¿Recuerdan cuando las antologías de los premios Nebula se publicaban en España? Eso fue hace tiempo, antes de que los editores definitivamente se diesen cuenta de que los cuentos de ciencia ficción no venden lo suficiente como para justificar la edición (después de eso, parece que la única forma de publicar una antología es disfrazarla de novela). En Estados Unidos la situación no es muy diferente, pero con un mercado potencial de varios cientos de millones de personas, incluso la idea más extraña puede tener su público, y aunque las antologías no se venden tan bien como las novelas, si se venden lo suficiente como para justificar su aparición. Y eso que ganan ellos, porque el cuento de ciencia ficción es quizá la esencia del género y donde primero se exponen ideas que luego una legión de escritores tratará en sus novelas.
En el caso que nos ocupa, la antología viene avalada por la Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción y está formada por los ganadores de su premio, el Nebula, y una selección de finalistas; selección de la que se ocupa este año Connie Willis, autora de El libro del día del juicio final y Por no mencionar al perro. Los cuentos normalmente vienen acompañados por comentarios de sus autores, y el volumen se complementa con piezas de reconocimiento a algún autor en particular (este año Nelson Bond y Poul Anderson) y artículos sobre el estado de la ciencia ficción que este año han quedado reducidos a unas pocas páginas de escaso interés. Parece que esta vez se pretendía dar más relevancia a los cuentos.
Lo que es una buena idea, porque ciertamente la calidad es muy alta.
El mejor, con diferencia, es el inclasificable «Three Hearings on the Existence of Snakes in the Human Bloodstream» de James Alan Gardner. En parte ejercicios de historia, ucronía, ciencia ficción dura y fantasía, el autor se las arregla para tejer una narración fascinante sobre la intolerancia y las formas diversas del fanatismo. Estructurado en tres partes, las tres declaraciones del título, cada una centrada en un individuo. En la primera, Leeuwenhoek declara por herejía ante el Supremos Patriarca, de una iglesia que parece considerar a la Virgen María como el Mesías, por haber afirmado que con su microscopio ha sido incapaz de encontrar las serpientes en la sangre que las escrituras dicen que ahí deberían estar. El Patriarca, que resulta ser más razonable que los líderes religiosos reales, decide que si el microscopio demuestra que no hay serpientes, pues habrá que investigar el asunto. El problema en que algunos ven las serpientes y otros no. Y pronto, aquellos que tienen serpientes en su sangre se consideran puro y cercanos a la palabra de Dios, y los que no las tienen se consideran puros y cercanos a la palabra de Dios, y se produce el inevitable cisma por esa religión común que les divide. En la segunda sección, Charles Darwin declara ante la reina, Ana, por haber afirmado que es capaz de explicar por qué los papistas tienen Análogos Serpentinos, evidentemente no eran serpientes, en su sangre y por qué los Redimidos no las tienen. No es más que evolución, después de siglos y siglos durante lo cuales aquellos que tenían análogos serpentinos se casaban con los que tenían análogos serpentinos y los que no tenían análogos serpentinos se casaban con los que no tenían análogos serpentinos. Darwin teme que la especie acabe dividiéndose en dos. La tercera declaración está mas cercana a nuestro presente y se centra en las consecuencias inevitables cuando la ciencia descubre una forma de permitir los cruzamientos entre la gente con serpiente y lo que no las tienen. Con un material tan peligrosamente cercano al terreno fantástico, el autor consigue con total solidez, sobre todo con un hábil uso de los detalles, mantener en todo momento la credibilidad (necesaria, por supuesto, para que la conclusión del cuento produzca su efecto). Este cuento por sí sólo justifica todo el volumen. Cuento que por cierto, no ganó ningún premio, perdiendo frente a «The Flowers of Aulit Prison» de Nancy Kress, una exploración de la realidad en un planeta extraterrestre allí donde colisiona la cultura humana con la extraterrestre, ciertamente muy bueno y fascinante por derecho propio pero que no llega al nivel, muy notable, del anterior.
«Itsy Bitsy Spider» de James Patrick Kelly es la historia de un actor venido a menos que comparte su vida con un robot que pretende ser su hija pequeña justo cuando su hija real, de unos cuarenta años, decide por fin visitarle. «The Dead» de Michael Swanwick es un alegato contra el capitalismo salvaje: la obra de mano barata del futuro serán los muertos resucitados. En «The Martyr» de Poul Anderson la humanidad intenta descubrir el secreto de los poderes psíquicos de una especie extraterrestre para acabar descubriendo algo que definitivamente no quería saber, con una frase final totalmente aplastante. «The Elizabeth Complex» de Karen Joy Fowler y «The Crab Lice» de Gregory Feeley son las narraciones más experimentales del volumen. En la primera, se construye el retrato compuesto de una Elizabeth, combinando la vida de varias de ellas: la reina, la actriz, etc… «The Crab Lice» es un sueño de Aristófanes con el dios Dionisos en el que el comediógrafo intenta descubrir si alguna obra de teatro derrocará alguna vez a un tirano; una reflexión sobre la política sin acción, ya que todo transcurre en el sueño, incluyendo el final con Václav Havel.
«The Bookshop» es una historia algo convencional sobre tienda extraña, en este caso una librería donde se venden obras sin terminar. Pero los dos cuentos menos satisfactorios, por diversas razones, son «Sister Emily’s Lightship» de Jane Yolen y «Abandon in Place» de Jerry Oltion (que ganaron respectivamente los premios a mejor cuento corto y mejor novela corta, así que es posible que yo esté equivocado). El primero explica parte de la inspiración poética de Emily Dickinson como resultado de un encuentro con un alienígena y su nave hecha de luz. Es una de esas historias muy bien documentada, pero sobre las que uno se pregunta si tanto esfuerzo de investigación merecía la pena para tal conclusión. «Abandon in Place» también es una de esas historias muy bien documentadas, y es esa documentación y el sólido trabajo de detalles lo que permite que la narración se sostenga en cierta medida. La historia es agradable de leer, pero periódicamente mi credulidad se perdía en los momentos en que se me recordaba la premisa: en el centro Kennedy empiezan a aparecer fantasmas del cohete Saturno V, después de la muerte de Neil Armstrong, perfectamente sólidos, que despegan y viajan hasta la Luna para desaparecer a 500 metros de su superficie. Tan reales son que un astronauta, Rick Spencer, consigue volar en uno de ellos, obtener acompañantes en órbita (de una misión del transbordador) y el seguimiento de los rusos (la NASA, por supuesto, se niega) para viajar de nuevo al satélite de la Tierra, y con ello devolver al mundo la emoción del viaje espacial. La gracia del cuento está en el sentimiento de nostalgia por la gran época de la exploración espacial, pero para los que somos escépticos sobre todo ese asunto del viaje tripulado al espacio, el no sentir ninguna emoción por el tema hace que la premisa sea demasiado suponer y todo se viene abajo con facilidad.
El volumen se completa con un fragmento de la novela ganadora, La luna y el sol de Vonda N. McIntyre, una excelente obra que pronto publicará en España Ediciones B en su colección Nova. Así mismo, se incluyen los ganadores del premio de poesía Rhysling.
Publicado originalmente en El archivo de Nessus.