las preguntas más importantes o las menos interesantes. Son acontecimientos que suceden en escalas temporales tan increíblemente vastas que su correcta apreciación requiere de tal desapego del aquí y ahora y tal distanciamiento de las preocupaciones humanas normales que pocos son capaces de soportarlo. Por otra parte, lo remoto de esos acontecimientos hace que realmente no tengan importancia en nuestros destinos individuales. Después de todo, una vida humana no ocupa más que una fracción infinitesimal de la vida del cosmos.

Pero por suerte o por desgracia, nos gusta saber. Y cuando lo que descubrimos supera nuestra compresión y nos cuenta duras verdades sobre nuestra situación… pues bien, seguimos en ello. E incluso, podemos obtener consuelo de nuestra comprensión o incluso apreciar la majestad de esos acontecimientos.

Antes del principio de Martin Rees, astrofísico en activo, es ese tipo de libros de divulgación que no sólo transmite la maravilla de los descubrimientos científicos, sino también la historia tortuosa que ha llevado a su consecución. En varios capítulos va desgranando lo que se conoce actualmente sobre el origen y la evolución del cosmos, describiendo el modelo inflacionario y las distintas hipótesis sobre el futuro lejano del mismo. La historia de los descubrimientos cobra vida, como en el caso del descubrimiento de los cuasares, y muestra el proceso complejo, lleno de casualidades y equívocos, que llevó hasta ellos.

(El propio libro es, involuntariamente, en sí una muestra del complicado camino de la ciencia. En un momento dado, página 166, el autor discute como posibilidad que en el futuro el universo vuelva a colapsar a una singularidad. En ese punto, el traductor, ajustándose a los datos disponibles en el momento de hacer la traducción, inserta una nota donde señala observaciones recientes de supernovas en galaxias remotas que podrían apuntar a que el universo está acelerando la expansión y que por tanto sería abierto. Pero hoy, algunos meses después, hay noticias de que esas observaciones podrían no ser correctas y por tanto el universo podría ser cerrado. Es decir, por el momento, como casi siempre, no hay nada claro).

Pero hay algo más. Llega un punto en el que el libro no puede menos que elucubrar, pero el autor se asegura de dejar bien claro cuándo está haciendo cábalas y cuándo lo que dice se fundamenta en hechos. Es quizá esa la parte más interesante, la que describe las distintas hipótesis sobre el futuro del universo, y la posibilidad de que el nuestro no sea más que un universo entre otros, un racimo de universos que se reproducen, crecen y evolucionan como seres vivos.
Lo verdaderamente interesante de este libro es la voluntad de entender. Y lo que transmite es la emoción de la búsqueda de respuestas a las preguntas de las que hablaba al principio.

Publicado por primera vez en El archivo de Nessus, 1999

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Nos queda la parábola de Ferran Canal

Publicado originalmente en El archivo de Nessus, 1999

Con Nos queda la parábola (Ediciones B. Colección Nova ciencia ficción 117. Barcelona. Septiembre 1998. Portada: Samuel Gómez. 320 páginas. ISBN: 84-406-8723-0) estamos ante un libro excesivo y extraño. Excesivo porque está lleno de personajes improbables, de diálogos exageradamente formales, de refrescante pedantería en ocasiones, y exuberantes (un estilo que al principio se hace pesado y difícil, pero que pronto la costumbre convierte en ágil y entretenido), y exhibiendo una ironía que lo permea por completo. Extraño porque se aparta de lo cánones de lo que debe ser una novela de ciencia ficción para buscar su propio espacio, a medio camino entre el ensayo y la ficción. Estamos ante una novela de tesis, que defiende una idea con convicción e inteligencia. Factores todos estos que no detraen sino que forman parte principal de su atractivo. En cierta forma, a su modo, encaja perfectamente en la genealogía de la ciencia ficción española.

Guifré Faust, rebelde y místico, suplanta a su hermano gemelo Marc Faust, famoso astrofísico y respetable investigador, en un primer capítulo titulado «El congreso no se divierte». Su pretensión no es otra que revelar la verdad ante la estupefacta comunidad científica. La Tierra no es más que un experimento de unos científicos extraterrestre. Pero nuestra administración del planeta ha sido nefasta y sus creadores han decidido cancelarlo a menos que se realicen cambios radicales en la administración de los asuntos humanos, cambios que destruirían por siempre el orden político, económico y social establecido. En caso de no cumplirse esa condición, un extraño meteorito perfectamente negro y esférico que contiene un agujero negro, se activará, destruyendo todo el mundo.

A partir de ahí, los acontecimientos se disparan. Todos lo que tienen algo que perder, o ganar, con la situación se afanan en busca del misterioso meteorito (que Guifré encontró cerca de su casa y con el que está extrañamente unidos por canales mentales que no puede entender): grupos terrorista-ecologistas, fuerzas internacionales de seguridad, el mundo científico y tecnológico, los cultos religiosos de nuevo cuño, y algunos personajes normales que se ven casualmente implicados en la acción. Unos con el fin cambiar la situación, otros con la intención de que nada cambie y todo siga igual, y otros simplemente para resolver el problema y poder seguir con sus vidas.

El autor tiene una posición definida ante el mundo y la situación en que vivimos. Y la expone con gran convicción, inteligencia y sentido del humor. En todo momento hace uso de los mecanismos de que dispone para exponer las fallas de los personajes, de las situaciones y de las instituciones. El lenguaje deliberadamente arcaizante, los diálogos formales y la exquisita precisión expresiva no hacen sino reforzar la ironía y el humor. La idea final está expresada en la parábola que contiene el libro (al menos una, nos advierte el autor antes de empezar) en la página 212, relatada irónicamente por el personaje menos adecuado.

No hay final en este libro, y el lector haría mal en esperarlo. Nada se resuelve porque no hay nada que resolver. De la misma forma que nuestro destino sobre la Tierra está controlado por fuerzas e instituciones que nos superan y no podemos entender, el destino total de la Tierra está a su vez controlado, quizá, por extraterrestres remotos que no podemos ver y cuyos motivos nos son tan ignotos como los de nuestros gobernantes. Una fábula sobre la impotencia, y quizá sobre la inutilidad final de los esfuerzos y las revoluciones, Nos queda la parábola se configura como una de las novelas más ricas e interesantes que ha dado la ciencia ficción española. Una reflexión escéptica e irónica sobre el mundo en que nos ha tocado vivir, disfrazada de futuro, pero desafortunadamente demasiado presente. Al final, como nos dice el título, sólo nos queda la parábola.

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