The Last Continent de Terry Pratchett

Rincewind va a Australia.

Básicamente no hace mucho más (e irse a XXXX, la Australia del Mundodisco, es lo que le sucedía al final de Interesting Times. En la edición de Martínez Roca de la serie, Rincewind aparentemente moría al final de Rechicero, pero reaparecía poco después en Eric, uno de los mejores libros de la serie, pero que los editores españoles decidieron saltarse). El bibliotecario, que es un orangután, de la Universidad Invisible sufre una terrible enfermedad y los magos están dispuestos a ayudarle. El problema es que para ayudarle necesitan conocer su verdadero nombre, secreto que el bibliotecario se ha preocupado mucho de ocultar (podrían devolverle a la forma humana). El único que conoce su verdadero nombre es su antiguo ayudante… ¿que era?… Rincewind. Quien ahora anda por…

Y así todo el personal de la Universidad Invisible acaba perdido también en el Continente XXXX, pero varios miles de años en el pasado, cuando el continente estaba siendo terminado y todavía podía hacerse modificaciones. Y aparentemente los magos son los responsables de que en el presente en el continente XXXX no llueva, y toda la isla esté rodeada de una tormenta permanente que impide el paso.

No hay mucho más. A partir de ahí Rincewind y los magos corren sus aventuras paralelas, pero ciertamente el lector no sabe muy bien por qué. Los chistes en ocasiones son muy buenos. Los magos encuentran al dios de la evolución (que todavía no ha conseguido inventar el sexo) y Rincewind conoce a Mad Max y a tres travestidos que recorren el desierto de XXXX en un extravagante carruaje (uno de los mejores chistes es que en el continente XXXX a los políticos los meten directamente en la cárcel al momento de ser elegidos: se gana tiempo). Hay también muchos juegos de palabras con los modismo del inglés de Australia, que previsiblemente harán la vida difícil al traductor. Pero el final tarda en llegar, y ciertamente, después de 400 páginas, tampoco es que sea demasiado satisfactorio. Hay muchas peripecias, pero poco argumento en esta novela.

No es tampoco la peor novela del Mundodisco (Hoghfather o La luz fantástica podrían ocupar ese puesto), pero ciertamente es una de las que tiene un argumento más pobre y falto de interés. Se puede leer, por supuesto, pero después de los niveles alcanzados por Pratchett como Small gods o Jingo, sabe ciertamente a poco.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Ella, maldita alma de Manuel Rivas

Manuel Rivas es poeta y periodista. Quizá eso explique su literatura. Lo de poeta no implica el uso de términos raros y oscuros, más bien todo lo contrario: precisión y corrección. Y también es uno de esos raros periodistas, más raros aún hoy en día, capaces de mirar en el interior de las personas, no con sensiblería sino con verdadero deseo de entender y con ternura. La concreción escueta casi de miniaturista y el examen atento de la realidad se combinan en este volumen de cuentos, historias que podían haberse quedado en meras anécdotas de no ser por la visión de su autor.

No son cuentos fantásticos, pero sí es fantástica la mirada del escritor, que recrea pequeñas tragedias humanas en líneas claras y limpias que las elevan a lo épico (véase, por ejemplo, el genial juego de palabras en «O’Mero»). De pronto y por sorpresa, cada uno de esos cuentos deja entrever a una persona tras el nombre, la esencia de un ser humano hasta ese momento oculta. Abundan por tanto los descubrimientos. Pero si bien abundan las tragedias menores, de esas que nos suceden a todos, no son cuentos infelices. Incluso cuando la historia termina con la muerte, como en «La vieja reina alza el vuelo», al final hay una especie de triste alegría al comprender por fin. La revelación parece destruir a un ser humano para dejar a otra persona, con el mismo nombre, más sabia.

Manuel Rivas se recrea en el conocimientos cotidiano, en la iluminación alcanzada por medios simples. Una barra de pan, un loro, una colmena, una pelota, unas rosas, son elementos más que suficientes. Me resulta difícil fijar un favorito, pero quizá sea «Charo A’Rubia». Un muchacho que observa a una mujer que llora en el cine al ver Capitanes intrépidos aclara, en siete página, una vida.

Y también anda muy presente una tierra, Galicia, que parece ser el fundamento último de su vida. El amor que deja entrever por su país parece dar a entender que si Manuel Rivas ve así fue porque creció en una tierra que se lo enseñó.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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The Extremes de Christopher Priest

Teresa Simons, agente del FBI y nacida en Inglaterra, ha perdido a su esposo Andy Simons, también agente del FBI. Andy investigaba los ataques repentinos de violencia, esas personas que de pronto cogen un arma y salen a la calle disparando a todo lo que se mueva. Y murió cuando asistía/predecía una de esas situaciones. El tirador, aparentemente reducido, tenía todavía una última bala. La suya.

Pero lo extraño y sorprendente que es en ese mismo día, otro hombre, muy lejos, en el pueblecito de Bulverton, Inglaterra, había salido a la calle a provocar su propia masacre. ¿Están relacionado dos sucesos tan distantes? ¿Hay algo que explique la muerte de Andy? Teresa decide que sí, y después de aceptar una baja indefinida del FBI viaja a Inglaterra, a Bulverton, para meterse en la piel del asesino y descubrir qué hacía esos últimos día.

Y aquí es donde entra la realidad virtual.

Que en la novela se llama Extremes Experiences.

La realidad virtual es una forma de entretenimiento, siendo posible entrar en la mente y el escenario de los actos de cualquiera, incluso el asesino más despiadado y la masacre más absurda. Pero hay más, porque cualquier escenario puede llegar a estar relacionado con los demás y el uso de uno de ellos puede afectar a usuarios posteriores. El FBI la usa también, como parte del entrenamiento de los agentes, que pueden así enfrentarse a situaciones reales desde puntos de vista distintos, incluso el del asesino, y todas las veces que sea necesarias.

Y eso hace Teresa. Como parte de su investigación, entra periódicamente en varias experiencias extremas. Pero la cosa no va como debiera cuando la realidad empieza a entremezclarse con la realidad virtual, o la realidad virtual comienza a teñirse de realidad. Aunque quizá ya todo estaba manchado cuando el asesino de Bulverton entró en la realidad virtual justo antes de cometer sus crímenes.

Y no, no es nada de lo que están pensando.

Era difícil creer que alguien pudiese dar un tratamiento original a la realidad virtual. Pero claro, como ya se dice en el epílogo de John Clute, en cierta forma esa ha sido la preocupación fundamental de Christopher Priest a lo largo de su carrera. En cierta forma todas sus novelas tratan del delicado equilibro entre lo fantástico y lo real, y de lo que sucede cuando la fantasía toma cuerpo, o la realidad se torna fantasmagórica. Y especialmente, sobre si las cosas que suceden en sus novelas se refieren a la realidad o son sólo percepción.

The Extremes está narrada con exquisito cuidado. Sólidamente cimentada sobre los detalles, esa riqueza no hace sino destacar las experiencias de Teresa, un personaje bella y delicadamente construido. ¿Se ha vuelto loca al no poder soportar la muerte de su esposo? ¿Ha quedado atrapada en la realidad virtual? ¿Ha dejado de tener realidad el mundo? La explicación no es fácil, especialmente porque es muy posible que no la haya.

Quizá el autor sea el asesino.

O el lector.

Mientras tanto, The Extremes es una novela apasionante, un mundo opresivo y atractivo, una reflexión sobre la violencia cotidiana a la que ya nos hemos acostumbrado (hay muchas descripciones de actos violentos, casi todos cometidos en realidad virtual) y de la que quizá seamos más que responsables, un laberinto de espejos en el que es necesario perderse. De la misma forma que ya nos hemos perdido en nuestro propio mundo, aún más terrible que es de la realidad virtual, la extreme experience definitiva.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Nocturno del sol largo de Gene Wolfe

Pátera Seda recibe la iluminación del apartado dios el Extraño mientras juega a la pelota. Sabe entonces que debe hacer todo lo posible por salvar su manteón, aunque para ello tenga que robar, con la esperanza de que los dioses vuelvan a manifestarse en las Ventanas, especialmente, el Extraño, el dios que está fuera del mundo. Para ello se enfrentará a Sangre, será capturado, tendrá que exorcizar un burdel y acabará siendo propuesto por el pueblo como nuevo caldé de su ciudad de Virón.

Y el nombre del mundo es Vórtice.

Vórtice («whorl» en el original, con lo que se pierde en la traducción el juego de palabras con world -mundo) es una gigantesca nave generacional que vaga por el universo con destino a dos planetas gemelos, Azul y Gerde, y cuya superficie interior esta ocupada por grandes extensiones de terreno sobre el que se alza la llama de fusión que da la luz a todo, que atraviesa el cilindro de la nave de un extremo a otro; el sol largo del título. Ocupado por colonos de origen hispano, el Vórtice está dividido en diversas ciudades que guerrean, comercian y se comunican entre sí básicamente ignorando su verdadera situación, mientras adoran a un panteón de deidades, presididas por el bicéfalo Pas, que son en realidad las copias informáticas (el cielo en el Vórtice es «Mainframe», juego que se pierde en la traducción) de un antiguo monarca de Urth y su corte. Dioses que solían manifestarse en grandes pantallas conocidas como Ventanas, que exigían sacrificios y que eran capaces de poseer a los seres humanos. Pero eso es cosa del pasado, porque el Vórtice se muere y el sol largo está recalentándose.

La novela está narrada, y el narrador es otro enigma más que nos oculta el autor, en tiempo real y va siguiendo las peripecias de Seda en su intento de salvar su templo/escuela. Pero la lucha profunda es más amplia a medida que el Vórtice va comprendiendo que algo va mal. En una mezcla de seres fantásticos, paisajes insólitos y detalles fascinantes, Gene Wolfe ha creado una vez más uno de esos mundos delicadamente construidos que le son tan característicos. Vórtice rivaliza con Urth en fascinación y profundidad, y la prosa cristalina y cuidada deja caer los detalles, como de pasada, en el espacio entre las letras. Nocturno del sol largo, y todo el resto de la serie, es un vasto drama de pasiones, luchas familiares (al igual que en El libro del sol nuevo, los parentescos son problemáticos), intrigas políticas y búsquedas teológica (porque después de todo, Seda no es más que un hombre en busca de su Dios, el Extraño, que se supone es el Dios verdadero).

El libro del sol largo está situado en el mismo universo que El libro del sol nuevo. Gene Wolfe prepara a su vez una trilogía más, llamada El libro del sol corto, que contará los posteriores avatares de los colonos de Vórtice, y donde, aparentemente, las dos series confluirán.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Jugar en serio: Aventuras en Borges, de Ezequiel de Olaso

Para muchos quizá la idea de un libro sobre Borges entretenido, inteligente, iluminador y agradable de leer sea extraña y singular. Al menos, para mí lo es. Por tanto, a la evidente satisfacción que tal volumen pueda deparar, se añade el placer de leer a alguien que ha escrito un libro sobre Borges no para ganar puntos académicos, sino como medio de animar a la lectura y reelectura de Borges. Eso es Jugar en serio: aventuras en Borges.

Releer a Borges es un tentación siempre presente, pero más aún después de las reflexiones de Ezequiel de Olaso. Erudito sin ser nunca pedante, el autor va desgranando comentarios sobre algunos cuentos selectos de Borges («El otro», «Pierre Menard autor del Quijote», «El Congreso») añadiéndole elucubraciones personales, anécdotas del propio Borges, aclaraciones de referencias oscuras y exégesis de otros autores, para demostrar la profunda fascinación de la obra de Borges.

Pero este libro, como ya he dicho, no es un final. Es un punto de partida, y lo más importante que transmite es la pasión por leer a Borges. Las reflexiones no tienen como meta fijar la obra borgeana, sino mostrar su carácter abierto y siempre seductor.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Tiempo de un centenario/Dayan de Mircea Eliade

Conocido especialmente como estudioso de la religiones (recordar ese espléndido ensayo que es El mito del eterno retorno, o Diccionario de las religiones, en colaboración con Ioan P. Couliano, como testamento de su obra), Mircea Eliade fue también un escritor de ficción, considerado como uno de los autores más valiosos en su país de origen, Rumania. Su literatura se nutre de sus estudios en los mitos y las religiones, extrapolando a partir de los arquetipos repetidos como si de ciencias duras se tratase. Por tanto, siempre hay algo extraño en Eliade, nunca sabe uno si la acción tiene una explicación terrenal, o realmente hay un trasfondo místico que es la causa de todo.

El volumen que nos ocupa contiene dos novelas cortas. La primera «Tiempo de un centenario» trata el tema de un mutante (palabra empleada por el propio autor), un hombre mayor que es alcanzado por un rayo, a consecuencia del cual rejuvenece y se convierte en inmortal (aunque queda claro, que su condición es voluntaria, es decir, que de alguna forma, puede elegir no rejuvenecer). Pero así mismo, como consecuencia del proceso, obtiene también una memoria perfecta, tan perfecta, que parece realmente corresponder a toda la especie, de forma que le basta con oír algunas palabras de una lengua desconocida para aprenderla por completo. Pronto, después de evitar ser secuestrado por los nazis y cuando se ha fingido su muerte, se convierte en leyenda, y el mundo se pregunta periódicamente por ese extraño hombre que rejuveneció.

La situación del personaje es ambigua. No sabe si es un ejemplo de hombre post-histórico, una muestra de la futura evolución de la especie, o un producto místico resultado de la «escatología de la electricidad». Preside el relato la sensación del desastre inminente, de una guerra nuclear que lo destruirá todo, pero que paradójicamente producirá esa humanidad nueva. El recorrido del personaje por el siglo es suficiente por sí mismo, y parece imposible evitar pensar que su interminable búsqueda del conocimiento es la del propio Eliade.

«Dayan» retoma un tema similar. En esta ocasión se trata de un genio matemático con un peculiar parche en el ojo. Un día, después de un encuentro con el Judío Errante, el parche cambia de posición, y eso provoca una investigación por parte de la policía secreta. Después de una desaparición de tres días (que para él, por la peculiar dilatación del tiempo, no ha durado más que unas horas), Dayan es internado en un sanatorio, donde la policía aspira a descubrir el secreto de la «ecuación final» de la que habla Dayan, ecuación que demostraría la falsedad del teorema de Gödel y que daría un poder infinito a la humanidad. Presente también está aquí el desastre inminente, una catástrofe, probablemente una guerra nuclear, que devolverá al mundo a la era secundaria.

Místico, religioso, científico cuando quiere, Eliade en estos dos cuentos teje mundos fantásticos fascinantes, elucubraciones que se fundamentan en los mitos eternos de la humanidad. No hay pretensión de coherencia científica; la única coherencia es la de la fábula que dice más que lo expresado con palabras. Queda eso sí muy clara la concepción de una catástrofe inminente, la muerte que se acerca.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Fremder de Russell Hoban

El primer navegante Fremder Gorn fue encontrado flotando en el espacio, vestido sólo con un mono azul. No hay ningún otro rastro de la nave Hija sabia y todos están interesados en saber qué fue de la nave y como pudo Fremder sobrevivir sin protección en el espacio. A partir de ahí comienza el periplo del personaje que debe enfrentarse a las autoridades del futuro y descubrir el secreto que guarda su mente. Y a la vez, debe desenredar la compleja madeja de la vida de su madre, Helen Gorn, quien inventó el motor de fluctuación que permite recorrer con facilidad el universo.

Superficialmente suena un poco a Las estrellas mi destino, pero el tratamiento de la historia es muy diferente.

Y podría haber sido mejor libro.

La potente visión de Russell Hoban está presente por todas partes. Su mundo futuro, a mediados del siglo veintiuno cuando la humanidad recorre libremente el universo y ha conquistado, se da a entender, otros mundos, es completamente vívido, extraño y brillante. El desfase entre la fecha de los acontecimientos, 4 de noviembre del 2052, podría perfectamente quedar explicado por la resolución de la historia. Aunque es evidente, que la verosimilitud no es una gran preocupación para Hoban.

Y prácticamente esa visión del futuro es lo que carga con todo el peso de la novela. Su Londres tiene todo el carácter de las pesadillas y los encuentros con personajes tenebrosos se suceden en lugares aún más tenebrosos. Muchos de esos personajes son también particularmente interesantes, especialmente la Pitia, con sus 23.700 millones de fotoneuronas.

Lo que falla es el resto de la narración. Realmente no hay mucho que contar, y la explicación final, que realmente se refiere a un problema familiar, es mucho menos interesante que el desarrollo. Se intenta lograr un aire de profundidad con un batiburrillo de referencias literarias, científicas y mitológicas, pero cae más en el terreno del cliché que en el de la profundidad. En realidad la historia es arquetípica, apenas disfrazada para que parezca ciencia ficción (o, en este caso, algo similar). Realmente se queda a medio camino, y aún así sigue siendo interesante.

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Nebula Awards 33 de Connie Willis (selección)

¿Recuerdan cuando las antologías de los premios Nebula se publicaban en España? Eso fue hace tiempo, antes de que los editores definitivamente se diesen cuenta de que los cuentos de ciencia ficción no venden lo suficiente como para justificar la edición (después de eso, parece que la única forma de publicar una antología es disfrazarla de novela). En Estados Unidos la situación no es muy diferente, pero con un mercado potencial de varios cientos de millones de personas, incluso la idea más extraña puede tener su público, y aunque las antologías no se venden tan bien como las novelas, si se venden lo suficiente como para justificar su aparición. Y eso que ganan ellos, porque el cuento de ciencia ficción es quizá la esencia del género y donde primero se exponen ideas que luego una legión de escritores tratará en sus novelas.

En el caso que nos ocupa, la antología viene avalada por la Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción y está formada por los ganadores de su premio, el Nebula, y una selección de finalistas; selección de la que se ocupa este año Connie Willis, autora de El libro del día del juicio final y Por no mencionar al perro. Los cuentos normalmente vienen acompañados por comentarios de sus autores, y el volumen se complementa con piezas de reconocimiento a algún autor en particular (este año Nelson Bond y Poul Anderson) y artículos sobre el estado de la ciencia ficción que este año han quedado reducidos a unas pocas páginas de escaso interés. Parece que esta vez se pretendía dar más relevancia a los cuentos.

Lo que es una buena idea, porque ciertamente la calidad es muy alta.

El mejor, con diferencia, es el inclasificable «Three Hearings on the Existence of Snakes in the Human Bloodstream» de James Alan Gardner. En parte ejercicios de historia, ucronía, ciencia ficción dura y fantasía, el autor se las arregla para tejer una narración fascinante sobre la intolerancia y las formas diversas del fanatismo. Estructurado en tres partes, las tres declaraciones del título, cada una centrada en un individuo. En la primera, Leeuwenhoek declara por herejía ante el Supremos Patriarca, de una iglesia que parece considerar a la Virgen María como el Mesías, por haber afirmado que con su microscopio ha sido incapaz de encontrar las serpientes en la sangre que las escrituras dicen que ahí deberían estar. El Patriarca, que resulta ser más razonable que los líderes religiosos reales, decide que si el microscopio demuestra que no hay serpientes, pues habrá que investigar el asunto. El problema en que algunos ven las serpientes y otros no. Y pronto, aquellos que tienen serpientes en su sangre se consideran puro y cercanos a la palabra de Dios, y los que no las tienen se consideran puros y cercanos a la palabra de Dios, y se produce el inevitable cisma por esa religión común que les divide. En la segunda sección, Charles Darwin declara ante la reina, Ana, por haber afirmado que es capaz de explicar por qué los papistas tienen Análogos Serpentinos, evidentemente no eran serpientes, en su sangre y por qué los Redimidos no las tienen. No es más que evolución, después de siglos y siglos durante lo cuales aquellos que tenían análogos serpentinos se casaban con los que tenían análogos serpentinos y los que no tenían análogos serpentinos se casaban con los que no tenían análogos serpentinos. Darwin teme que la especie acabe dividiéndose en dos. La tercera declaración está mas cercana a nuestro presente y se centra en las consecuencias inevitables cuando la ciencia descubre una forma de permitir los cruzamientos entre la gente con serpiente y lo que no las tienen. Con un material tan peligrosamente cercano al terreno fantástico, el autor consigue con total solidez, sobre todo con un hábil uso de los detalles, mantener en todo momento la credibilidad (necesaria, por supuesto, para que la conclusión del cuento produzca su efecto). Este cuento por sí sólo justifica todo el volumen. Cuento que por cierto, no ganó ningún premio, perdiendo frente a «The Flowers of Aulit Prison» de Nancy Kress, una exploración de la realidad en un planeta extraterrestre allí donde colisiona la cultura humana con la extraterrestre, ciertamente muy bueno y fascinante por derecho propio pero que no llega al nivel, muy notable, del anterior.

«Itsy Bitsy Spider» de James Patrick Kelly es la historia de un actor venido a menos que comparte su vida con un robot que pretende ser su hija pequeña justo cuando su hija real, de unos cuarenta años, decide por fin visitarle. «The Dead» de Michael Swanwick es un alegato contra el capitalismo salvaje: la obra de mano barata del futuro serán los muertos resucitados. En «The Martyr» de Poul Anderson la humanidad intenta descubrir el secreto de los poderes psíquicos de una especie extraterrestre para acabar descubriendo algo que definitivamente no quería saber, con una frase final totalmente aplastante. «The Elizabeth Complex» de Karen Joy Fowler y «The Crab Lice» de Gregory Feeley son las narraciones más experimentales del volumen. En la primera, se construye el retrato compuesto de una Elizabeth, combinando la vida de varias de ellas: la reina, la actriz, etc… «The Crab Lice» es un sueño de Aristófanes con el dios Dionisos en el que el comediógrafo intenta descubrir si alguna obra de teatro derrocará alguna vez a un tirano; una reflexión sobre la política sin acción, ya que todo transcurre en el sueño, incluyendo el final con Václav Havel.

«The Bookshop» es una historia algo convencional sobre tienda extraña, en este caso una librería donde se venden obras sin terminar. Pero los dos cuentos menos satisfactorios, por diversas razones, son «Sister Emily’s Lightship» de Jane Yolen y «Abandon in Place» de Jerry Oltion (que ganaron respectivamente los premios a mejor cuento corto y mejor novela corta, así que es posible que yo esté equivocado). El primero explica parte de la inspiración poética de Emily Dickinson como resultado de un encuentro con un alienígena y su nave hecha de luz. Es una de esas historias muy bien documentada, pero sobre las que uno se pregunta si tanto esfuerzo de investigación merecía la pena para tal conclusión. «Abandon in Place» también es una de esas historias muy bien documentadas, y es esa documentación y el sólido trabajo de detalles lo que permite que la narración se sostenga en cierta medida. La historia es agradable de leer, pero periódicamente mi credulidad se perdía en los momentos en que se me recordaba la premisa: en el centro Kennedy empiezan a aparecer fantasmas del cohete Saturno V, después de la muerte de Neil Armstrong, perfectamente sólidos, que despegan y viajan hasta la Luna para desaparecer a 500 metros de su superficie. Tan reales son que un astronauta, Rick Spencer, consigue volar en uno de ellos, obtener acompañantes en órbita (de una misión del transbordador) y el seguimiento de los rusos (la NASA, por supuesto, se niega) para viajar de nuevo al satélite de la Tierra, y con ello devolver al mundo la emoción del viaje espacial. La gracia del cuento está en el sentimiento de nostalgia por la gran época de la exploración espacial, pero para los que somos escépticos sobre todo ese asunto del viaje tripulado al espacio, el no sentir ninguna emoción por el tema hace que la premisa sea demasiado suponer y todo se viene abajo con facilidad.

El volumen se completa con un fragmento de la novela ganadora, La luna y el sol de Vonda N. McIntyre, una excelente obra que pronto publicará en España Ediciones B en su colección Nova. Así mismo, se incluyen los ganadores del premio de poesía Rhysling.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Axiomatic de Greg Egan

Borges lo descubrió en su día: cuando uno quiere hundirse en la metafísica, el mejor formato es el cuento. La novela tiene demasiadas exigencias, es demasiado larga, necesita molestos personajes que hay que desarrollar y que entorpecen la claridad expositiva, y requieren de demasiadas ideas y peripecias para mantener la trama en marcha. Mientras que en el cuento se puede prescindir casi de todo, puede uno concentrarse en el efecto final que se busca y la exploración de una idea base puede llevarse con facilidad y rapidez hasta sus últimas consecuencias; y todo ello sin mencionar virtudes como la precisión, la claridad y la contención. Por tanto, no es de sorprender que cuando Greg Egan desbarra hacia la metafísica lo haga mejor en sus cuentos que en sus novelas (pero para la descripción del futuro es mejor la opción contraria). Y no es de sorprender que siendo Axiomatic una recopilación de cuentos de Greg Egan, sea también su mejor libro; pero, además, es una antología de referencia en la moderna ciencia ficción y de lo mejor que ha dado el género en la última década. Si alguien cree que la ciencia ficción está muerta es que no ha leído a Greg Egan, y, en particular, no ha leído esta antología.

Y las ideas serían el motivo central de todos estos relatos. Todas las tribulaciones de los personajes, todos sus dudas existenciales, nacen en esta serie de cuentos de la manifestación en la realidad de alguna idea en ocasiones increíblemente abstracta. En el primero de los cuentos, «The Infinite Assassin», es una arriesgada explicación matemática lo que da sentido a la idea de una serie infinita de asesinos que deben eliminar a una serie infinita de personas que usan una droga que altera la realidad. «The Caress», «Blood Sisters», «The Moat», «The Cutie», «Appropriate Love» y «The Moral Virologist», examinan las posibilidades de las nuevas tecnologías médicas y biológicas; ya sea en el tratamiento médicos, en la posibilidad de crear réplicas de animales inexistentes, o en la generación de una nueva especie humana con un código genético diferente. «The Hundred-Light-Year Diary» y «Into Darkness» exploran ideas astrofísicas; la existencia de galaxias en las que el tiempo fluye en sentido contrario en el primer caso y los agujeros de gusano artificiales en el segundo.

Pero donde realmente deja ver su talento Greg Egan es en aquellos cuentos que tratan sobre el problema de la personalidad humana. «Learning to Be Me», el mejor de la antología, es una aterradora historia de un futuro en el que a los seres humanos se les implanta un pequeño dispositivo que va aprendiendo, de ahí el título, a comportarse como su anfitrión humano para, años después, ocupar el lugar del cerebro cuando comienza el declive físico de éste. La pregunta es: ¿quién soy yo, el dispositivo o el cerebro? Y la respuesta no es tan simple como parece. «The Safe-Deposit Box» relata la historia de un hombre con graves problemas neurológicos que vive su vida intermitentemente ocupando el cuerpo de otros hombres. «The Walk», «Axiomatic», «Seeing» y «Closer» son otras tantas visiones de cómo nuestra biología y la estructura neurológica de nuestros cerebros dan forma a quiénes somos.

Lo que hace especialmente aterradoras esas visiones de la condición humana es que están sólidamente basadas en conocimientos científicos y que las situaciones están descritas con un estilo claro y directo que al no recrearse en los detalles truculentos destaca el fondo metafísicamente aterrador (¿o es aterradoramente metafísico?) de las ideas empleadas. Pocos autores se han atrevido a llevar sus especulaciones hasta las últimas consecuencias, y menos aún son los que han intentado hacer que las ideas abstractas se materialicen para mostrarnos cómo afectan a nuestra idea de quiénes somos.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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Cuarentena de Greg Egan

El 15 de noviembre del 2034, todo el sistema solar queda cubierto por una burbuja impenetrable de dos veces la órbita de Plutón y que lo aísla completamente del resto del universo.

Pero la vida sigue.

Más o menos.

Treintaitrés años después, una mujer, Laura, concebida aproximadamente durante el momento de la aparición de la Burbuja y que padece graves trastornos neurológicos, desaparece misteriosamente de una institución médica. ¿Se trata de un secuestro? Eso es lo que se le encarga investigar a Nick, un ex-policía convertido en detective privado después de una traumática experiencia que causó la muerte de su esposa Karen a manos de Los Niños del Abismo, una secta terrorista que aspira a producir la destrucción que según ellos significa la Burbuja. Después de complejos procesos de investigación, donde se nos va mostrando la complejidad tecnológica y humana del año 2067 (un futuro muy sólidamente construido), el detective encuentra a la mujer (no a la niña, como se dice erróneamente en la contraportada del libro). Cuando intenta rescatarla, en el territorio de Nueva Hong Kong situado en Australia, es reclutado a la fuerza, por medio de un implante, dentro de una misteriosa organización de investigación llamada el Conjunto.

El Conjunto investiga la realidad.

Más o menos.

Realmente investiga los efectos que por medio de la mecánica cuántica, dando por buena en el contexto de la novela la interpretación de Copenhague, podría tener la consciencia humana sobre la realidad. Cosa, por supuesto, que afecta realmente a la realidad tras la realidad, es decir, a la metafísica. Y hacia ahí, como suele ser habitual en la obra de Greg Egan y más en las novelas que pertenecen a su ciclo del universo subjetivo, deriva rápidamente la trama. Hasta que al final se produce la epifanía metafísica y se explican todos los misterios, incluyendo la razón de la Burbuja (que, evidentemente, es de origen extraterrestre); pero en la obra de Egan, por suerte, las explicaciones son más misteriosas y apabullantes que los hechos que explican. Porque en el caso de Greg Egan, la metafísica está siempre sólidamente cimentada sobre la ciencia moderna, y sus revelaciones abren nuevas puerta de lo que podría ser.

Poco más se podría hacer en algo más de 250 páginas, y es una muestra de la capacidad especulativa de Egan que puede meter tanta ciencia ficción en tan poco espacio. Pero si esta novela tiene un defecto, es que precisamente no se atreve a hundirse en la metafísica como por ejemplo hace en Ciudad permutación o Diáspora. Parece escribir con cierta timidez, y si bien plantea grandes cuestiones sobre la forma en que la ciencia moderna podría alterar nuestra visión del cosmos en el que vivimos, también parece quedarse a un paso de llevar la situación hasta sus últimas consecuencias. Y precisamente el final, por poco arriesgado, es la parte más floja de una novela que tantas satisfacciones puede dar a un lector de ciencia ficción. Además, la comprensión total de la novela se pierde ligeramente en Español por problemas de traducción (por ejemplo, ¿por quá «Letargia de Zeno» y no «Letargia de Zenón»?, ó, ¿por qué no usar «disparador» para «trigger»?) y fallos ocasionales en los tiempos verbales. Problemas, que sorprenden tratándose de un traductor de la experiencia de Albert Solé, todos ellos que podrían haberse resuelto fácilmente con una corrección más atenta y cuidadosa.

No estamos ante una de las mejores novelas de Greg Egan, pero ciertamente se trata de una buena novela por cualquier estándar de la ciencia ficción. Curiosamente limitada para lo que este autor es capaz de hacer, Cuarentena dejará un buen sabor de boca a cualquier aficionado al género y además le dará mucho que pensar. No es poco. Y con suerte, esta novela no será más que la primera en esta colección, porque es seguro que la lectura de Cuarentena le dejará con ganas de más. Y hay más.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

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